La noche está envuelta en un silencio sepulcral mientras una chica de 13 años se desliza sigilosamente por los oscuros senderos. Su vestimenta consiste en un abrigo largo y grueso, y una gorra de lana que cubre su cabeza. Sostiene una hoja arrugada en sus manos, en la que con trazos temblorosos se encuentra dibujado un mapa que la llevará a un circo abandonado. Sus amigos han prometido reunirse allí, y su curiosidad ha vencido cualquier temor que pueda haber sentido. El viento sopla helado y las sombras se alargan, creando una atmósfera inquietante. La luz de la luna le permite ver el mapa en sus manos, pero el viento frío y las sombras inquietantes la llenan de temor.
Finalmente, llega al lugar indicado y una sensación de desolación se apodera de ella. El circo parece haber sido olvidado por el tiempo, con sus lonas desgarradas y sus estructuras oxidadas. La luna apenas logra filtrar su tenue luz a través de las nubes, iluminando el escenario desolado. Un eco siniestro resuena entre los viejos carromatos y los restos de lo que alguna vez fue un lugar lleno de risas y música. El olor a humedad y decadencia se hace más fuerte a medida que la chica avanza. Siente que el aire se torna espeso y pesado, como si estuviera entrando en un mundo paralelo donde los temores más oscuros se hacen realidad.
La luna apenas logra filtrar su tenue luz a través de las nubes, iluminando apenas el escenario desolado.
La chica siente cómo el miedo comienza a apretarle el pecho, y sus pasos se vuelven más cautelosos. La madera cruje bajo sus pies, cada sonido amplificado en la quietud de la noche. El viento susurra entre los árboles cercanos, creando sombras inquietantes que parecen moverse por sí solas. Una sensación de opresión la envuelve mientras se adentra más en el circo abandonado.
De repente, un payaso emerge de las sombras, su maquillaje enigmático y su sonrisa pintada en su rostro. La chica, desconcertada, se acerca lentamente.
—Disculpa, ¿has visto a mis amigos? —pregunta con una voz temblorosa, tratando de ocultar su creciente inquietud. Olvida que se supone que no debería hacer nadie más trabajando ahí.
El payaso con su ropa de colores brillantes y su sonrisa pintada le muestra un aspecto gentil, la mira fijamente, su mirada penetrante parece perforar su alma. Un escalofrío recorre el cuerpo de la chica mientras la mueca pintada se deforma en algo aterrador y retorcido. El ambiente se carga de una oscuridad palpable y el miedo se apodera de ella.
Sin decir una palabra, el payaso comienza a perseguirla a través de los pasillos vacíos del circo. La chica corre desesperadamente, siente cómo sus latidos resuenan en sus oídos y que sus piernas se debilitan y amenazan con rendirse ante el agotamiento y el miedo abrumador. Cada vez que mira hacia atrás, solo ve la imagen grotesca del payaso acercándose cada vez más. La adrenalina bombea por sus venas, se mezcla con el pánico que la embarga.
El aire se vuelve pesado y sofocante, dificulta su respiración. Sus pies apenas tocan el suelo mientras corre, los sonidos de sus propios pasos se mezclan con los latidos de su corazón acelerado. El terror la envuelve, su mente se nubla y solo puede concentrarse en escapar de aquel ente terrorífico que la persigue incansablemente.
Cada sombra, cada rincón oscuro parece cobrar vida, convirtiéndose en el refugio de sus peores pesadillas. El payaso, con su risa macabra y su figura distorsionada, parece estar en todas partes a la vez. La chica siente cómo sus piernas se debilitan, amenazando con rendirse ante el agotamiento y el miedo abrumador.
Finalmente, en un último acto de determinación, encuentra una salida y corre hacia la libertad, pero el camino parece tan lejano. Justo cuando escucho él está a punto de alcanzarla escucha voces provenientes de afuera, a quienes reconoce como sus amigos.
Por alguna razón eso parece detener al payaso.
La chica corre sin aliento hacia la salida del circo abandonado, sus amigos la han estado buscando. Los encuentra justo afuera.
—¡Al fin te encontramos! ¡Hemos estado esperándote hace horas! —exclama una de sus amigas, sorprendida—. ¿Y que haces aquí? Este no es lugar en que nos reuniríamos.
—Lo siento, yo... ¿me perdí? —responde la chica, tratando de componer su respiración agitada. Cuenta lo que le sucedió, relatando su encuentro con el payaso. Se pregunta si era solo su imaginación o si realmente había alguien ahí.
Uno de los chicos del grupo interviene.
—Oí una historia hace un tiempo… dicen que en este lugar vive un asesino disfrazado de payaso. ¿Te suena? —pregunta, observándo a todos con una expresión de terror.
Los amigos, chicos y chicas, se miran entre sí, asustados. No entienden cómo ella pudo haber llegado allí si el mapa indicaba el otro circo abandonado en una dirección completamente diferente. Cuando no la vieron llegar alguien mencionó ese otro circo y por si las dudas acudieron. La chica saca el mapa y se percata de que se ve distinto al que estaba siguiendo antes.
—Si nuestras voces le espantaron... ¡No quiero imaginar que habría pasado si no veníamos! —comenta espantada otra chica.
—¡Debemos irnos de aquí! ¡Rápido! —exclama uno de los amigos, con urgencia en su voz.
Se dirigen hacia la salida, corriendo en pánico ante la idea de que el asesino pudiera estar detrás de ellos. Llegan a sus casas y llaman a sus padres, aterrorizados, incluso si estarán eternamente castigados. La policía llega y les regaña por haberse arriesgado de esa manera, pues ese asesino disfrazado de payaso es muy peligroso y no han podido atraparlo aunque hayan vigilado ese circo abandonado mucho tiempo.
La noche termina con los jóvenes preguntándose cómo es que el mapa cambió por sí solo. En cuanto a la chica no puede sacarse de la cabeza si aquello que pasó es una simple coincidencia o una advertencia de algo más oscuro.
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El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locura
HorrorEl terror se aferra a la psique humana como un depredador insaciable. Es un lamento trágico que se infiltra a lo más profundo del ser, consumiendo la paz y la libertad. Cada latido del corazón se convierte en un eco de ansiedad, haciendo que cada re...