La mañana era extremadamente fría, como si el tope del otoño hubiese llegado y lo único que recorrían las calles eran las brisas que tumbaban a las hojas secas de sus árboles.
Pero no era solo la estación lo que tenía a Jimin temblando de frío, era la soledad en la cama en la que se encontraba.
Yoongi no estaba a su lado.
Por más de que estiró su brazo, en caso de que estuviera en la orilla, no sintió el calor de su cuerpo ni por casualidad, como un indicio se que lo había abandonado hace poco tiempo. En cambio, las colchas se encontraban igual de heladas que su pequeño cuerpo, enrollado en las cobijas.
La tarde anterior le pasó factura y sus músculos quemaban como su hubiese corrido un maratón, incluso cuando siquiera se había levantado se su cama. Aquello hizo que le costara ponerse de pie en aquella solitaria mañana.
A pesar de su dolor, tenía clases que atender y un novio al que buscar por los pasillos de la escuela para preguntarle acerca de su repentina partida. No comprendía por qué lo había dejado solo o en qué momento lo había hecho.
Luego de bañarse, ponerse su ropa y tomar sus cosas, Jimin bajó las escaleras con cansancio, deseando descansar un poco más y tener un día tranquilo. Otra tarde en brazos de su amado era la cura de todo mal ahora mismo.
Y en el auto, observó los peatones en las veredas y los autos apresurados por llegar a sus trabajos en la mañana; observó un perro enorme con manchas marrones y dos gatos peleando en una esquina. Pero nada despertaba tanto su interés como para sacarle a Min de la cabeza.
Debía admitirlo, no solo era el hecho de que deseaba verlo, aún temía que se hubiese aterrorizado por caer en cuenta de que estaba con un hombre y estaba sobrio, por lo cual había decidido huir y no volver a encontrarse jamás. Aunque la idea sonara irreal, una inseguridad punzante le seguía alimentando aquel pensamiento.
Cuando llegó a su escuela, recorrió los pasillos con nerviosismo, moviendo sus pies velozmente por el suelo encerado, rebuscando entre cada rincón para hallar a su pelinegro. Revisó salones, baños e incluso entró al gimnasio, pero no podía ver siquiera un rastro que lo llevara al paradero de su enamorado.
Yoongi se había esfumado con las hojas de los árboles en otoño.
Luego de cumplir con sus asignaciones del día, asistiendo a sus clases y realizando las tareas, levantando su cabeza con velocidad cada vez que escuchaba la puerta con la esperanza de que simplemente Min hubiese llegado tarde, no hubo siquiera una seña de que estuviera cerca. Lo había abandonado.
Y, sin más remedio, Jimin corrió al único lugar donde lograba refugiarse durante momentos tristes. Estiró su pequeño dedito con lentitud y tocó el timbre, escuchando los pasos del otro lado.
—¿Jimin? —cuestionó Taehyung con confusión, haciéndose a un lado para permitir el paso a su amigo.
—¿Estás con Kook? —preguntó, mientras seguía a su amigo hasta la cocina, tomando asiento en la mesa.
—No. Él salió hoy con su madre así que no vendrá hasta la noche —explicó Kim, abriendo la alacena para sacar dos vasos.
—Tae... —balbuceó Jimin, en un hilo de voz que preocupó al pelirrojo, que volteó a mirarlo.
—Oh, Jiminie. ¿Qué pasó? —preguntó con cariño, abrazando con fuerza a su amigo apenas las lágrimas rebeldes se le deslizaron por las mejillas, corriendo como un grifo abierto.
—Yoongi no está... —no había fuerza alguna en la pronunciación de sus palabras, parecía tan solo limitarse a mencionarlas, como si doliera cada frase.
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wish you were sober | yoonmin
أدب الهواةJimin estaba cansado de ir a fiestas, de los destellos coloridos de las luces, de la música a todo volumen, de la gente pretendiendo ser alguien que no era, de que Yoongi solo lo amara cuando estaba pasado de copas. "Llévame donde la música no sea...