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Calmo el salvaje palpitar de mi corazón, sé que estoy en desventaja porque no puedo ver a mi enemigo, pero si lo puedo escuchar, sentir, deducir.

Me enfoco en mis oídos y con rapidez doy vueltas a mi eje, precipitando los movimientos, sus pies son pesados y puedo escucharlos a mi alrededor, mi espada la dirijo a mi izquierda en un abanico consiguiendo dar con la armadura de él, el sonido viaja a mis oídos y puedo ser un mapa mental de dónde está su posición, el sonido de su hoja batiente, como rompe el viento y el rechinar de su acero.

Otros minutos son los que continuamos en batalla, esquivo y lanzó espadasos a diestra y siniestra, manteniendo al enemigo lejos de mi posición.

Pero un descuido me hace perder el equilibrio y caer al suelo rápidamente.

Al levantarme una fina hojilla está en mi garganta.

- ¿te rindes? - Susurra a mi derecha.

Me tiene neutralizada, mi espada había caído de mi mano unos segundos y fue imposible recuperarla antes de ser sometida por mi espalda.

- Fue al menos interesante ¿No? - Dice el Rey negro.

- Yo Rey del Fuego te condenó a muerte Rey de Plata - Cierro mis ojos, dispuesta a enfrentar mi fracaso en la arena.

- Quiero ver su rostro cuando lo sentencies hermano - Dice el Rey dorado, bajando de su caballo y acercándose a mi. Le arrojó una mirada furiosa, cuando está en mi campo de visión a unos cuantos centímetros.

- No lo puedo creer - Murmura cuando me quita el casco y mi cabello enmarca mi rostro

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- No lo puedo creer - Murmura cuando me quita el casco y mi cabello enmarca mi rostro.

El Reino Alado 🪽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora