Ocho.

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El lunes siguiente, me encontraba en los escalones del porche

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El lunes siguiente, me encontraba en los escalones del porche. Intentaba dibujar algo a lápiz, no era mi fuerte, pero me defendía lo suficiente para que las demás personas supieran que era lo que estaba plasmado en el papel.

Intentaba capturar los árboles que rodeaban la granja de mis abuelos. Eran gigantes, algunas de sus ramas eran tan alargadas que cubrían buena parte del terreno. Otros incluso daban frutos, manzanas y peras en su mayoría.

Me estaba frustrando porque no lograba que uno de los más bonitos me quedara como yo quería, cuando un carraspeo me hizo voltear hacia arriba.

—oh, hola Daryl – dije, poniendo mi mano sobre la frente para taparme el sol y verlo mejor

—te traje algo – soltó sin rodeos

—¿a mí?

Me había tomado por sorpresa, él estiró su mano con una bolsa de papel arrugada.

—¿Qué es? – la curiosidad se estaba apoderando de mi

—ábrelo – hizo un ademan con la cabeza para que lo hiciera

Tome la bolsa con cuidado, procurando abrirla de la misma forma. Nos estábamos llevando mejor, pero era probable que quisiera jugarme una broma y necesitaba estar prevenida.

Encontré varias pinturas para usarlas en óleo. De nuevo, mis ojos se dirigieron a él. Estaba confundida, no sabía que decir.

—¿pintura? – cuestione de forma torpe

—sí. Dijiste que no trajiste la tuya y vi está en un puesto ayer – explicó –. No sé si sea útil

—es perfecta – le sonreí –. Muchas gracias, ¿Cuánto te costó? Voy por dinero

—¿Qué? no, nada... son tuyas – le restó importancia con un ademan de manos

Me obligue a no decir ninguna tontería que lo incomodara.

—gracias Daryl, en serio, no tenías que hacerlo – pude responder –. Pero ¿Por qué?

Sabía que era una pregunta riesgosa y no quería que lo tomara a mal, sin embargo, me moría de ganas por saber que era lo que lo orillo a comprarme la pintura.

—bueno, pasaste un mal rato la otra noche por mi culpa. – encogió un solo hombro –. Es para compensar

—Daryl, no estoy molesta ni nada – suavice un poco más mi voz –. Como bien te dije, tuve una buena noche, son cosas que pasan

Le regale una media sonrisa. Sus ojos azules me miraron por unos segundos que para mí se volvieron una eternidad. Me imagino que quería estar seguro de que mis palabras fueran verdad.

Carraspeó, regresándome a la realidad.

—¿puedo ver? – quiso cambiar de tema rápidamente

Lo vi estirar el cuello para curiosear en mi libreta. La cual extendí hacia él para que tuviera una mejor visión de mi trabajo. No le enseñaba estas cosas a cualquiera, pero su interés me pareció agradable.

Ocean Eyes || Daryl Dixon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora