Veintisiete.

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Jesse considero que no debía hacer nada los últimos días, sobre todo porque tenía el corazón roto

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Jesse considero que no debía hacer nada los últimos días, sobre todo porque tenía el corazón roto. Intente de mil formas ayudarle con el establo, pero él se negaba y me castigo sentándome en un barril mientras él se encargaba de todo.

—es como si estuvieras enferma – dijo, rastrillando la habitación de Smore –. Así que no puedes mover un dedo o morirás

—creo que estas exagerando – solté una risita

—Bonnie me dijo como estabas y luego yo mismo te vi, toda hinchada – hizo una mueca –. Dudo que eso sea estar bien

—me estas juzgando por mi aspecto físico y eso es muy grosero – le enseñe la lengua –. Da igual, ya pasó, podría hacer algo para mantener mi mente ocupada

—te quiero cuidar, ¿Cuál es la parte que no entiendes?

Se coloco con las manos en las caderas y el ceño fruncido, a pesar de tener un físico rudo, él era demasiado adorable. No dude en bajarme del barril y abrazarlo, se volvió uno de los mejores amigos que tuve en mucho tiempo.

—está bien, pero si necesitas ayuda, estaré justo allí – señale el barril en cuanto nos separamos

—es justo donde te quiero

Volví a mi asiento, meciendo mis pies que no alcanzaban el suelo. Jesse empezó a relatarme una de sus historias graciosas las cuales le había sugerido poner en un libro, porque parecían sacadas de uno.

Me sacó un par de carcajadas, unas de verdad, no como las sonrisas falsas que estuve dando a las personas después de lo sucedido en el granero. Era como una bandita en toda esa herida y aunque no la cubriera por completo, él junto a Bonnie lo habían hecho más fácil.

—entonces mi mamá solo vio como salí volando y...

—y ¿Qué? – lo anime a seguir –. Jesse, no hagas pausas para ponerle dramatismo

Jesse señaló hacia atrás de mí con la cabeza, tuve que moverme sobre el barril para ver qué era lo que estaba distrayéndolo. Daryl estaba parado con las manos en los bolsillos, viéndonos como un conejito asustado.

—creo que mejor iré a tirar la basura. La carreta está llena – Jesse se movió de forma torpe

—no, no hace falta – mi voz sonó más dura de lo que imagine –. ¿Qué quieres?

—¿podríamos hablar? – Daryl comenzó a mordisquearse el labio

—no, supongo que tú y yo ya no tenemos nada de qué hablar, así que... — me encogí de hombros

—Adhy, solo intento que las cosas mejoren

Daryl empezó a avanzar en mi dirección mientas que el vaquero hacía lo propio, pero hacia el lado contrario.

—ni un paso más, Jesse – amenace al chico con mi índice –. Y tú, creo que así están bien – esta vez me dirigí a Daryl –. No necesitamos arreglar nada, porque no hay nada entre los dos

Ocean Eyes || Daryl Dixon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora