Cinco.

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—¿segura de que no quieres ir? – me dijo Nona por cuarta vez

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—¿segura de que no quieres ir? – me dijo Nona por cuarta vez

—no, ustedes disfruten de sus amigos, yo me quedo aquí para ver que la clase termine bien y cerrar todo. – la reconforte con un apretón en su hombro

—déjala, Clare, – Nono le tomo la mano –. Ella ya es una joven capaz de cuidarse sola, aparte no vamos a volver tan tarde

—eso dijiste hace un par de días y volviste hasta la madrugada – le recrimino ella

—ustedes no se fijen en la hora, yo estaré aquí

Nona no estaba muy segura de dejarme sola en medio de la nada, pero sabia cuidarme, no vivía ya con mis padres y a veces salía muy tarde de la facultad o de la biblioteca, sumando que me hicieron tomar clases de defensa personal por si algo sucedía, estaba lista para patearle el trasero a cualquiera.

Los vi irse unos minutos más tarde en la camioneta del abuelo. La clase de equitación iba por la mitad, por lo que me daría tiempo de poner algo en el horno antes de meter a los caballos al establo.

En el pueblo Nono consiguió manzanas y zarzamoras frescas, me costó trabajo decidir qué tipo de pay hacer, pero mis ganas de uno de manzana pudieron más contra las zarzamoras.

La cocina de mis abuelos era una maravilla, rustica, pequeña, pero con todo lo necesario para hacer cualquier cosa que desearas. Aparte de tener una gran ventana que te dejaba ver el campo y los atardeceres más bonitos, aunque este día parecía que una tormenta estaba por caer.

Metí el pay en el horno justo a tiempo. Jesse apenas estaba por guardar a los caballos y los truenos cada vez se hacían más presentes.

—te hubieras quedado en la casa, yo podía hacerlo solo. – dijo el pelinegro –. Así no te empapas

—terminamos más rápido y de todas formas tengo que cerrar el taller – le dije llevando a Amaranto dentro del establo

—creo que eso solo es una excusa – sonrió por lo bajo

—una más de esas y vas a conocer mi lado rudo – le advertí

Desde hace un par de días Jesse empezó con sus chistes y a tomar más confianza de la que ya tenía de por sí, aunque me hizo notar que, en efecto, de repente Daryl se tomaba más tiempo del necesario en guardar su moto o salía con más frecuencia del taller a fumar.

De todas formas, no necesitaba esos comentarios ahora.

—gracias por la ayuda, ahora ve con tu pretendiente – Jesse se despidió con un ademan de manos

—me las vas a pagar – le advertí

Las gotas enormes comenzaron a caer antes de que pudiera poner un pie cerca de la casa. Me maldije por no llevar paraguas, tendría que volver a la casa por uno y regresar al taller, solo esperaba que la llovizna se quedara así.

Ocean Eyes || Daryl Dixon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora