✿ 10: preguntas.

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Después de dos días, Valeria se preguntaba si haberla besado había sido una buena idea

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Después de dos días, Valeria se preguntaba si haberla besado había sido una buena idea.

No porque estuviera arrepentida o algo por el estilo... Simplemente consideró que había descubierto una nueva adicción, y que no podía dejarla ir.

Adicción a los bonitos labios de la muchacha.

Por eso, mientras ambas estaban sentadas en su escritorio, Valeria mordía sus propios labios para contenerse de poder besarla.
La muchacha fruncía sus cejitas, mirando aquella hoja que Valeria había escrito para ella.

— ¿Este número es el mayor, verdad? — preguntó curiosa, señalando aquel ejercicio matemático.

— Así es... — susurró embobada, mirando su reloj. — Cuando termines el último nos vamos a tu rancho.

— ¡¿En serio?! — preguntó emocionada, removiendose inquieta en su silla mientras resolvía los últimos dos ejercicios.

Valeria era una buena maestra. Con su ayuda y su paciencia había logrado reconocer números de tres cifras, casi llegando a las cuatro.
Se sentía orgullosa, y sabía que su abuela debía estar feliz por el gesto de la mujer.

Se levantó emocionada y Valeria la imitó.

— Vamos, vamos, vamos. — pidió emocionada y Garza rió un poquito, tomando por su cintura a la muchacha para evitar que pudiese hacerse daño.

— Tranquila... — dijo divertida, ambas saliendo de su casa.

— ¡Vicky, voy a casa! — dijo emocionada a su yegua, que descansaba en aquel patio frontal.

Valeria sonrió ante lo adorable que se veía, y sin poder resistirse la apretó un poco contra ella. La muchacha la miró emocionada, y aprovechando la cercanía le dio un beso fugaz sobre sus labios.

— Gracias, Val... — susurró bajito. — Tenía tantas ganas de ir a casa aunque fuese por un ratito...

— Si quieres podemos pasar la noche allí. Además, llevo una maleta para que puedas traer algunos de tus vestidos y estés más cómoda en casa.

— Gracias... — susurró, sonriendo con ternura cuando sintió los besos de Valeria en sus mejillas.

— Vamos, o se hará de noche.

Ambas subieron a uno de los autos de Garza y partieron rumbo al rancho de la jovencita.

Todo el trayecto habían estado hablando, y la muchacha no podía dejar de imaginarse lo bonitas que estaban sus flores.

Pero nunca imaginó que, en la puerta de su casa estuviese Leonardo.
El hombre se giró ante el sonido del auto de la mujer que estacionaba detrás del suyo y dio un suspiro de alivio enorme, corriendo a ellas solo para abrir la puerta del copiloto y sacar a la muchacha.

Flowers | Valeria GarzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora