Gérmenes

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El hombre está atrapado en el supermercado, un espacio abrumador lleno de estantes repletos de productos y una multitud de personas desconocidas. El aire se siente cargado y viciado, como si estuviera impregnado de peligros invisibles. Su mirada está fija en el suelo, tratando de evitar cualquier rastro de suciedad o contaminación. La iluminación fluorescente destaca cada detalle, revelando las imperfecciones y la suciedad que tanto teme.

La gente a su alrededor parece una mancha borrosa, un enjambre de figuras que se mueven de manera apresurada y desordenada. Cada tos o estornudo resuena en sus oídos como el eco de un tambor ominoso. Su piel se eriza, su cuerpo se tensa y una sensación de repulsión se apodera de él, como si estuviera sumergido en un mar de asco.

El hombre se siente invadido por una necesidad obsesiva de mantener la distancia, de evitar cualquier contacto con aquellos que muestran signos de malestar. Cada vez que alguien se acerca demasiado, siente una opresión en el pecho y una sensación de náusea que le hace retroceder instintivamente.

El supermercado, en su estado actual, adquiere una atmósfera opresiva y agobiante. La combinación de luces brillantes, estantes abarrotados y personas que parecen una masa indiferenciada, crea un ambiente caótico y amenazante. El hombre se siente atrapado en un escenario de pesadilla, donde la contaminación y la enfermedad acechan en cada esquina.

Sus sentidos parecen estar en alerta máxima, captando cada pequeño detalle que podría representar un peligro para su salud. El olor a detergentes y productos químicos se mezcla con el aroma de las personas y la comida, generando una mezcla nauseabunda que le provoca arcadas. El tacto de las superficies se convierte en una sensación de repugnancia, como si estuviera en contacto directo con la suciedad y los gérmenes que tanto teme.

El miedo se apodera de él, una inquietud constante que se manifiesta en forma de escalofríos y sudoración profusa. Su mente se llena de imágenes aterradoras de microorganismos invisibles, como si pudiera verlos danzando en el aire que respira. La idea de la enfermedad y la muerte se convierte en una sombra oscura que lo persigue, amenazando con destruirlo por completo.

En medio de aquel supermercado contaminado, el hombre se siente indefenso y desesperado. Cada segundo que pasa aumenta su temor, su sensación de estar atrapado en un mundo de peligros inminentes.

Su respiración se agita y su corazón late desbocado, una sensación de pánico y angustia domina su ser.

Cada vez que alguien tose o estornuda cerca suyo, su cuerpo se tensa y su piel se eriza. El miedo a la enfermedad se vuelve incontrolable, como una bestia voraz devorando sus pensamientos y emociones. Siente una repulsión intensa, una necesidad obsesiva de alejarse de cualquier persona que muestre signos de malestar.

El sonido de las personas tosiendo y estornudando se convierte en un eco constante en los oídos, como si fueran los tambores de la muerte. Puede imaginar las partículas de virus en el aire, flotando amenazadoramente a su alrededor, esperando el momento perfecto para infiltrarse en su cuerpo y destruirlo.

Su cuerpo tiembla, sus manos sudan y su mente se llena de imágenes aterradoras de bacterias y gérmenes. Cada vez que ve a alguien toser, su estómago se revuelve y siente un nudo en la garganta. El miedo se convierte en un monstruo gigante que lo persigue, amenazando con devorarlo por completo.

El hombre se aferra a su carrito de compras como si fuera un escudo protector, tratando de mantener una distancia segura de los demás. Evita el contacto visual, reduciendo
así cualquier posibilidad de contagio. Sus movimientos son cautelosos y lentos, como si estuviera caminando sobre una cuerda floja en medio de un abismo.

A medida que pasa el tiempo, el supermercado se vuelve un laberinto de peligro y temor. El hombre se halla atrapado entre las estanterías, rodeado de personas que tosen y estornudan sin cesar. Cada vez que alguien se acerca demasiado, su cuerpo se tensa y siente la necesidad urgente de escapar.

El terror se ha apoderado de él por completo, convirtiéndolo en prisionero de su propio miedo. La sensación de asco y repulsión lo consume, haciéndolo sentir vulnerable e impotente. Sus pensamientos se vuelven oscuros y pesimistas, creando una atmósfera de paranoia en su mente.

El hombre lucha por mantener la calma, pero sus sentimientos y emociones están en constante conflicto. La sensación de estar sucio o contaminado lo ha llevado al límite de lo soportable, sumiéndolo en un estado de agobio y pavor indescriptibles. En medio de aquel supermercado, su única esperanza es encontrar una salida y escapar del miedo que acecha a cada paso.

 En medio de aquel supermercado, su única esperanza es encontrar una salida y escapar del miedo que acecha a cada paso

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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora