Deseo Silencioso ▪︎Wenclair ▪︎

25

El sol se comenzaba a mostrar iluminando toda la habitación, la pelinegra fue la primera en despertarse, podia sentir su cuerpo mas relajado, mas tranquilo y sabia perfectamente quien le daba esa terrible calma, su amada, su bella dama, se sentía miserablemente bien al saber que ella estaba devuelta a su lado abrazandola de esa manera protectora pero amorosa, levanto el rostro para que sus ojos oscuros admiraran la belleza de su novia, sus cabellos rubios algo desordenados, sus pestañas, el carmesí en sus mejillas, sintio como la ojiazul se removia en la cama acercandola a ella quedando a centímetros de esos labios rosados el cual era su droga favorita.

Acarició a estos con delicadeza, suspiro con anhelo, cuanto habia extrañado despertarla de esta manera y poco a poco acerco los suyos para al final suspirar con satisfacción al sentir ese dulce tacto, era uno que le causaba un escalofrío terriblemente satisfactorio, movió sus labios con dulzura hasta sentir el tacto calido en su mejilla, su chica habia despertado y tomado el mando de el beso, sonrio en medio de este para después de unos minutos separarse por falta de aire, miro directo a esos ojos azules que la admiraban de una forma tan brillante, tan expresiva que sentía esas arañas revolverse como locas en sus entrañas.

—Buenos días Mi luna.–Murmuro la rubia con una sonrisa.

—Terribles días para ti, Cara mia.–Respondio la morena dándole un casto beso a su amada.

—¿Nos vestimos?–Comento la ojiazul y solto una leve risa al mirar el carmesí en las mejillas pálidas de su amada.

La mas baja habia olvidado que anoche habian sucumbido a sus instintos mas bajos, se habia consentrado tanto en el hecho de que tenia a su dama de nuevo que habia olvidado que anoche habia vuelto a hacer el amor con su amada, le dio un leve golpe a la ojiazul que portaba una risa burlona y se levanto a cambiar tomando claro un suéter no tan colorido de la licantropa, se habia vuelto una costumbre ya ademas para que negarlo a Enid le resultaba lo mas hermoso ver a su mate con su vestimenta, su loba meneaba su cola de alegría aullando con tal sentimiento, su luna era preciosa y mas con sus prendas.

Cuando ambas se habían vestido aprovecharon nuevamente para acurrucarse teniendo la ventaja de que era un fin de semana, Addams tomo asiento en el regazo de la ojiazul quien en cuanto tuvo a su mate acurrucada en ella comenzo a darle besos por todo el rostro hasta terminar admirando el rostro de su amada, sus ojos oscuros que brillaban de forma tan calida que le hacia a su loba menear de la felicidad, el carmesí en sus mejillas que le hacia lucir mas bella de lo que ya era y dios esos labios rojizos los cuales la volvían mas que loca, relamio los suyos para posteriormente besar los de su amada sintiendo que era correspondida al instante, tierno, amoroso y dulce, asi era como se sentía el beso.

—Te amo tanto Luna mía...–Murmuro sin aliento la rubia mirándola con adoración.

Sinclair sonrio cuando miro a su amada sonreír de forma mínima, el como los ojos avellana brillaron de forma tan cariñosa que su loba aullo de alegría completa, y sintió su corazón latir de forma tan loca que le hacia tan feliz al sentir como su novia la besaba por todo el rostro mientras de vez en cuando acariciaba su rubio cabello hasta volver a sentir que era besada con tanto amor que le derretia el corazón,sonrio en medio del beso hasta sentir como su dama se separaba de ella para ahora ser admirada por la contraria, Merlina podia ver el azul brillar en los ojos de la más alta, el rojizo adornando sus mejillas y los labios rosados que eran un delirio, una droga absoluta para ella.

—Yo también te amo con locura Cara mía...–Farfullo soltando un suspiro de anhelo al admirar a su novia.

Estaban en su tierna burbuja llena de besos y mimos sientiendose acurrucadas la una a la otra hasta que escucharon la puerta ser tocada, Enid gruño creyendo que era una amenaza pero ante los besos tiernos de su mate se relajo un poco aunque no dudo ni dos veces en acompañar a su luna para abrir la puerta mientras tomaba de la cintura a la pelinegra quien tenia minimamente el rojizo en su rostro, abrió la puerta encomtrandose con aquel grupo que se dedico a cuidarla que si bien lo decía en su miserable alma los llamaba aliados, amigos en otras palabras.