Bajo las densas ramas de un antiguo árbol, un hombre primitivo se encuentra acurrucado, atrapado en una situación aterradora y desconocida.
Es la primera vez que sale solo a cazar, se ha alejado bastante de donde se encuentra su tribu.
La noche ha caído rápidamente durante su caminata oscureciendo el cielo.
El aire a su alrededor sopla con una fuerza despiadada, haciendo que el cabello de la persona primitiva se agite. Cada ráfaga de viento la empuja y tira de él, recordándole constantemente su vulnerabilidad ante los elementos.
Los fuertes vientos ululan en sus oídos, llenándolos de un murmullo incesante y amenazador.
Un líquido frío comienza a caer del firmamento. La persona primitiva, incapaz de entender el concepto de la lluvia, busca refugio bajo el árbol para evitar el contacto con ese misterioso líquido, antes solo lo ha visto ya que normalmente se resguarda cuando el cielo se ennegrece. La lluvia resuena en su cabeza como un estruendo incesante, sumergiéndolo en un estado de confusión y temor.
Mientras lucha por mantenerse seco, la persona primitiva nota algo extraño en el cielo nocturno. Luces brillantes y desconocidas atraviesan el firmamento, moviéndose de manera errática y perturbadora. El hombre es incapaz de comprender la naturaleza de esos fenómenos, se siente aún más aterrado.
En medio de este caos celestial, las hojas del árbol bajo el cual se refugia comienzan a agitarse violentamente. Parece como si estuvieran siendo sacudidas por una fuerza invisible y maligna. El aire se torna espeso y cargado, mientras la persona primitiva se aferra al árbol, temiendo ser arrastrado por la tempestad.
En medio de esa oscuridad y confusión, la figura primitiva se da cuenta de que algo enorme se acerca en la distancia. El sonido de pisadas pesadas y amenazadoras resuena en sus oídos, llenándolo de un terror indescriptible. El suelo tiembla bajo los pasos de esa criatura desconocida, cuyo aspecto y naturaleza son un misterio absoluto.
Enfrentado con esta pesadilla, la persona primitiva se encuentra en una encrucijada. Su única oportunidad de defensa radica en una roca afilada que ha encontrado a su lado, o un pedazo de madera largo y afilado que puede utilizar para pelear. Sin embargo, duda en tomar cualquiera de ellas, temiendo que cualquier movimiento pueda atraer aún más la atención de la criatura desconocida. Sus instintos son fuertes, es lo único que lo ha mantenido con vida.
Con el corazón palpitando con fuerza y la mente sumida en el caos, la persona primitiva toma una decisión desesperada. Decide abandonar su refugio bajo el árbol y correr en busca de un lugar mejor. Inseguro y asustado se lanza hacia la oscuridad, sin saber qué peligros le esperan más allá, pero sabe que no puede quedarse y enfrentar a esa criatura, sea lo que sea, quizás con los de su tribu sería más valiente, pero en ese momento no, no cuando está completamente solo.
La lluvia cae con una intensidad implacable, golpeando el cuerpo semidesnudo de la persona primitiva como diminutos dardos afilados. Cada gota gélida penetra en su piel, dejando una sensación de humedad y frialdad que se arrastra por su cuerpo haciéndole temblar. La lluvia cae en sus ojos, enturbiando su visión por lo que tiene que parpadear constantemente.
El trueno retumba en el horizonte, sacudiendo el suelo y vibrando en los huesos de la persona primitiva. Cada estruendo es como un rugido amenazador, una advertencia de la ira de la naturaleza. El sonido es ensordecedor, abrumando los oídos y llenando el aire con una electricidad palpable.
Mientras se adentra en la maleza, el hombre puede sentir cómo el mundo a su alrededor parece desmoronarse. El estruendo en el cielo se intensifica, y el suelo tiembla con más fuerza cada paso que da. El temor de que el firmamento se esté desmoronando se apodera de él, agregando un nuevo nivel de horror a su ya aterradora situación.
Los relámpagos rasgan el oscuro cielo, iluminando brevemente el paisaje y dejando que la persona primitiva vea destellos fugaces de su entorno. Cada destello es como una visión fantasmal, revelando sombras y formas distorsionadas que desaparecen rápidamente en la oscuridad. La luz intensa provoca la contracción de los ojos, dejando la visión momentáneamente desorientada.
El suelo, antes firme y estable, ahora se convierte en un lodazal resbaladizo y peligroso. Cada pisada que la persona primitiva da es un desafío, ya que el barro se aferra a sus pies descalzos y amenaza con hacerle caer. Cada resbalón y tropiezo es peligroso, si cae y se hiere podría no sobrevivir; es una muestra de la fragilidad de su existencia en medio de esta tormenta despiadada.
En medio de esta furia de la naturaleza, el hombre se siente indefenso y diminuto. Cada sensación es abrumadora, desde el viento que acaricia su piel hasta el estallido del trueno que resuena en su ser. La tormenta es implacable, le hace consciente de su propia mortalidad y su lucha constante por sobrevivir en un mundo hostil.
A medida que la tormenta continúa su danza desenfrenada, la persona primitiva se aferra a su fuerza y resistencia interior. A pesar de estar a merced de los elementos, se niega a ser derrotado. En medio de la oscuridad y la incertidumbre, la persona primitiva corre sin descanso, buscando desesperadamente un refugio seguro mientras espera pacientemente a que el rugir de los elementos se desvanezca y la calma regrese a su mundo para volver a su tribu. El miedo lo impulsa a seguir adelante, ignorando el agotamiento y el dolor que se apoderan de su cuerpo.
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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locura
HorrorEl terror se aferra a la psique humana como un depredador insaciable. Es un lamento trágico que se infiltra a lo más profundo del ser, consumiendo la paz y la libertad. Cada latido del corazón se convierte en un eco de ansiedad, haciendo que cada re...