Capítulo 4: Problema

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Clara volteó, entre asustada y sorprendida. Enzo la observa a la distancia. Se encuentra sentado sobre un cajón a unos metros de distancia. La oscuridad no le permite fijar sus ojos sobre los de él, pero puede sentir la intensidad de su mirada de todas formas.

Él la examina. Viste una pollera negra que no deja mucho a la imaginación, una pequeña blusa cae por sus hombros hasta la cintura y sus pies están cubiertos de unas botas que están de moda. La había visto minutos antes, pero no con tanta atención. O sí, pero su rostro confundido y su conversación burlesca se llevó todo su interés, su cuerpo no fue la clave. Pero ahora, viéndola con más distancia y sin tanto estímulo, no podía ignorarlo.

Ella también lo hizo. Enzo vestía una remera negra y una bermuda blanca. Algunos de sus tatuajes se podían observar, aunque sin mucha claridad. Era algo de él que le había llamado la atención. Clara lo googleo el día siguiente al incidente. Julián le habló de él, le contó que era uno de sus mejores amigos de River y la tranquilizó ante su preocupación sobre el estado en que el morocho la había visto. A Lautaro lo conocía, habían compartido festejos después de la Copa América, comidas en la casa de alguno de los jugadores del seleccionado nacional, sabía con qué huelles araba. Pero Enzo se volvió una incógnita.

Y sus tatuajes, sus tatuajes sí que habían llamado su atención. Tenía muchos. Cubrían gran parte de su cuerpo, especialmente sus brazos, piernas y espalda. Ahora solo podía admirar como los mismos se extendían hasta casi su mano, la cual sostenía un cigarrillo, mientras continuaba observándola en silencio.

— No soy tan tarada.

— No dije que lo fueses — apagó el cigarrillo contra el piso y se acercó a ella lentamente, ubicándose a su lado, con su cuerpo inclinado sobre la baranda, perdiendo su mirada en el vacío. — Es una linda vista.

— Solo estaba pensando. Necesitaba un poco de aire...

— No me tenés que explicar nada Clara, solo quería asegurarme de no tener que llamar al psiquiátrico — otra vez ese tono. Ella río sorprendida. — Perdón si te jodió lo de antes, estaba boludeando.

— Ya lo sé, me hiciste reír. Por un momento pensé que no te acordabas quien soy.

— ¿Cómo olvidarlo? No cualquier día se ve como alguien le rompe la cabeza al estúpido de Paredes. — ella ladeó la cabeza, sin mirarlo, pensativa. — Sobre todo si es la hermana de tu mejor amigo. Fue alucinante.

Ahí sí, confundida, lo miró. Enzo cargaba una sonrisa pícara en sus labios, mostrando todos sus dientes y asintiendo con la cabeza. ¿Él no pensaba que estuviese loca? Casi todo el mundo lo creía. Lo que había hecho no estaba bien, lo sabía.

— No sé si alucinante es la palabra que usaría. Fue bastante patético.

— Bueno, puede que eso también. — una carcajada chiquita se escapó de los dos. La música los acompañaba de fondo, sonaba algún tema conocido, que inmediatamente Clara comenzó a tararear. — ¿Por qué no estás abajo?

— Yo no te lo pregunté, vos no lo hagas. ¿Te parece? — el asintió, sin mirarla. — Por dios, necesito algo de alcohol.

Hastiada de sus pensamientos, Clara toma asiento en uno de los cajones cercanos, cubriendo con sus manos sus brazos. No hacía frío, pero todo dejo de relajación que minutos antes la abrazaba ya no estaba.

— Te ganaste el bingo — Enzo saca de su bolsillo una petaca mediana. Ella levanta las cejas, algo asombrada. — es vodka. — aclara tirándole la botella con una agilidad perfecta para que ella pudiese agarrarla. — del bueno.

— ¿De qué planeta viniste Enzito?

— Del mismo que vos supongo, de los que nos escondemos en la terraza. — Clara toma un trago gigante de vodka, que le quema la garganta instantáneamente y le produce una mueca de asco. Luego, le pasa la botella a él, quien se sienta a su lado. — Es una mierda esta música.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora