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El goteo inundaba el lugar, pero no sabía de dónde provenía, sus ojos solo veían negro. Luego de los 2.046 minutos, había perdido la cuenta de cuánto tiempo permanecía en el lugar.

El goteo volvió a sonar y se encogió en sí mismo, lo más que las cadenas y los grilletes se lo permitían.

El goteo volvió a sonar y pensó en Jaemin. Su ignorante, ignorante hermano. Ignorante del amor que sentía Jimin por él, de la protección que Jimin le ofrecía sin que él lo supiera. Ignorante de lo afortunado que era, de no tener que vivir bajo el régimen y las órdenes del Señor Tenebroso.

El goteo volvió a sonar y el resentimiento por su padre (Lo odio. Lo. odio) creció aún más. El saber que no estaría en este lugar, sino fuera porque lo ofreció ante el Señor Tenebroso. El saber que lo miserable que era, era por su crianza y las expectativas que le puso en su cabeza.

El goteo volvió a sonar y la espalda de su madre apareció de manera fugaz. Su mirada fría e indiferente, dejándolo al cuidado de los elfos y las institutrices que lo criaban. Recordó el niño pequeño que era, desesperado por el amor y aprobación de su madre, el cual deseó durante toda su vida.

El goteo volvió a sonar y quería las palabras cálidas de Lyra. Su compañía, su risa, su ingenio. Pero también su tristeza de estar encerrada en la mansión Pucey hasta que no cumpliera con su deber de dar a luz a un heredero. Como una yegua.

El goteo volvió a sonar y los ojos sin vida de Vanessa Martin lo miraban. Revivió como la sangre salía del cuerpo de su compañera de clases (Amiga. Amiga. Amiga), abandonándola a través de sus poros cuando la mato. La primera vez que tuvo que enfrentarse a alguien que conocía, en la nueva piel de monstruo que lo viste.

El goteo volvió a sonar y la imagen de JungKook parecía tan lejana. Sus manos no recordaba cómo era tocar al joven mago, su voz sonaba borrosa en su cabeza y las curiosidades de su pequeño amor se desdibujaban. El deseo se acumuló en su estómago (¿O es hambre?) y no quería nada más que abrazarlo. Abrazarlo. Besarlo. Sentir su calor. Su amor. Su todo.

El goteo volvió a sonar y un rayo de luz lo cegó.

— Mierda, Gage, te dijimos que no lo dejes tanto tiempo solo. Míralo, parece un animal.

— ¿Qué iba a saber yo? El Señor Tenebroso dijo que teníamos que darle una lección.

— Una lección, no dejarlo inservible — Un suspiro de cansancio se escuchó y luego una tos — Merlín, huele horrible. ¿No has enviado a tus elfos que le arrojen agua? — Silencio. — Mierda, eso está jodido, Gage.

— Como dije, el Señor Tenebroso dijo que teníamos que darle una lección.

Confundido, sintió que algo lo jalaba del cabello y soltó un pequeño quejido débil. Parpadeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz hasta que su vista se aclarara. Frente suyo y agachado a su altura estaba Macnair, quien con su otra mano sostenía un pañuelo sobre su nariz, cuidándose del fétido olor que Jimin no podía sentir. Detrás del mortífago más viejo, Philp Gage miraba a Jimin asqueado desde la entrada de lo que parecía un sótano.

— ¿Me recuerdas, Park? Hey, hey, mírame, mis ojos están aquí — La voz de Macnair se escuchaba amortiguada por el pañuelo.

Los ojos de Jimin estaban dando vueltas por todo el lugar. Tratando de recordar cómo había llegado ahí, aprovechando los pocos segundos que se le permitía un poco de luz natural. Su cuerpo dolía como nunca antes, pero ya había dejado de sentir ciertas partes de su cuerpo, como sus manos o pies. Trató de moverse, pero su cuerpo no le hacía caso, no le respondía.

— Mierda, está completamente ido — Macnair lo suelta y el cuerpo de Jimin cayó al suelo de golpe, pero el golpe de su rostro no le dolió, en verdad, se amortiguó gracias al tirón de sus manos que permanecían encadenadas a la pared a sus espaldas — Gage, él sigue siendo un mortífago. ¿Ahora qué tengo que hacer? El Señor Tenebroso quiere verlo, y no me sirve si parece un jodido Longbottom.

Neon →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora