Capítulo 45: Sentido - Fin primera parte

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El entierro, la despedida silenciosa, el mal augurio. La distancia, el sentimiento raro de despersonalización, qué Julián llore mucho, qué aparezca por primera vez en años Rafael, qué su mamá se asuma destruida y su padre sostenga la postura dura que siempre lo caracterizó. Enterrar a Agustín era mucho mas que sacarse toda esa mochila de encima, significaba mucho mas que eso, era una especie de condena. Por un lado, la sensación de tranquilidad que nunca había tenido del todo, por otro la sensación de culpa arrasándole el pecho, casi quemándola. ¿Por qué sentía eso? A diferencia de todas las otras veces, está vez Clara decidió hablarlo.

Agustina la escuchó algo preocupada, Julián lloraba a su par, Oriana la abrazaba horrorizada y como venia siendo hace días, Enzo solo la miraba con tristeza manteniendo una distancia absurda. Todos le devolvieron lo mismo: nada es su culpa, todo es una circunstancia, las cosas se dieron de esa manera, nada podría ser diferente, nada que ella hubiese hecho cambiaria algo. Clara se dejó abrazar, acompañar, cuidar por todos aquellos que la rodeaban, lo cual hizo menos amargo el momento.

Aceptar que sus padres jamás la querrían no fue la gran cosa, simplemente no se dirigían la palabra a pesar de algún que otro intento de su madre. Rafael y su padre ni siquiera lo intentaron, solo sostenían una cordialidad respetuosa en la que ella también cayó. Porque era lo mas adecuado, porque algo que si compartían era el amor por Julián, porque a él si lo querían, porque se veía, porque eran tan obvios...

Los días pasaron y el dolor mermó un poco. La final del campeonato argentino de futbol se jugaba ese domingo y era para todos un cambio enorme. Contarle a Julián que se iría con Agustina de viaje se sintió un alivio, Clara lo vio en sus ojos. El castaño lloró, no se cansó de abrazarla y de decirle cuanto la iba a extrañar, pero también le confesó cuan bien creía él que le haría ese viaje. La calidez en el pecho que Clara sintió era bastante única porque se esperaba una buena reacción de parte de su hermano, pero no esa, tan efusiva y enérgica.

Porque ya todo estaba hecho: se iría con Agustina a Paris como primer destino en dos semanas. Y, aunque parecía una locura, todo estaba demasiado orquestado. Su amiga tenia un itinerario sumamente ordenado, el primer mes era una recorrida divertida y el segundo mas tranquilo en los lugares donde mejor le vaya, era una aventura digna de disfrutar. Y las dos planeaban cada localidad con alegría y emoción, haciendo énfasis en poder conocer distintos lugares, pero también en como pasarla bien las dos, buscando qué cosas les interesaban de cada ciudad, qué cuestiones las emocionaban y qué itinerario seguirían. Julián las observó planear ese viaje con un poco de tristeza y emoción a la vez, tal vez nostalgia. Porque él estaba seguro de que era lo mejor que ambas podrían hacer, aunque el miedo a la soledad en Manchester lo enloquecía a él.

— ¿Vas hoy? — su hermano la encuentra tomando mate el día del partido definitivo. River podría ser campeón, cerrar el campeonato y definitivamente despedirlos. A él y a Enzo también.

Clara dudó en su respuesta, no por él claramente, sino por Enzo. Porque las ultimas semanas fueron extremadamente extrañas, porque esa distancia absurda no la terminaba de entender, porque él era el que la había lastimado y, sin embargo, el que sostenía esa distancia seguía siendo él. Porque ella no estaba enojada. Le costó tan solo horas comprenderlo, comprender su miedo, comprender por qué había actuado de esa manera ante el test de embarazo, comprender que era todo demasiado para tan poco tiempo.

Para ella fue muchísimo, Clara ni quería imaginarse lo que fue para él. Que, sin embargo, no era algo que ella tampoco había elegido: ni la forma en la que todo pasó, ni la reacción de él, ni la reacción propia. Ni el hecho de estar sumamente enamorada de él, ni en el hecho de no poder sacarlo de su cabeza. De elegir perdonarlo, pero como la mayoría de las veces, la pelota quedaba del lado de él, que volvía a lanzarse al mazo y rendirse.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora