Capítulo 53: Puertas

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Cuando dos cuerpos que se conocen tanto se encuentran hay algo que se genera por mera sinergia. Una química, una física, una explicación poco racional, un acuerdo tácito, una sensación rara, un sentimiento que avasalla cualquier pensamiento malo que pudiese atravesar sus mentes. El amor, al igual que muchas otras fuerzas indetenibles, solo tiñe las cosas de otra manera.

Clara toma a Enzo de la remera a la altura del cuello llevándolo contra su cuerpo con seguridad y algo de torpeza. Él se deja llevar a la vez que trata de abrir la puerta de la habitación. Cuando lo logra la empuja suavemente dentro, sin soltarla de la cintura, recorriendo con sus dedos su cuerpo. Una vez que la puerta se cierra, Enzo la lleva contra ella y la mira a los ojos.

- ¿Qué? - susurra Clara, con los ojos brillosos, una sonrisa enorme en el rostro y una pisca de picardía que a él lo vuelve loco. Enzo larga una risita seca e irónica.

- No te das una idea las ganas que tengo de cogerte - susurra acercándose con delicadeza hacia su oído, logrando que el cuerpo de ella se arquee por completo contra esa puerta y los primeros gemidos aparezcan al sentir sus labios sobre la piel de su cuello.

Clara no fue capaz de responder, sus ojos se cerraron intentando dejar cualquier pensamiento absurdo de lado y dedicarse a sentir. Sentir sus manos sobre su cuerpo, su respiración agitada en su cuello, sentir la piel erizada ante su tacto. Sentir como el cuerpo de él responde a sus miradas, a sus caricias, a sus sonidos. Enzo junta sus labios con algo de ferocidad, intentando no ser torpe pero no pudiendo evitar serlo. La torpeza que se presenta cuando la situación te supera, cuando la calidez inunda el alma y la risa se hace presente en medio del beso.

Puertas. La imagen de la primera vez que estuvo con ella se le viene a la cabeza, Clara sobre la puerta de su casa, los gestos de placer, el soma. La forma en que las puertas se fueron abriendo entre ellos.

- ¿De que te reis? - la sonrisa tímida que se le escapa a Clara ante la risa de él los delata por completo, obligando a juntar sus miradas. Sus cuerpos continúan pegados contra esa puerta y él la toma del rostro con ambas manos, perdiéndose en la profundidad de su mirada.

- No sé - admite Enzo besándola con suavidad. Ella lo rodea con sus brazos por el cuello y también rie.

Las palabras sobran, todo sobra. El beso se profundiza y los gemidos se hacen presentes en tanto las ganas comienzan a superar la racionalidad. La mente de los dos se apaga, no así su necesidad de sentirse vivos. La conexión, la irracionalidad, la ternura, el cuidado.

El partido terminó dos a cero y el alivio fue total. La alegría, los canticos, el aliento, el festejo. La tribuna de ese estadio se tiño de felicidad argentina y nada de lo que pudieran hacer los mexicanos cambiaba algo de esa sensación de felicidad. Clara y Agustina se abrazaron con fuerza, la rubia no dejaba de sonreír y la castaña seguía con la mirada fija en la cancha observando con atención como su hermano y Enzo se abrazaban, como el Cuti y Licha festejaban en saltitos. La emoción era total, absoluta.

Camila gritaba entre risas y Oriana estaba desesperada por correr al vestuario a abrazar a Paulo, quien no paraba de llorar todas las noches desde el partido de Arabia. Solo bastó una mirada cruzada para que Clara le manifestará sus mismas ganas de ir hacia allá.

Y aunque la sensación de incertidumbre la choca, ninguno de sus miedos tendría lugar en un momento de felicidad plena, en el momento que era de ellos, en el momento en que ella solo debía dedicarse a acompañar, a estar, a abrazar... a besar. La promesa con Enzo le daba gracia porque era un simple beso. Pero con él la intensidad lo bañaba todo y un simple beso dejaba de ser un simple beso y se volvía otra cosa, se transformaba en algo mas profundo, en un pacto implícito.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora