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—Prueba la limonada —le dije a Emily queriendo cambiar de tema antes de que siguiera indagando.

El tema de citas y novias era un terreno peligroso en el que no quería ahondar en ese momento. Laila me había dejado hacía unos meses, después de casi 4 años de relación, de los cuales los últimos habían sido a distancia, así que nunca la había traído aquí. Desde entonces no había conocido a ninguna chica con la que compartir una cita.

No sabía porque había traído a Emily, pero pensé que después de cómo habíamos terminado en la cita de aquella misma tarde, necesitábamos romper el hielo y conocernos un poco para que no fuera todo tan incómodo y este sitio me resultaba cómodo y familiar como para ello. Quizás sí podríamos ser amigos.

Stella y Linda habían sido unas cabronas apostando a mi costa, y con razón Linda no quería más propina, no le hubiera dado más de 50 dólares. Sin embargo, a una parte de mí no le sorprendía en absoluto que hubieran hecho esa apuesta, estaban así de locas. Les tenía mucho cariño a ambas. Antes de que se terminara el curso anterior les expliqué lo que había pasado con Laila, me dejó antes del verano, y fueron muy atentas conmigo.

Emily le dio un sorbo a la limonada y abrió los ojos como platos.

—¡Guau! Está increíble —murmuró antes de darle otro sorbo. Luego suspiró con tristeza.

—¿Qué pasa? ¿No acabas de decir que te gusta?

—Está demasiado bueno, tanto que creo que me volveré adicta.

Me reí a carcajadas.

—A Stella le va a gustar ese cumplido.

—Hablo en serio Liam, tengo un problema con el azúcar. Al igual que el chocolate del Coffee Place, esto va a ser mi perdición.

Sonreí confuso.

—¿Por qué tienes un problema con el azúcar?

—¿Alguna vez has tenido prohibido algo y cuando lo pruebas a escondidas ya no puedes parar?

Arqueé una ceja sin comprender. Ella se encogió de hombros.

—Mi madre es estricta con mi dieta, cuando empecé la universidad me hizo todo un plan nutritivo de desayunos, comidas y cenas —rodó los ojos—, lo utilicé el primer mes. Entonces Noa apareció con un helado de oreo que engullimos en una sola noche de cotilleos y lancé a la basura ese papelito que tenía colgado en mi nevera porque me di cuenta de que me estaba privando de cosas deliciosas.

—¿Qué te dijo tu madre al enterarse?

—¿Bromeas? Mi madre cree que sigo utilizándolo y cada mes me manda un correo con el plan mensual.

Ambos nos reímos sobre eso. Emily me sorprendía más en cada momento.

—¿Por qué es tan estricta?

—No lo sé. Ella es una mujer elegante que cuida mucho su aspecto físico. La verdad es que la ves y aparenta ser más joven de lo que es, imagino que solo quiere lo mismo para mí—rodó los ojos. Yo asentí.

—Mi madre tiene cayos en las manos, arrugas en sus ojos y las rodillas echas polvo, pero creo que es la mujer más bonita que he conocido nunca —dije con toda mi sinceridad.

Su mirada se volvió tan tierna que me sorprendió poder captarlo. Me dio una sonrisa dulce y nos quedamos mirándonos en silencio unos segundos hasta que Emily carraspeó.

—¿Entonces qué hacemos aquí? —preguntó antes de darle otro sorbo a la limonada.

—¿Qué quieres decir?

¿Princesa o muñeca? (Serie «Solo tú II»)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora