Velas

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En la tranquila noche de Día de Muertos, cuando el reloj se acerca a la madrugada, un aura misteriosa envuelve el aire. Las casas están adornadas con altares, resplandeciendo con las luces de las velas que iluminan las fotografías de los seres queridos que ya partieron.

En las angostas calles empedradas, una procesión de sombras avanza lentamente desde el cementerio. Son las ánimas de aquellos que descansan eternamente. Sujetan en sus manos unas velas blancas, cuyas llamas titilan con una luz mortecina. No hay sonido alguno, solo el susurro del viento que parece llevar consigo los suspiros de los difuntos.

Las ánimas avanzan en silencio, pero su mirada trasciende el velo que separa el mundo de los vivos del reino de los muertos. Si divisan a una persona viva en su camino, se acercan sigilosamente. Con gesto sereno, intentan entregarle una de las velas. Pero aquellos que conocen la antigua advertencia saben que no deben aceptarla.

Si alguien acepta la vela de las ánimas, un terrible destino les aguarda. La enfermedad se apoderará de su cuerpo, desatando fiebre, escalofríos y otros síntomas desconcertantes. Y cuando la noche se vuelva más sombría, el ánima que le ha otorgado la vela vendrá a reclamar su alma, arrastrándolo hacia la oscuridad eterna.

En medio de esta atmósfera cargada de misterio y peligro, los vivos caminan sin miedo, pues conocen esta creencia y saben cómo evitarlo.

La noche avanza, y el aire se vuelve más denso. Las sombras de las ánimas se alargan sobre el suelo, como garras extendidas, buscando presas desprevenidas. Y sin embargo no hay maldad en su actuar, si llegan a su altar, que han colocado sus seres queridos, se dispersan y se reencuentran a la hora acordada. Para volver a su merecido descanso.

Así, en esta noche de Día de Muertos, cuando la línea entre el mundo de los vivos y los muertos se desdibuja, los destinos se entrelazan. Las ánimas avanzan en su eterno peregrinaje, buscando la paz y el descanso eterno, pero también tentando a los vivos con un destino oscuro y desgarrador.

La noche continúa su lento avance, y las ánimas siguen su marcha. Las velas blancas iluminan su camino, y los vivos, cautelosos, se mantienen alerta, evitando el contacto con aquellos que ya traspasaron el umbral de la muerte. En esta noche de Día de Muertos, el misterio y el horror se entrelazan, envolviendo a todos en una sombra que solo se disipará con la llegada del nuevo amanecer. Hay una mezcla de respeto y temor.

 Hay una mezcla de respeto y temor

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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora