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Después de una semana más en libertad, finalmente las clases habían comenzado nuevamente. Aquel grupo de jóvenes se había visto obligado a regresar a su horario, acabando su alegría veraniega y siendo introducidos a su tortura otoñal tras aquellas cuatro paredes.

Sin embargo, para Jimin aquello no estaba tan mal, le gustaba la idea de poder ver a Yoongi a diario, le gustaba la idea de poder ver a sus amigos a diario y no iba a quejarse de tener también la oportunidad de ver a su novio jugar básquetbol; significa verlo sudando y jadeando agitado, ¿cómo podría negarse?

Aquella mañana se había puesto su uniforme y se hallaba en el auto de su madre, esperando a que el automóvil llegara a su escuela, divisando el edificio a lo lejos. La mañana apenas comenzaba y se sentía el frío en el viento que avisaba el final de una calurosa estación. Ya podía verse como los tonos verduzcos se degradaban y los suelos se llenaban de hojas secas que caían rendidas a los pies de sus árboles.

Cuando el vehículo se detuvo frente a las puertas de la institución, el rubio salió de allí, mirando a su madre quien había llamado su nombre.

—Hoy saldré con mis amigas hasta la noche, ¿estarás bien solo? —cuestionó, mirando a su hijo desde su asiento.

—Claro, mamá. No te preocupes —respondió al instante, con una suave sonrisa. Tener casa sola no era una mala noticia.

Luego de despedirse de su progenitora, se adentró en aquel lugar de paredes blanquecinas y adolescentes hormonales por doquier, hablando tonterías desde las primeras horas de la mañana y susurrando rumores del verano. Sin embargo, a pesar de que deseaba saber qué susurraba Sana acerca de Jungkook y Taehyung, sus ojos se centraron en en un par de jóvenes sentados frente a un salón, compartiendo un bolsa de frituras.

Jimin no le guardaba rencor a Seokjin, no era como que el mayor se hubiese aprovechado de él y le hubiese hecho algo horrible. Ambos habían usado al otro para sentir amor. Sus destrozados corazones tan solo estaban necesitados del mismo sentimiento y casualmente se habían topado en el camino. No habían durado demasiado y jamás habían hecho algo más que darse sutiles besos, pero aquella relación había existido, aunque no de llamaran novios, se usaban para llenar los vacíos en su pecho.

Kim siempre había estado enamorado de Namjoon, un muchacho con novia. Aquello había ocurrido hace ya un año, por lo cual no sabía qué sería de aquel moreno. Aunque sabía que esos dos hombres habían estado besándose en las fiestas últimamente, no comprendía si realmente había algo entre ellos. Mas sus dudas se disiparon al verlos sentados tan juntos, compartiendo aquellas patatas mientras Namjoon recostaba el peso de su cabeza en el hombro ajeno.

—Seokjin —llamó el rubio al mayor, saludando con su mano. El muchacho de piel tostada se había levantado al oír el nombre de su enamorado.

—Jimin —respondió con una sonrisa, tendiéndole el empaque medio lleno—. ¿Quieres un poco?

El menor no dudó en sentarse y tomar un par de papas, llevándolas a su boca. Miraba con curiosidad como el castaño llevaba con cariño uno de los bocadillos a los gruesos labios de su menor.

—Disculpen si les molesta que pregunte pero, ¿son novios? —preguntó Park, mirando la escena. Los ojos de amor con los que ambos se miraban los delataban más que cualquier palabra.

—Oh, sí —dijo Seokjin al instante dejando sobre el regazo de su amado el empaque y poniéndose de pie—. ¿Podemos hablar un segundo, Jimin? —cuestionó, esperando una respuesta positiva de aquel menor. Esta llegó al instante y se apartaron un poco para hablar.

El mayor estaba viendo por la ventana, buscando el valor de sacar aquellos sentimientos que se le atoraban en la garganta desde hace tanto. Su mente daba vueltas y le costaba encontrar las palabras correctas.

wish you were sober | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora