17| EMILY

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El domingo fue agotador. Mamá y yo nos pasamos el día juntas y solo hacía que preguntarme por Connor. No lo había visto mucho antes de las fiestas de Acción de Gracias, no sabía qué significaba eso, sin embargo, le conté las citas que habíamos tenido, que había sido un completo caballero y todo aquello que le gustaba escuchar.

Nos hicimos la misma manicura, una combinación de manicura normal y francesa con tonos marrón más oscuro y tonos claros que eran perfectos para la época otoñal de estas fiestas. Después me pasé el día escuchándola criticar a todo el mundo.

Durante la cena con mi padre, le di el reloj que le había comprado por su cumpleaños y aún no había podido dárselo; le encantó. Se lo puso todo emocionado. Mamá se ilusionó al saber que Connor me había acompañado a comprarlo y me ayudó a elegirlo.

Había quedado con algunos amigos del instituto, fuimos al cine, a cenar y a tomar algo. Mi mejor amiga del instituto me había salvado dos veces de tener que aguantar a mi madre por lo que la recompensé invitándola a salir por ahí.

Para cuando era jueves estaba ya deseosa de ir a casa de mis abuelos para la cena de Acción de Gracias. Llegué antes que nadie, incluso que mis padres, porque necesitaba verlos y así podía ayudarles. Y porque empezaba ya agobiarme en presencia de mis padres.

—¡Emily! ¡Al fin! —saludó mi abuela abriendo la puerta. Eso me gustaba, ella nunca había tenido la necesidad de tener ninguna ama de llaves, criada, ni nadie que le hiciera la comida. Mi abuela podía ella sola con toda la casa, siempre la había llevado ella. Me gustaba eso, me había enseñado el valor de la humildad.

—Hola abuela—suspiré en un abrazo tierno. Eran los únicos que abrazaban. Mis tíos eran igual de estirados que mis padres, no sabía dónde habían perdido el cariño que mis abuelos les habían inculcado.

El sábado por la noche me acerqué a la cocina para hacerme una infusión. No me entusiasmaban mucho, pero a mis padres sí y había cogido la misma costumbre que ellos: los viernes y sábados por la noche que nos íbamos a dormir más tarde nos preparábamos una y nos la tomábamos mientras papá leía un libro y mamá y yo veíamos algún programa en la televisión. Estaba contestando un mensaje cuando entré en la cocina.

—¿Y esa sonrisita? —preguntó mi madre antes de añadir la infusión de la tetera en tres tazas—, ¿estás hablando con Connor?

—No —contesté demasiado deprisa.

«Mierda, tal vez debería haber dicho que sí».

Mi madre frunció el ceño bajando la tetera lentamente.

—¿Y con quién hablas?

—Solo es un amigo.

«Doble mierda, tendría que haber dicho que eran las chicas».

—¿Hablas por mensajes con un chico que no es Connor?

—Sí, ¿y qué?

—¿Él te permite hacer eso?

Eso me paralizó al instante.

—¿Cómo dices?

—¿Te deja hablar con otros chicos?

—Oh, no... —respondí con una risa sarcástica—, la pregunta la he entendido.

—¿Entonces? —arqueó una ceja.

—Connor no es mi novio mamá —empecé, luego me arrepentí y rectifiqué —, y aunque lo fuera, él no puede prohibirme hablar con otras personas.

—Claro que puede prohibírtelo, al igual que tú puedes decirle a él que no se acerque a otras chicas.

—¿Te estás escuchando? Cada uno es libre de hacer lo que quiera, una relación se basa en la confianza.

¿Princesa o muñeca? (Serie «Solo tú II»)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora