Todo había ido como la seda y Gavi y yo habíamos ido a ver a Lucas de vez en cuando.
Aunque las cosas se habían complicado un poco para él: su madre se había puesto mala.
Siendo sincera no sabía muy bien como estaba el asunto, y Gavi tampoco quería hablarlo.
Quería hacerle saber que podía contarme lo que necesitase cuando lo necesitase. Aunque estaba tan frío y distante que eso me estaba resultando un poco imposible.
Él y yo no éramos iguales.
Yo había aprendido a dominar mis emociones y apartarlas para poder evitar problemas con la gente que quería, pero él no.
Gavi no sabía manejar sus sentimientos y a veces le ganaban más de lo normal.
Me encontraba sentada en el sillón comiendo yogur cuando la puerta de casa se abrió dejándome ver a Gavi entrar por ella.
Como las últimas semanas, no traía buen cara.
Me quedé mirándole esperando un beso, uno que no llegó.
Le vi subir las escaleras en dirección al baño.
Solté un suspiro y me levanté dispuesta a seguirle y hablar las cosasde una vez por todas.
Cuando llegué al baño la puerta estaba cerrada, y no dudé en abrirla.
Gavi estaba desnudo y le vi girarse para mirarme.
– Gavi, ¿podemos hablar de todo esto?
– ¿Hablar de qué?– preguntó un poco serio.
– De porque estás así. No puedo estar viéndote caminar por los pasillos y ni siquiera decirte nada. Joder.
– Ada, ¿qué dices?– espetó.
– Gavi, ¿tú me quieres?
Le vi mirarme fijamente y asentí dándome la vuelta y yendo hasta la puerta.
Pegué un portazo al cerrar y me limpié las lágrimas para después ir a la habitación, vestirme y salir de allí.
Empecé a andar por las calles mirando todo a mi alrededor y me paré en una cafetería.
Había pedido un café cuando un chico se sentó en la silla que había a mi lado y me miró.
– ¿Problemas amorosos?
– ¿Perdona?– pregunté.
– Solo una mujer triste por problemas amorosos vendría a una cafetería a las nueve y media de la noche.
Lo miré fijamente. Era pelinegro, sus ojos eran marrones y adictivos y tenía una sonrisa preciosa.
– Bueno, debo decirte que ganaste.– dije sonriendo a medias.
– Soy Thiago.
– Soy Ada, encantada.– sonreí.
Él me dio una sonrisa y entonces mi café llegó a la mesa.
Estuvimos charlando sobre cosas varias y banales y entonces supe que ya era tarde y que tenía que volver.
Aunque caí en que no pensaba ir a casa de Gavi. Jamás.
Llamé a Sara, quien al segundo tono me lo cogió.
Aceptó en qcogerme en su casa, al menos por esta noche.
Thiago se ofreció a acompañarme y aunque al principio me negué, acabó caminando a mi lado.
Llegué a casa de mi mejor amiga, que me esperaba en la puerta.
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𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐋𝐄𝐒𝐒 +18 | Pablo Gavi
Teen FictionAda no cree en los cuentos de hadas, ni de princesas aunque puede que no lo tenga fácil cuando se encuentra con Pablo Gavi.