Las damas me llevaron antes de que se dieran las 12 de la medianoche, me estaban preparando en la habitación que antes me pertenecía, me vistieron con ropa muy extraña. Y me cubrieron con una bata de satín blanca que abarca hasta mis pies.
Recuerdo cuando mi madre me cepillaba el cabello en las noches y me contaba de cuando me casará que mi esposo sería un caballero y que el amor estaría entre nosotros, que no debo de sentir miedo en la transición de las nupcias.
Terminan con los preparativos y salimos, siendo escoltada con cuatro velas encendidas e iluminando el cami a la que era la Habitación Real, la que un día fue de mis padres, al estar de frente a la puerta soy despojada de la bata que me brinda seguridad y me dejan dentro de la habitación, la cual se ve muy diferente.
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Me dirijo a la chimenea para calentarme un poco, pensando en cómo calmar el temblor de mis manos. Hasta que el sonido en la puerta me pone alerta.
