XVIII

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⚠️ Contenido Explícito

Narra Gavi

Ada había estado de aquí para allá firmando papeles.

Había vendido su casa sin titubeos y sinceramente la admiraba.

Era increíble la madurez que tenía para sobrellevarlo todo y aun así tener tiempo para darnos a su hermano y a mí unas de sus mejores sonrisas.

Su padre había hablado con ella para llevarla a Salamanca.

Pero ella no iba a dar su brazo a torcer, más cuando tenía que llevarse a Lucas y encima con un padre que no era el suyo.

Me había encargado de recoger a Lucas del colegio.

Cosa que había sido graciosa, porque había tenido a quinientos niños, bueno, y padres también, mirándome y pidiéndome fotos y firmas.

– ¿Y Ada?– murmuró Lucas cuando lo monté en el coche.

– Estaba en clase como tú. Ahora en casa la ves.

Lucas aplaudió y sonreí.

Me monté en el coche y entonces arranqué para ir de vuelta a casa.

Cuando llegamos, bajé a Lucas del coche y salió disparado en busca de su hermana.

Entré y vi a Ada agarrando a Lucas en brazos y mientras moviendo una espátula.

– Que bien huele eso.– murmuré sonriendo.

Ada bajó a Lucas y este se fue al salón.

– ¿Qué tal en clase?– pregunté mirándola.

– Bien. ¿Y tú? ¿Qué tal el entrenamiento?

– Genial.

– ¿Estás cansado?– preguntó.

Negué con la cabeza y saqué una botella de agua de la nevera.

– Necesito mucho más para cansarme.

Le vi mirarme y sonreí.

Solo yo sabía las ganas que le tenía.

Aunque ahora mismo era lo más complicado del mundo.

Siempre que llegaba de clases, comía, dormía un poco y después ayudaba a Lucas con los deberes que tuviera, luego se iba al gimnasio y cuando volvía se duchaba, cenaba y se iba a dormir.

Era como un muro de contención.

Nos sentamos los tres a comer y después la vi tumbarse en el sofá.

Lucas había cogido la rutina de dormir la siesta en su habitación, así que no me sorprendí cuando le vi subir las escaleras.

Me tumbé al lado de Ada y la miré fijamente.

Se había acurrucado en una de las esquinas del sofá y estaba arropada con una manta.

La vi coger un cojín y supe que iba a quedarse dormida en cuestión de segundos.

Pero esta vez no lo hizo.

– ¿No duermes?– pregunté.

– No tengo sueño.– murmuró.

Encendí la televisión y me puse a ver una película.

Un rato después la sentí apoyarse en mi hombro y sonreí.

Después se acurrucó a mí y sentí una de sus manos apoyarse en mi abdomen.

– Ada.

Me miró fijamente.

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐋𝐄𝐒𝐒 +18 | Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora