Reflejo

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El sol se oculta lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y un curioso rosa. Nia aprieta con fuerza el volante de su automóvil mientras recorre el camino que la lleva a un lugar apartado, alejado del bullicio de la ciudad. Su rostro refleja una mezcla de anticipación y nerviosismo. Después de años de lucha, finalmente ha concluido su tratamiento para superar su fobia a su propio reflejo. Ha sido un proceso agotador, necesita descansar.

Ahora, en busca de paz y serenidad, se dirige a una casa que ha alquilado en un lugar apartado. Tanto que ni siquiera pudo hallar información del sitio por ningún medio, excepto el folleto que estaba sobre la mesa en la sala de espera de la clínica dónde realizaba su tratamiento. Aunque en el momento le pareció un poco extraño, también hubo una atracción inexplicable al mirar las imágenes de dicho lugar.

El camino se adentra en un denso bosque, donde los árboles parecen susurrar con el choque de la hojas secas entre sus ramas retorcidas. La poca luz del atardecer se desvanece rápidamente, reemplazada por una penumbra inquietante que envuelve todo a su alrededor. El viento se ha vuelto frío, parece arrastrarse por la nuca de Nia provocando que se estremezca. Su reciente alegría se desvanece, un escalofrío recorre su espalda. Nia comienza a cuestionarse si es mejor dar media vuelta y regresar a la ciudad, o quizás ir a otro lugar.

La carretera, ahora cubierta por una espesa capa de hojas muertas, se extiende ante ella. Los faros del automóvil atraviesan la oscuridad, revelando apenas lo suficiente para mantenerla alerta. El paisaje se vuelve cada vez más sombrío a medida que se acerca a su destino. La naturaleza parece haberse vuelto hostil, las ramas de los árboles tienen grotescas formas que se asemejan a manos retorcidas y garras afiladas.

Finalmente, después de lo que le parece una eternidad y de que la noche se ha hecho presente, Nia llega a la casa donde va a alojarse. Se alza majestuosa ante ella, envuelta en sombras y misterio. Una mansión antigua, de piedra oscura y ventanas rotas, que parece querer devorarla a través de sus paredes agrietadas. El aire se vuelve pesado y opresivo, como si la propia casa estuviera impregnada de una presencia malévola. Nia sacude la cabeza, temiendo que se trate de una alucinación. Y efectivamente la construcción ya no luce tan aterradora, las ventanas y las paredes se miran en perfecto estado.

—Cuando encienda las luces se verá mejor —comenta a sí misma.

En cuanto a la visión de hace un momento lo atribuye a un autosaboteamiento, quizás de forma inconsciente no cree haber superado su fobia y por ello desea volver encontrando defectos en el edificio. Con un nudo en el estómago, Nia se adentra en la casa. El interior está sumido en una penumbra aún más densa que la del bosque circundante. Apenas da un paso y su corazón da un vuelco.

—¡¿A quién se le ocurre poner un espejo en la entrada?! —masculla enojada.

En un lado de la pared hay un espejo, una tela cubre una parte pero otra está descubierta, solo fue un momento pero al ver su reflejo envuelto en las sombras y con la poca luz de la luna tiembla de miedo, por un instante su figura estaba distorsionada.

—No, no, no. Es la falta de luz, sí, ya he superado esto, antes de salir de casa me miré y todo estaba bien, sí, no pasa nada malo —murmura e intenta tranquilizarse.

Respira profundo, coloca bien la tela para cubrir el espejo con las manos temblorosas. Intenta encontrar el interruptor de la luz sin éxito. Ante esta situación decide que es mejor volver, no puede quedarse, tiene un mal presentimiento.

Antes de que pueda salir la puerta se cierra con fueza, afuera el viento se ha vuelto loco, se escuchan truenos y por la ventana se ven relámpagos.

Nia abre la puerta y la lluvia cae, mezclado con el viento le golpea la cara y la hace retroceder. No le queda más que suspirar.

El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora