✿ 02: paciencia.

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— Bien, Vicky... — susurró, reposando aquella canasta con flores sobre su yegua. — No te muevas o me voy a caer.

El blanco animal se quedó quieto, esperando pacientemente a que ella se subiera.

Vicky era la yegua de su abuelo, tan dulce como él solía serlo. Era tranquila, calmada y alegre, sin miedo a nada.

Pero _________ la notaba triste luego del fallecimiento de su abuelo dos meses atrás, tal vez al igual que ella.

La casa era terriblemente triste sin él. Le faltaba alegría... Aquellas charlas que compartían ya no estaban presentes, y su corazón dolía cada vez que lo recordaba.

Pero intentaba salir adelante, a pesar de las negativas de Eduardo.

Por dos meses le había prohibido salir de su casa, alegando que él le iba a proporcionarle todo lo necesario para vivir, pero ella no quería.

No quería depender de nadie para volver a quedarse sola cuando faltara. Se negaría hasta el último día de su vida.

Necesitaba sentirse independiente.

Por eso el día en que Leonardo debía irse a otro pueblo había cortado algunas flores, las había envuelto en pequeños ramos y las había colocado en una canasta.

— Vamos, Vicky... Llévame hacia el pueblo.

La yegua comenzó a caminar, tomando el rumbo que tomaban todos los días por costumbre.

El sol era caliente, pero la brisa era fresca mientras ambas iban en dirección a aquel pueblo.

La gran mayoría del trayecto había sido tranquila, había entonado algunas canciones y de vez en cuando le daba caricias al animal, pero luego de media hora comenzó a divisar una casa a lo lejos.

Una gran casa.
Demasiado grande.

Se sorprendió cuando llegó. Nunca había visto una casa tan grande, aunque en realidad la única que había visto además de la suya era la de Leonardo, que vivía en la dirección opuesta, y era un rancho simple al igual que la suya.

Varios coches estaban frente a aquella casa. Ella los miró con atención.

Pensó que los únicos tipos que había eran del tipo que tenía Leonardo, o como el viejo modelo que tenía su abuelo y usaba en circunstancias excepcionales.

Sus labios se fruncieron, sintiéndose como una tonta. ¿Cuántas cosas no sabía del mundo real solo porque su Abu había querido protegerla?
Sus libros no hablaban de esas cosas...

Vicky redujo su marcha, deteniéndose a un costado, justo en la puerta de aquella casa. Ella tiró de la cuerda, indicándole que siguiera, pero no sé movió.

Flowers | Valeria GarzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora