Londres es una ciudad que se caracteriza por el mal clima. Frio, hasta en épocas del año donde no debería hacer tanto, lluvias, casi todos los días, y un paisaje gris que teñía todo. La ciudad, sin embargo, se amolda a la perfección a ese panorama y la melancolía cubre cada rincón de cada lugar. Clara, a pesar de esto, suele disfrutar los días fríos, lluviosos y grises.
Una armonía rara: el clima adaptándose perfectamente a sus sentires, a sus emociones. Por momentos oscuras, por momentos claras, por momentos ocultas. Le gusta pensar que hay cierta cuestión poética en esa sobriedad que le regala la capital inglesa. El sentarse horas a tomar café, mirar la gente pasar, soñar futuros posibles en esas calles poco transitadas.
Conocer Londres le había cambiado la mirada, la vida, los sueños y la perspectiva. Fue aproximadamente a fines de agosto, cuando Agustina y ella culminaban la gira que iniciaron dos meses antes y todo era felicidad. Porque si lo fue, porque ambas fueron muy felices. Porque sus mundos se abrieron al conocer tantos países, algunos de los cuales ambas ya conocían pero que definitivamente no era lo mismo conocerlos con jugadores de futbol al lado que disfrutar del anonimato. Disfrutar de salir una noche, tomar unas cervezas, comer algo, hablar con desconocidos en un idioma que les cuesta traducir, volver riéndose. Y repetir la secuencia en loop una y otra, y otra, y otra vez. Los ojos alegres de Agustina, que cumplía sus sueños, la sensación de tranquilidad propia, que Clara se propuso disfrutar con total entrega.
El viaje había sido de ida para las dos, nada volvería a ser lo mismo en sus vidas. Le sirvió, sin dudas, para notar que es lo que quiere, qué le pasa y qué está dispuesta a entregar, a hacer, a vivir. Y al terminar ese recorrido especial de lugares la pregunta era una sola: ¿Qué carajo hacer? Volver a Buenos Aires no fue una opción posible.
Buenos Aires ya no era su lugar, no sin las personas que la rodean. Agustina se instalaría en Manchester, Clara lo supo el día que la vio en Praga atendiendo el teléfono a Julián con una sonrisa enorme en el rostro. Agustina había tomado algo de alcohol y sus ojos brillaban mucho, Clara escuchó como le decía a su hermano que lo amaba y la forma en la que él, del otro lado del teléfono, le correspondía. La joven rubia lloró mucho ese día después de eso, tenia todos los fantasmas persiguiéndola, pero Clara se encargó de calmarla y decirle la única verdad que creía tener: sino haces lo que queres la vida se termina rápido.
Agustina no tuvo que decirle nada cuando la gira iba a terminarse y el destino de su pasaje final era la ciudad de Manchester. Clara lo supuso y la acompañó hasta ese mismo país, pero con la certeza de que no volvería a vivir con su hermano: ya no lo necesitaba, ya no lo quería. Vivir sola, crecer, acomodarse, trabajar de algo que, aunque no le convenza, le permita vivir bien, esa era su meta. Pasarse horas leyendo libros en una librería, tomar mucho café, admirar el paisaje sobrio. Ver a su hermano los fines de semana, juntarse con Agustina que vivía a dos horas de su departamento. Londres se volvió la opción estrella y su lugar en el mundo.
— Clarita — Y en el medio de toda esa nebulosa de cosas que Clara tenía seguridad, también conoció otra gente. Julián se había armado de un grupito de personas cercanas y ella comenzó a ser invitada a alguna de las juntadas. — ¿Cómo andas beba?
— Cuchi — le sonrió tomándolo de los cachetes con gracia.
Cristian se sentó frente a ella en ese bar y comenzaron a hablar. Clara suspira al verlo, se muerde el labio cuando él no lo nota y su piel se eriza como hacia mucho no le pasaba. Era extraño volver a tener esos sentimientos, sobre todo después de que había decidido alejarse de cualquier ser humano heterosexual que le provocara algo. Pero él apareció y su pequeño mundo volvió a enloquecerse aunque eso no era para nada correspondido. Cristian estaba casado, con un hijo, enamorado absolutamente de su novia, la cual era una mujer hermosa e inteligente que lo acompañaba en todo lo que hacía. Cristian tan solo era su amigo y eso, a Clara, la inquieta bastante. Su psicóloga se lo dijo: no sabia lo que era un no. No lo tuvo con Leandro, menos con Enzo. Siempre los varones con los que se relacionó la quisieron, la buscaron, los obtuvo de alguna manera. El rechazo se abría como una posibilidad nueva delante de su corta vida y generaba cosas que nunca había sentido con anterioridad.
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Claroscuro - Enzo Fernández
General Fiction《 - ¿Qué estamos haciendo? - ella gime contra su oído, estremeciendo la totalidad de su cuerpo. Las manos de él recorren su espalda lentamente mientras sus ojos negros la buscan. Sus miradas chocan. El silencio es intenso, duro. Las respiraciones ac...