En un día apacible y tranquilo, una feria itinerante llega a un pequeño pueblo. La gente, ansiosa, acude en masa al lugar para ver sus preparativos, es poco común la llegada de ese tipo de eventos o atracciones. La emoción y el bullicio llenan el aire mientras los habitantes se preparan para acudir a divertirse. Es un día soleado y el ambiente se viste con un cielo azul brillante y una brisa cálida que sopla suavemente. Es un tema que se habla, todos preguntan a sus familiares o amigos si acudirán y si pueden ir juntos.
Desde temprano por la mañana, la plaza principal del pueblo se encuentra en un completo frenesí. El equipo de la feria trabaja arduamente para montar las coloridas carpas y los juegos mecánicos que pronto atraerán a grandes multitudes.
Las risas y los gritos de alegres se escuchan en el aire mientras los niños se apresuran por las calles, ansiosos por vivir todas las aventuras que les esperan en la feria. Nunca antes habían visto semejantes juegos y no pueden esperar para que comience la feria. Los adultos también se contagian de su energía desbordante y se reúnen en pequeños grupos, comentando con entusiasmo sobre los puestos de comida y las atracciones que están por venir.
Las horas pasan. Las calles se llenan de vida a medida que se acerca la hora de la apertura. El sonido de las campanas de la iglesia anuncian el final de la misa de la tarde y sus feligreses se apresuran a ir a casa para luego acudir a la feria. Todas las miradas se dirigen hacia la entrada principal, donde las puertas se abren lentamente, revelando un mundo de lleno de magia y alegría.
El bullicio en la plaza principal alcanza su punto máximo cuando los primeros visitantes entran en el recinto de la feria. Los puestos de comida exudan deliciosos aromas, desde algodón de azúcar hasta palomitas de maíz y diversas golosinas y alimentos salados. El ruido de las risas se mezcla con la música y el tintineo de las monedas en los juegos, creando una sinfonía de emociones.
Los niños no pueden contener su entusiasmo mientras corren de un lado a otro, decididos a probar cada atracción. Montañas rusas, carruseles, tiro al blanco, el júbilo se desborda en cada rincón. Los padres siguen de cerca, disfrutando de la diversión con sus hijos y regalándose a sí mismos un merecido descanso de la rutina diaria.
La feria se convierte en el lugar de encuentro de amigos y vecinos, quienes se saludan con alegría y se reencuentran en medio de la diversión. El sonido de las risas y las conversaciones animadas llena el aire, creando un ambiente acogedor y festivo.
Conforme avanza el tiempo, la feria se va iluminando con luces de colores que reflejan la alegría de sus visitantes. La noche cae y el brillo de las atracciones resalta contra el oscuro cielo estrellado. Los fuegos artificiales estallan en el horizonte, dejando una estela de luz y color que ilumina la feria y llena de asombro a todos los presentes.
Quizás por ello un hombre pasa desapercibido.
Es un hombre solitario, cuyo nombre no es necesario mencionar, pasea por los coloridos puestos de la feria, disfrutando de las atracciones y comprando curiosidades. Los vendedores ofrecen una variedad de artículos extravagantes, desde muñecos espeluznantes hasta amuletos misteriosos. El aroma tentador de palomitas de maíz dulces y manzanas acarameladas se mezcla con el aire fresco de la noche.
Sin embargo, el verdadero espectáculo se despliega en el escenario principal, donde un mago talentoso y su asistente cautivan a la multitud con sus trucos asombrosos. Los aplausos y las risas llenan el aire mientras el mago prepara su acto final.
El hombre se acerca, camina entre la multitud, está solo pero en ese instante se siente acompañado y se contagia de la alegría de los demás.
El mago y su asistente realizan un truco que desata la belleza efímera de cientos de mariposas. Las pequeñas criaturas aladas emergen de la nada, llenando el cielo nocturno con su gracia y elegancia. La multitud estalla en vítores y aplausos, maravillada por la magia que se despliega ante sus ojos.
Pero entre los rostros sonrientes y las risas contagiosas, el hombre solitario se siente invadido por el pánico. Su corazón palpita descontroladamente y su respiración se acelera. Desde su infancia, ha luchado contra una fobia incontrolable hacia las mariposas, una aversión inexplicable que lo ha atormentado durante años. Su carácter de por sí es introvertido, y a sus pocos conocidos nunca les ha hablado de ese miedo por temor a las burlas. Por lo tanto solo él es consciente del horror que está experimentando.
Las mariposas comienzan a revolotear a su alrededor ante la envidia y asombro de las demás personas que miran cómo vuelan rodeando al hombre, él intenta alejarse con el rostro pálido, pero las alas vibrantes y delicadas parecen seguirlo a donde quiera que vaya. El sudor frío empapa su frente mientras su mente se nubla con el miedo. Siente que los insectos se aferran a su piel, que se le cierran alrededor en un torbellino sofocante.
De repente, las mariposas oscurecen su visión, su vuelo se vuelve errático y frenético. El hombre solitario grita desesperadamente, tratando de escapar de su atormentador enjambre. Pero las mariposas se multiplican, envolviéndolo cada vez más en su aleteo agitado y frenético. En medio del caos y los ruidos ensordecedores de la feria nadie parece darse cuenta de su espeluznante tormento.
En medio de la confusión y el horror, siente cómo las alas de las mariposas se vuelven afiladas y punzantes. Los pequeños cuerpos se transforman en criaturas grotescas, con ojos oscuros y dientes afilados. Las mariposas se aferran a su cuerpo, perforando su carne y bebiendo de su sangre.
El grito del hombre se desvanece mientras las mariposas lo arrastran hacia su insondable destino. Su último aliento se pierde en el aire, y la multitud, ajena a la tragedia que acaba de ocurrir, continúa aplaudiendo y riendo, pensando que es parte del truco, sin saber que han sido testigos de un destino aterrador.
La feria, ahora envuelta en un aura de misterio y oscuridad, desaparece del pueblo al amanecer, llevándose consigo los horrores inexplicables que ocurrieron esa noche.
Incluso la belleza más inocente puede guardar el terror más profundo.
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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locura
HorrorEl terror se aferra a la psique humana como un depredador insaciable. Es un lamento trágico que se infiltra a lo más profundo del ser, consumiendo la paz y la libertad. Cada latido del corazón se convierte en un eco de ansiedad, haciendo que cada re...