Asfixia

13 5 2
                                    

Respirar, algo tan vital, tan escencial. Se hace de manera automática, sin pensar en ello.

A cierto sujeto un día, mientras respira de manera tranquila y sin preocupaciones como cualquier otro ser viviente, le invade una sensación extraña que apodera de él. Un escalofrío recorre su espina dorsal y su mente se llena de pensamientos inquietantes sobre la simple acción de respirar.

Desde ese momento, se ve atrapado en una vorágine de miedo y angustia. Cada inhalación y exhalación se convierte en un acto aterrador para él. Comienza a cuestionar su propia capacidad de respirar correctamente y se obsesiona con la idea de que cada aliento podría ser su último.

Su mente se llena de dudas constantes y oscuros pensamientos. ¿Y si no puede respirar lo suficiente? ¿Y si se ahoga con su propia respiración? ¿Y si algún virus ingresa a sus pulmones? Estas preguntas se repiten una y otra vez, alimentando su paranoia y empujándolo hacia una espiral descendente de ansiedad.

Él hace todo lo posible para evitar respirar. Trata de contener el aliento en la medida de lo posible, solo inhalando lo mínimo necesario para mantenerse con vida. Cómo si con cada respiración se agotara su vida.

Su día a día se convierte en un ciclo interminable de pánico y restricción respiratoria.

Las consecuencias físicas son inevitables. Su cuerpo comienza a debilitarse debido a la falta de oxígeno adecuado. La fatiga se apodera de él, sus músculos se vuelven débiles y su piel se vuelve pálida y sin vida. La falta de aire fresco también afecta su sistema inmunológico, haciéndolo más susceptible a enfermedades y dolencias.

Pero los estragos más profundos se encuentran en su mente. La obsesión por la respiración se convierte en una pesadilla constante. Experimenta terrores nocturnos donde se ve atrapado en un lugar sin aire, luchando desesperadamente por encontrar una bocanada de oxígeno. Su miedo se ha arraigado tan profundamente que incluso en sueños no puede escapar de esa angustia.

La ansiedad y la depresión se apoderan de su vida. Cada día se convierte en una batalla constante contra su propia mente. La simple idea de respirar se ha convertido en una tortura insoportable. El sujeto se aísla del mundo exterior, temiendo que cualquier interacción pueda desencadenar un ataque de pánico. Solo sale cuando es absolutamente necesario.

La acción de respirar se convierte en una maldición que lo consume lentamente. Está atrapado en su propia prisión, donde cada inhalación es un recordatorio constante de su terror. La vida se desmorona a su alrededor mientras intenta evitar algo tan esencial como respirar.

En medio de su desesperación y sufrimiento, el sujeto se encuentra atrapado en un oscuro abismo de asfixia silenciosa, el acto de respirar se ha convertido en su peor pesadilla. Su vida se ha vuelto un constante sufrimiento, atormentado por el miedo y la angustia.

La obsesión por la respiración ha consumido por completo. Su mente está en un estado de paranoia constante, siempre alerta a cualquier señal de falta de aire. Cada vez que inhala y exhala, el terror lo invade, creyendo que está a punto de ahogarse.

Necesita respirar, quiere respirar, pero al mismo tiempo lo evita, le aterra.

La desesperación lo lleva a buscar cualquier solución para escapar de su tormento. Visita médicos y especialistas, pero ninguno puede encontrar una causa física para su angustia. Los medicamentos y terapias no logran aliviar su fobia a respirar. Se siente atrapado en un laberinto sin salida.

Una noche, mientras está solo en su habitación, experimenta un ataque de pánico más intenso que nunca. Siente que el aire se vuelve cada vez más escaso, sus pulmones se contraen y el miedo lo invade por completo. Lucha por respirar, pero el aire parece haberse evaporado por completo.

En un último intento desesperado, se lanza al suelo, intentando encontrar algo de oxígeno en el suelo, una idea absurda. Pero nada lo salva. La asfixia se apodera de él, su cuerpo se debilita y sus pensamientos se nublan. En medio de la oscuridad, sus últimas palabras son un susurro angustiado:

—No puedo respirar.

La muerte llega al sujeto de la manera que más temía. Sus pulmones colapsan y su corazón deja de latir. Su cuerpo yace inerte en el suelo, mientras la oscuridad lo envuelve por completo.

Un espejo al fondo refleja su cuerpo, su rostro muestra una expresión llena de dolor y miedo.

Es un recordatorio de la fragilidad de la existencia humana y cómo incluso las acciones más básicas pueden convertirse en una pesadilla mortal.

Es un recordatorio de la fragilidad de la existencia humana y cómo incluso las acciones más básicas pueden convertirse en una pesadilla mortal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El espejo de la mente rota: Entre la razón y la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora