2| EMILY

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Connor me recogió en la puerta de mi piso a las 20:00h en punto, me gustaba que fuera un chico puntual, además, se comportó como un caballero. Me abrió la puerta del coche y me tendió la mano para ayudarme a bajar de él; yo sé la cogí encantada. El restaurante era grande y se veía muy luminoso desde afuera. Connor colocó mi brazo rodeando el suyo y nos guio hacia la puerta.

Todo era demasiado perfecto.

Él vestía con un pantalón de corte recto azul marino y una camisa blanca de Tommy Hilfiger que le quedaba de rechupete. Lo mejor: hacía juego con mi outfit.

—Adelante —dijo abriéndome la puerta.

—Gracias.

Me ruboricé sin pretenderlo al pasar por delante de él ante su mirada fija en mis piernas, ya que, gracias a mis tacones mortales, parecían mucho más largas de lo que eran. Cuando sus ojos volvieron a los míos, había un brillo de deseo en los suyos. Con mis zapatos éramos prácticamente de la misma altura, así que cuando dio un paso acercándose hacia mí no tuve que inclinar mi cabeza. Sonreí tímidamente cuando, sin dejar mis ojos ni un segundo, volvió a coger mi mano para rodear su brazo.

Un camarero apareció dándonos la bienvenida el restaurante y nos acompañó hasta la mesa donde Connor había reservado previamente. Mientras caminábamos por los pasillos, admiré el lugar intentando no parecer estúpida con la boca colgando, pero era muy probable que mis ojos brillaran y tuviera las mejillas sonrosadas de la emoción. Mi sueño se estaba cumpliendo y la realidad superaba con creces a la imaginación.

Lámparas de cristal, luz de ambiente, suelo de madera, manteles blancos relucientes y sillas que parecían butacones. Mi madre totalmente aprobaría este restaurante.

—Es un sitio precioso.

Connor retiró una silla para que pudiera sentarme. Le di una sonrisa agradeciéndoselo, era un chico muy educado.

—Y su comida es deliciosa.

—¿Has venido antes?

—Un par de veces. —Se sentó delante de mí de la forma más correcta posible sin darme más detalles, pero no me importó en cuanto me sonrió de esa manera que me hacía babear. Cogió la servilleta de tela que había encima del plato y la aireó un par de veces antes de dejarla en su regazo—. Bueno Emily, cuéntame cosas sobre ti, me da la sensación de que no sé nada.

—Eso es porque no sabes nada —me atreví a decir.

Normalmente era muy directa, mi madre decía que a veces tenía la lengua demasiado suelta, pero con Connor me volvía toda vergonzosa. Lo último que quería era estropear este momento por culpa de mis respuestas impertinentes.

¡No me podía creer que estuviera con él en una cita después de soñar con ello durante 2 años enteros!

—Ah, ¿no? —Me lanzó una sonrisa torcida.

Aproveché para apoyar el codo y sujetar mi cabeza mientras pestañeaba coquetamente. Su sonrisa creció.

—Me temo que no.

—Tenemos que solucionar eso entonces.

El camarero nos interrumpió trayéndonos la carta y preguntando por nuestras bebidas.

—Traiga dos copas de vino tinto. Para la señorita una ensalada de la casa y para mí un solomillo poco hecho con verduras —dijo Connor sin siquiera preguntarme qué me apetecía. Me molestó un poco, la verdad sea dicha; prefería antes el solomillo que la ensalada, pero no lo rectifiqué. No quería que se molestara así que le sonreí al camarero que se llevó directamente las cartas que no habíamos llegado a abrir. Suponía que Connor quería ser un caballero y pedir por mí, y eso, en el fondo, era encantador.

¿Princesa o muñeca? (Serie «Solo tú II»)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora