VIII

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Irme de casa con un niño de cinco años no había sido fácil, y más cuando iba a quedarme en casa de Gavi.

Lucas subió las escaleras observándolo todo.

– Lucas, deja de tocar eso.

– Déjalo, es un jarrón viejo que puse ahí como decoración.

Miré a Gavi y después vi a Lucas ir al jardín.

Lo seguí y me acerqué a Lucas.

– ¿Mamá no va a enfadarse?

Solté un suspiro.

– Sí, Lucas, va a enfadarse. Mucho. Pero sabes que esto lo hacemos por nuestro bien.

Me miró fijamente y después se sentó en el césped.

Me apoyé en una mesa que había y miré el cielo.

– ¿Quieres que os tome en serio?

Me giré viendo a Gavi llegar con un vaso de agua.

– Es solo hasta que entienda que Lucas es su hijo. No tuyo.

Lo miré fijamente y asentí.

– Gracias.

– No me las des.

Miré a Lucas, que estaba observando todo a su alrededor.

– Ve a cambiarte, yo me encargo de él hasta que termines.

Asentí y fui a la habitación, cogí ropa limpia y después de darme una ducha y vestirme, bajé yendo a la cocina.

– ¿Para qué sirve esto?

Me escondí y vi a Lucas subido en una silla y a Gavi a su lado, cocinando algo.

– Esto es una espátula, la tienes que usar para no quemarte.

– ¿Y eso?

– Eso es un colador, ahí hechas la comida y si tiene agua, se sale por los agujeritos.

Sonreí y entré en la cocina.

– Ada, ¿tú usas la espátula para no quemarte?– preguntó Lucas mirándome.

– Pues claro enano, si te quemas te haces pupa.

Él asintió y después estuvo mirando lo que hacia Gavi, embelesado.

Me asomé y vi a Gavi cortar una cebolla a una rapidez increíble.

Decidí dejarle a él en la cocina y después fui a poner la mesa, pero entonces sonó mi móvil.

Lo cogí viendo que la que llamaba era mi madre.

Iba a dejar que sonase pero entonces Gavi llegó para arrebatarme el móvil de las manos.

Lo perseguí para poder recuperar mi móvil.

Entonces le vi hablar y solté un suspiro.

No tardó mucho en colgar y entonces se giró mirándome y me devolvió el móvil.

– ¿Qué ha dicho?

– Que eres una irresponsable.

Lo miré fijamente y después se acercó a mí.

– Deja que diga lo que quiera, al final acabará dándose cuenta de que lo está haciendo mal.

– ¿Cuando? Ella nunca se da cuenta de lo que hace mal. Solo ve los fallos de los demás.

Me acarició los hombros y me miró fijamente.

– Tiempo al tiempo, Ada.

Lo miré y asentí aún no muy convencida.

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐋𝐄𝐒𝐒 +18 | Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora