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Cuando Min se puso de pie, su corazón latía tan desesperado que le dolía, a pesar de la seguridad que su enamorado le transmitía, no podía evitar que los nervios brotaran en su pecho por ser visto tan débil, tan vulnerable.

Cuando se quitó los zapatos con sus manos temblorosas y siguió el pantalón, del le costó desabrochar los botones. Sus manos no paraban de vibrar ante la situación, realmente estaba nervioso.

— Si estás muy nervioso puedes detenerte, no te sientas obligado —las palabras de Jimin eran tan suaves que le ablandaban el corazón y le daban una calma que jamás creyó que podría sentir.

Pero Yoongi no le respondió, tan solo se quitó el pantalón, dejando sus piernas expuestas ante la mirada mansa y afectuosa de su amado. El rubio tuvo que contener un fuerte suspiro de dolor cuando pudo ver de lo que se trataba.

Su cuerpo era un delicado lienzo níveo lleno de montones de trazos profundos y rojizos debido a la sangre seca. Las líneas recientes decoraban gran parte de la parte superior del muslo. Pero eso no era todo, como pintura seca, se mantenían también allí trazos viejos ya cicatrizados, volviendo la piel dura y rojizo como muestra de su existencia. Incluso habían, justo en medio de sus piernas, en sus muslos internos, unas marcas deformes intentando ser redondeadas, parecían quemaduras antiguas que no tenían forma.

Su cuerpo estaba colmado de cicatrices en todas sus piernas y cuando creyó que eso era todo, el pelinegro se quitó la camisa, dejando a la vista su costado lleno de marcas menos profundas pero igual de notorias, viejas y llenas de dolorosos recuerdos.

Fue así como Jimin detalló que también habían de aquellos trazos sin rumbo en su muñeca, pero eran blanquecinos y más transparentes, había que mirar demasiado fijo para poder notarlas.

Todo su cuerpo estaba lleno de caminos sin destino, como fantasmas de dolores irremediables que le maltrataban el corazón y este, lleno de un martirio que lo hacía sentirse asfixiado, buscaba la manera en la que dejar ir un poco de aquel suplicio que lo ahogaba.

— ¿Tus padres lo saben? —cuestionó el rubio, poniéndose de pie y pasando su mano por el torso ajeno, sintiendo las irregularidades cuando sus yemas se deslizaban por los costados.

— Mi padre me golpea por esto, dice que solo imbéciles se dañan el cuerpo para resolver problemas —respondió, mirando los dedos de Jimin bajar hasta la liga del bóxer, donde una quemadura vertical que se veía bastante grave se perdía.

— Me pareces una persona muy fuerte como para resistir tanto daño, Yoonie —le susurró, besando fugazmente sus belfos, para luego encaminarse al baño. Cuando regresó, tenía un ungüento y algunos algodones en sus manos.

Yoongi jamás se había curado las heridas, solo las dejaba a su suerte, cicatrizados solas. Para él mejor si una se infectaba y le quitaba la vida.

— ¿Me permites? —cuestionó, arrodillándose para estar a la altura de las heridas más recientes en sus piernas. El pelinegro asintió con sus ojos picando.

No podía creer que alguien le estaba curando las heridas, que le estaba tratando el cuerpo como una escultura a la cual cuidar, que no huía con asco ante tal cantidad de manchas y trazos rojizos.

Cuando el algodón pasó sobre las heridas ardió como el infierno, pero Yoongi mordió con fuerza su labio inferior para evitar jadear dolorido.

Sus lágrimas comenzaron a bajar ferozmente, como una cascada que fluía sin pausas. No era el ardor en las piernas, era aquel en su corazón. Se sentía tan amado que dolía y sentía ganas de llorar.

— ¿Duele mucho, cariño? —cuestionó el rubio, cuando terminaba de limpiar las heridas de la otra pierna. Habían unas más graves que otras pero nada que fuera a matarlo, en una semana posiblemente ya estarían como simples recuerdos.

wish you were sober | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora