Escamas

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En la penumbra de la noche, el hombre con despierta sobresaltado. Un escalofrío recorre su columna vertebral mientras siente una extraña sensación de rigidez en su cuerpo. Con el corazón palpitando desbocado, se sienta en la cama y enciende la lámpara de noche. Lo que ve a continuación lo sumerge en un terror indescriptible.

Su piel, antes suave y humana, se ha vuelto escamosa y áspera. Sus dedos han crecido y se han alargado en delgadas extensiones, adquiriendo la forma de garras de un reptil. El hombre siente un nudo en el estómago y su respiración se vuelve entrecortada mientras observa cómo su propia carne se transforma, y debo de su abdomen su cuerpo ha cambiado al de una serpiente.

El horror se adueña de su ser, y mientras su ser muta, su mente está lúcida y plenamente consciente de su transformación. Cada escama que brota, cada músculo que se alarga, es una tortura mental que lo sumerge en un estado de angustia inimaginable. La sensación de perder su humanidad, de ser arrastrado hacia un abismo de instintos primitivos, lo consume como un fuego abrasador.

—¡No! ¡Esto no puede estar pasando! —grita desesperado, su voz llena de terror y desesperanza.

Pero sus palabras se pierden en la estancia, sin encontrar respuesta. El hombre se aferra a su humanidad con todas sus fuerzas, luchando contra los instintos que amenazan con tomar el control. Siente el flujo de su sangre alterada, el latido de su corazón pulsando en sintonía con el reptil que está emergiendo en él.

El miedo se agolpa en su pecho, una sensación de claustrofobia que lo asfixia. Cada movimiento de sus músculos escamosos, cada cambio en su anatomía, lo sumerge en una espiral de pavor. La sensación de pérdida, de estar siendo arrancado de su propia identidad, lo consume hasta el punto de la locura.

—¡No puedo dejar que esto me consuma! ¡Soy humano! ¡Tengo que resistir! —grita con desesperación, su voz llena de determinación y pavor.

El hombre lucha contra la transformación, aferrándose a la última hebra de humanidad que queda en su interior. En medio de su tormento, busca respuestas, soluciones, cualquier rastro de esperanza para revertir lo que está ocurriendo. Pero mientras su cuerpo se retuerce y se contorsiona, la línea que separa al hombre de la serpiente se desdibuja cada vez más.

En la oscuridad de su habitación, el hombre se debate entre la humanidad y el reptil que amenaza con reclamarlo por completo. Sus ojos, que ahora tienen una pupila vertical, reflejan el miedo y la determinación de una lucha trascendental. Mientras la transformación avanza, su batalla interna se intensifica, y en su mirada aún queda un destello de esperanza, un destello de humanidad que se niega a extinguirse.

Su cuerpo se desliza silenciosamente por el suelo, mostrando una agilidad y una gracia reptante que desaparece en la oscuridad.

Su cuerpo se desliza silenciosamente por el suelo, mostrando una agilidad y una gracia reptante que desaparece en la oscuridad

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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora