25

2.1K 273 21
                                    

La voz suave y angelical que había traspasado la puerta le había ablandado el corazón a Min, haciendo que subiera sus pantalones con velocidad  y pusiera aquel encendedor en su bolsillo. Deseaba salir de allí y lanzarse a los brazos de su amado, a ser mimado y olvidar todo el dolor que lo atormentaba cada mísero segundo.

—¿Yoonie? —llamó de nuevo el rubio, esta vez había impactado dos veces su puño contra la puerta con suavidad, deseando llamar su atención.

En menos de un minuto, la puerta fue abierta y Min saltó sobre él, sujetándolo entre sus brazos con fuerza, tratando de drenar sus males.

—Oh, cariño —habló con delicadeza el menor, tomando entre sus manos el rostro de su amado—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás aquí solo?

—Jimin, yo... —las palabras no eran necesarias, en cuanto bajó un poco sus pantalones todas esas manchas estaban bien visibles y hablaban solas—. Lo lamento tanto.

Jimin lo sujetó entre sus brazos como si se estuviera desmoronando, porque así era.

Lentamente, habían comenzado a caer escombros que cada vez se volvían más grandes, hasta que toda su vida se caía en grandes pedazos que era incapaz de detener. Park no podía detener el derrumbe, pero quizás podía sostener la pared hasta que los trozos no se desprendieran por sí mismos.

—No hay que pedir disculpas, no es necesario —aclaró el rubio, sus manos no dejaban de acariciar el cuerpo ajeno—. No es tu culpa, no estoy enojado contigo.

—Me he estado haciendo daño cada día.

—Debiste decirme para ayudarte, ¿sí? —el menor se alejó, limpiando las lágrimas que comenzaban a descender por el rostro de su novio—. Somos una pareja, somos dos, estoy para que te apoyes en mí y viceversa, mi amor.

No importaba si Park decía mil y un disparates, o simplemente murmuraba una palabra hueca, era su tono de voz, calmado y dulce, lo que le daba paz al corazón de Min. Tener a aquel muchacho a su lado relajaba el dolor de sus heridas, las físicas y las del corazón.

—¿Ibas a lastimarte ahora mismo? —cuestionó, cerrando la puerta del cubículo para que pudieran permanecer en soledad. Sus yemas acariciaban con cuidado mechones ajenos. Aquel pelinegro solo había asentido, lleno de vergüenza—. ¿Aún quieres hacerlo?

Pero esta vez, Yoongi negó con la cabeza. Sentir amor le calmaba el tormento, sentir compañía le hacía olvidarse de sus penas aunque fuera algo temporal. Lo que él necesitó durante toda su vida tan solo era el calor de alguien a su lado, que lo escuchara y le diera un hombro para llorar.

—¿Te parece venir hoy a mi casa? —sugirió el rubio, mientras repartía besos por el rostro ajeno—. Mi madre no está.

—¿De verdad no estás molesto? —cuestionó el pelinegro con angustia, mirando el rostro de Jimin para tratar de descifrar si había alguna mentira en sus palabras.

—No lo estoy, cariño —aseguró, plantándole un corto beso.

—Está bien, quiero ir a tu casa —farfulló, volviendo a pegarse al cuerpo del rubio para sentir su amor, su calidez.

—¿Puedes entregármelo, lindo? —la pregunta sonó como un suspiro, el tono de voz era bajo, como si de un secreto se tratara.

—¿Qué cosa? —su pregunta fue respondida cuando la mano de su novio bajó hasta su pantalón, metiendo su mano en el bolsillo delantero y sacando aquel objeto que sacaba flamas con tan solo presionar un botón—. Oh.

—¿Puedo tenerlo? —preguntó nuevamente—. Está bien si dices que no —aseguró, buscando de hacerlo sentir que no estaba forzado, que su amor no se detendría si no le daba aquel objeto.

wish you were sober | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora