Un hombre camina por la solitaria calle, sosteniendo la correa de su fiel compañero canino. A medida que la noche avanza, su miedo a la oscuridad se intensifica, sin embargo trabaja durante el día la solo puede sacar a pasear al camino por la noche.
Una inquietante sensación de inseguridad se apodera de él, y su corazón late con fuerza en su pecho, como si anticipara algo aterrador. Intenta mantener la calma, pero su cuerpo está tenso y sus músculos se contraen involuntariamente.
El perro, ajeno al tormento interno de su dueño, sigue su camino con curiosidad, olfateando el aire nocturno. El hombre trata de distraerse, pero cada sombra se convierte en una amenaza potencial. Una brisa fría acaricia su rostro, y sus sentidos se agudizan, alertas a cualquier indicio de peligro.
De repente, sin previo aviso, la oscuridad se cierne sobre ellos. Una negrura absoluta se extiende rápidamente por todo el entorno, como si un manto sin fin hubiera envuelto el mundo. El hombre es incapaz de ver su propia mano frente a él. La sensación de estar atrapado en una dimensión desconocida lo invade, dejándolo con una profunda sensación de desamparo.
—¿Qué está pasando? —dice el hombre en un susurro, su voz temblorosa y apenas audible en medio del vacío.
El perro, sintiendo la angustia de su dueño, ladra con ansiedad, buscando alguna respuesta en su compañero humano. El hombre se aferra a la correa del perro, buscando consuelo en su presencia leal. Sin embargo, incluso el contacto con su animal de compañía no logra disipar su temor abrumador.
El hombre y su perro están en medio de la oscuridad asfixiante, sin poder ver más allá de sus narices. A medida que avanzan, escuchan los gritos de otras personas que también se ven atrapadas en este abismo negro. Los lamentos y la confusión llenan el aire, pero nadie puede encontrar una explicación.
Sus instintos les instan a avanzar hasta llegar a su hogar, que afortunadamente está cerca, el hombre confía en el canino podrá hallar el camino de regreso con su olfato.
Algunas casas se iluminan con débiles destellos de velas, pero incluso esas pequeñas fuentes de luz no logran disipar la oscuridad que se ha apoderado de todo. Las lámparas de emergencia han dejado de funcionar, la luna no emite su resplandor habitual y la electricidad parece haber sido tragada por la negrura.
El hombre se aferra a la correa de su perro, buscando seguridad en la presencia del animal. Sin embargo, ambos están llenos de aprensión y temor. El perro emite gruñidos bajos, sus instintos le advierten de un peligro inminente. El hombre, mientras tanto, siente un escalofrío recorrer su espina dorsal, como si una mano helada hubiera acariciado su piel.
—No entiendo qué está pasando, amigo —dice el hombre en un susurro angustiado, intentando tranquilizar al perro y a sí mismo.
El perro responde con un gemido lastimero, incapaz de encontrar consuelo en ese momento de incertidumbre. Ambos avanzan con cuidado, sus movimientos torpes en medio de la oscuridad total. Cada paso que dan es un desafío, ya que no pueden ver los obstáculos que se interponen en su camino.
La mente del hombre se llena de pensamientos aterradores, mientras su corazón late con furia. Siente una opresión en su pecho, como si un peso invisible se hubiera posado sobre él. Su respiración se vuelve entrecortada, y el aire parece carente de vida, como si le faltara oxígeno.
El perro, a su lado, muestra signos de inquietud y miedo. Sus orejas están erguidas, alerta a cualquier sonido que pueda indicar peligro. Cada vez que un ruido se cuela en la oscuridad, el perro se sobresalta y emite un gruñido bajo, sus músculos tensos y preparados para actuar.
El hombre siente su piel erizada, como si cientos de pequeñas agujas lo estuvieran pinchando. Su mente juega con él, creando figuras grotescas y distorsionadas en la oscuridad en la cual no siquiera es posible ver nada más. La incertidumbre y el miedo se entrelazan en su interior, envolviéndolo en una espiral de pánico.
Más adelante del camino, el hombre escucha los llantos y los sollozos de otros, desesperados por encontrar una salida a esta pesadilla. Algunos gritan en busca de ayuda, mientras que otros se sumen en un silencio abrumador en los que únicamente su lamentos hacen eco de sus presencias. La oscuridad ha engullido a todos, dejándolos a merced de sus peores temores.
El hombre y su perro continúan su caminata con determinación, con la esperanza de llegar a su hogar y sentir un poco de seguridad, aquello se convirtiéndose en su única fuerza en un mundo que ha sido sumido en la más profunda penumbra.
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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locura
HorrorEl terror se aferra a la psique humana como un depredador insaciable. Es un lamento trágico que se infiltra a lo más profundo del ser, consumiendo la paz y la libertad. Cada latido del corazón se convierte en un eco de ansiedad, haciendo que cada re...