Capítulo 42: Terminar

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— ¿Por qué ustedes se piensan que yo soy estúpida? — el tono de reclamo de Clara dejó helados a Enzo y a Julián que la miraban desde los asientos de la comisaria derrotados.

Porque la pelea sobre si ir o no ir terminó siendo una batalla que Enzo perdió antes de empezar. Clara ni se gastó en darla, solo tomó sus cosas y se dirigió a la puerta, la única consulta que le realizó es si la acompañaría. Y él no hizo más que seguirla. Le dijo, obviamente, que no le parecía lo correcto, que deberían esperar ahí novedades, que estaría segura en el departamento. Clara solo lo miro con cansancio.

— No tengo doce años, estoy lo suficientemente grande como para saber qué carajo está pasando. — continuo, caminando de lado a lado por el pasillo. — ¿Me contas vos o le tengo que ir a preguntar a la cana? ¿O a los cincuenta periodistas que me llaman por minuto?

— Clara — protestó Julián tirando la cabeza para atrás, sin mirarla — todo fue muy rápido.

— ¿Cuándo lo mató? — la voz seca de ella, impersonal. Enzo los miraba a los dos bastante aturdido.

— La policía dice que hace un día, lo encontraron hoy. En un par de días Joaquín tenía que declarar en un juicio — explica Julián intentando ser conciso y paciente — que parece lo incluía bastante a Agustin.

— ¿Y por eso lo mató? — Clara levantó las cejas. Parecía estúpido, porque era sumamente incriminante, pero Agustin era capaz. Su locura lo llevaba a limites muy difíciles y Clara los conocía muy bien. — Julián.

— Así parece... o porque su hermana no cumplió parte del acuerdo — carcajeo Julián, irónico — no lo sabemos.

— ¿Qué acuerdo? — Clara fulminó a su hermano con la mirada, cada vez más confundida.

— Cuando me contaste todo — relata Julián con poca paciencia — Emilia me confesó que tenía un arreglo con Agustin. Que él quería que ella lo haga entrar en varias ocasiones a la casa, que después de la vez que lo hizo ella se arrepintió.

— ¿Y qué hacia esa mina viviendo todavía en tu casa? — la pregunta la hizo Enzo, con bronca. Julián, sorprendido, lo miró. — ¿Qué?

— Está obsesionado con vos — explicó Julián. Clara rodó los ojos. La noticia no era nueva, nada de todo eso la sorprendía. Si la movilizaba, pero sorprenderla... no.

— Juli, Clari — la voz de su madre llamó la atención de los dos. La comisaria estaba rodeada de algunos periodistas y solo podían ingresar familiares. Su madre corría por el pasillo con una cara casi que deformada. — ¿Están bien?

— ¿Qué haces acá mama? — fue Julián el que la interceptó, antes que Clara dijese nada. Ella solo se sentó en el lugar que él ocupaba antes, al lado de Enzo — Te pedí que no viniesen.

— ¿Cómo no voy a venir? — gritó ella. Clara cerró los ojos, juntando paciencia. Su madre la abrumaba, la situación la llenaba de nervios... y algo de culpa se instalaba en su estómago. ¿Qué si lo hubiese denunciado antes?

— Ey — mientras Julián discutía con su madre a unos metros, Enzo le acarició la mejilla con dulzura.

Clara entonces abre los ojos y lo mira. Los de él están oscuros, tiene unas ojeras tremendas y el cuerpo le tiembla un poco, a pesar de eso su postura está bañada de seguridad, como queriendo atraparla entre sus brazos y huir lejos de ese lugar. Y cuán lejos se dejaría llevar por ese chico.

— No la soporto — susurró ella, con la mirada clavada en la de él.

— No parece ser la persona más cuerda en este momento — comentó desviando la vista a la madre de los Álvarez que lloraba y gritaba discutiendo con Julián.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora