Capítulo 54: Raro

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— Ya va — el grito de Enzo no logra que Julián deje de golpear la puerta con insistencia. Clara se ríe terminando de vestirse para luego volver a tirarse en la cama. Enzo refunfuña, a la vez que se pone el pantalón y vuelve a mirar la puerta — Ya te dije que ya va Julián.

— Que mal humor — susurra Clara, con una sonrisa que hace que él la fulmine con la mirada.

— Vos cállate — indica señalándola con el dedo, a la vez que destraba la puerta y la abre bruscamente. — ¿Qué queres?

— Epa, que mal humor — ríe Julián, entrando a la habitación con una sonrisa. Enzo lo observa con incredulidad mientras escucha la risita de Clara. — Hola Clari.

— Hola Ju — saluda con una mueca de diversión. Ver a Enzo de mal humor era una especie de adicción. Él cierra la puerta con quejidos y se tira a su lado en la cama, sin dejar de demostrar su fastidio. Julián solo los mira con una sonrisa y vuelve a reír.

— Cambia esa cara gil, ganamos y metiste un golazo — lo empuja con el pie. Enzo gruñe y se tapa la cara con la almohada. — ¿Por qué el mal humor?

— Estaba re dormido — explica Clara sin dejar de reír.

— Molestas — se queja Enzo — ¿Qué queres Julián?

— Ah, es porque les pinche el globo.

— No había globo que pinchar — Clara se remueve un poco tensa — está todo bien.

— Pasa que son como las diez de la mañana, el cuerpo técnico se hicieron los boludos toda la noche — ríe Julián — pero nos dijeron hace un rato que quieren que se vayan todas las personas ajenas a la concentración.

— Ay — la cara de Clara mutó a una de preocupación al instante — es re tarde Enzo.

— No te vayas — susurra de forma caprichosa. Ella se ríe y lo mira a los ojos.

Julián toma unos metros de distancia y suspira. Entenderlos era todo un dilema. Nada de todo lo que sucedió la noche anterior le llamó la atención, estaba cantado. Clara y Enzo se querían, tal vez incluso más de lo que él pudiera analizar o percibir. Era cuestión de tiempo, de seguirse viendo, terminar en esa situación. Clara lo besa y lo abraza, le susurra cosas en el oído que a Enzo lo hacen reír y Julián permanece inmóvil observándolos con tranquilidad. Era agobiante porque por momentos los únicos enemigos de esa felicidad eran ellos mismos, eran sus mambos, sus historias, sus inseguridades. No era Clara esta vez. Eran los dos. Leandro se la había arreglado lo suficiente para que Clara siempre creyera que el problema era ella, pese a que siempre el problema fue él. Está vez su hermana recurrió a alguien que casi que está en la misma que ella. Intentar volver a vivir.

— Enzo, dale, me tengo que ir — reniega ella.

Enzo aun ofuscado la suelta y observa como ella toma sus cosas con rapidez. Antes de acercarse a la puerta lo mira y le lanza un beso.

— El próximo partido veni con mi camiseta — llega a decir antes que la puerta se cierre del todo y la castaña se pierda por el pasillo.

— ¿Hasta las manos? — suelta Julián, tirándose en su cama ni bien su hermana sale de la habitación. Enzo suspira y lo mira con algo de cautela.

— Ya sabes — se encoge de hombros, tapándose la cara con la almohada. Lo que Enzo no quería era mirarlo a los ojos, y Julián supo inmediatamente que los dilemas de su amigo eran mucho más de los que admite.

— Tenemos que disfrutar esto boludo — insiste de forma prepotente.

— ¿Vos que onda? — Enzo intenta cambiar el foco de la conversación, buscando saber algo mas de la vida de su amigo, que pese todo lo que les estaba pasando parecía estar más seguro que nunca — ¿Estuviste con la rubia?

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora