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— Mamá, solo fue una vez, por favor, yo- —trató de explicarse casi a punto de llorar, sentándose junto a ella en el sofá. Temía el regaño que lo esperaba, odiaba sentirse reprendido, equivocado, como una decepción.

— No es eso lo que estoy preguntando —interrumpió su madre, cruzando sus brazos sobre su pecho. Su expresión de había relajado—. ¿Qué tienes con Yoongi? Vi como se andaban mirando y te vino a buscar para desayunar, él nunca había hecho eso —dijo con curiosidad, deseaba demostrar interés en la vida de su hijo, deseaba que él sintiera que realmente tenía una madre.

Aunque fuera demasiado tarde, no perdía nada tratando.

La expresión de Jimin era un poema, estaba totalmente confundido, con sus ojos bien abiertos y un rubor extendiéndose por sus pómulos ante los comentarios de aquella mujer. No podía creer que ella se había dado cuenta tan rápido de que se traía algo con Min, él había tratado de ser totalmente disimulado.

Y es que por más de que se aguantara las ganas de tomarle la mano y besarlo en público, sus ojos delataban todas las emociones que entre ambos fulguraban, emanándose como un brillo que podría notarse a simple vista. Era imposible evitar ver aquel amor entre esos dos jóvenes.

— ¿Crees que él y yo...? —cuestionó perplejo, seguía creciendo un vago miedo en su pecho ante la idea de que su progenitora supiera acerca de su orientación sexual o de sus amoríos en proceso.

— Jimin, ningún amigo te lleva a comer en tu lugar favorito, va a buscarte cuando se lo pides y te mira con esos ojos —le dijo su madre, como si de algo obvio se tratara—. ¿Son novios?

— No lo somos, al menos no por ahora —murmuró, sintiendo sus mejillas arder.

Ni en un millón de años se hubiese imaginado en esta situación, donde su lo apoyara y se interesara en su vida, donde no le gritaba por ser gay o le hacía la ley del hielo hasta que se le fuera el enojo.

— ¿Se han besado? —siguió preguntando chismosa aquella señora.

— ¡Mamá! —chilló el rubio, sintiendo que todo su rostro y orejas estaban en llamas de la vergüenza.

— Ya, ya, solo tenía curiosidad —le dijo entre risas, acariciando sus hebras amarillentas—. Pero sabes que igual estás castigado, te dije que no me gusta esa camioneta —lo reprendió, señalándolo con su índice—. No quiero que salgas esta semana.

— Mamá... —susurró el joven como protesta, recostando su cabeza en el regazo de su madre.

Sentir amor maternal, sentir que había una mujer que te amaba y no te juzgaría, que no le gritaba ante cualquier mínimo problema y estaba allí para apoyarlo se sentía bien. Era algo que jamás había creído que experimentaría, pero hacerlo le sacaba una astilla del corazón que tenía bien incrustada desde hace años.

Si hubiese tenido siempre el amor de su mamá, quizás la vida no sería tan dolorosa ahora.

— Dije que no puedes salir, pero no que no puede venir —susurró la señora Park, haciendo a su hijo esbozar una encantadora sonrisa de emoción—. Pero que no se repita o será un mes encerrado, sin que nadie salga o entre, jovencito.

Y Jimin no reprochó, pues se sintió totalmente tranquilo cuando los dedos esqueléticos de aquella mujer se enredaron entre sus mechones, haciendo sentir a su corazón en paz. Sintiendo aquel delicado toque como el roce de la brisa veraniega, calmando el frío de su corazón y dándole la calidez para quedarse dormido en segundos.

Jimin estaba sintiendo el amor por primera vez en su vida y le aseguraría a cada ángel en el cielo que su paraíso era una falacia, pues el verdadero cielo lo hallabas en brazo de personas que te aman.

wish you were sober | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora