IV

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"Quiero que lo pongan lindo, llevenle rubíes y adornenlo con encaje, si encuentran flores mucho mejor." Dijo mientras paseaba por la habitación dando órdenes, sus siervas escuchaban atentas a cada pequeña indicación.

Tenían que hacer las cosas bien, no hacer enojar a su futuro líder. 

"Bañenlo también, debe oler a mierda." Dijo deteniéndose frente a las omegas para confirmar que habían captado todo lo que les había dicho. "Que esté listo antes de la celebración."

Las tres omegas asintieron, se levantaron y salieron de la habitación, a excepción de una que se quedó para interrogar a Jungkook. 

"¿Qué es lo que le harás a ese omega?" Pregunto con el ceño fruncido, genuinamente preocupada por la suerte de aquel prisionero.

"No te importa." Soltó sin más. 

"Si me importa, lo trajiste como si fuera un venado que cazaron."

"Será mi consorte." Dijo con simpleza, dando un paso para estar frente a la omega, sonrío de lado llevando su mano a la mejilla de la mujer. "¿Por qué la curiosidad? ¿Sientes celos, Joohyun?"

Joohyun dio un paso hacia atrás y negó con la cabeza. "Solo me preocupo por él, ni siquiera es de nuestra edad."

"Ajá." Rodó los ojos. "Si te preocupas tanto por él, ve a arreglarlo, lo quiero listo antes de la celebración."

La omega soltó un suspiro y siguió el camino de las demás, su corazón se hacía pequeño con cada paso que daba hacia la celda en donde se encontraba el trofeo de guerra de Jungkook. 

Sentía tanta pena, era solo un pobre inocente que había sido arrebatado de todo lo que conocía, lo habían arrastrado por el bosque hasta llegar aquí para atarlo a la vida del verdugo de su vida. 

Que miserable.

Los omegas en su nación, en la manada, no valían mucho. Solo eran las incubadoras que cuidaban del hogar; aunque fuesen sangre pura como los alfas no tenían un pilar en la jerarquía en la que vivían. Ni siquiera la omega mayor tenía algo de jerarquía frente a su hijo y su pareja.

La sociedad en Byzantaria que había sido formada por los alfas solo obedecía a ellos, los pilares de la nación eran ellos; muy distinto a lo que Jimin había vivido en su pequeño pueblo.

Joohyun lo sabía, había aprendido entre rumores lo que era Romanthia, una manada que vivía en la equidad de sus lobos; quienes sabían el valor de cada vida en su manada y lo importante que era para el crecimiento de esta, cada alma pérdida de Romanthia fue valiosa para la conquista de territorios fértiles. Que lástima que todo eso haya sido enterrado en cenizas.

Su corazón se amargó al entrar a la celda, el omega rubio estaba en una esquina abrazándose a sus rodillas y les miraba con recelo, como un gato después de ser apaleado.

"Levántate." Le ordenó Sohee, agachándose para tomarlo del brazo. "Anda, ponte de pie."

"Sohee." Llamó Joohyun, pidiéndole con la mirada que soltara al omega. Quería mostrarle un poco de compasión, se lo merecía después de arder en el núcleo de la tierra. Camino hacia él y se arrodilló, puso su mano en la rodilla del omega y busco su mirada. "Venimos para llevarte a que tomes un baño, no te haremos nada."

"Déjenme en paz." Le dijo tosco con la voz en alto y la mirada en alto.

"Si no somos nosotras serán otros, no creo que quieras eso." 

"No quiero nada de ustedes, cerdos." Levantó su cabeza y le escupió en la cara. 

La insolencia podía ser justificada, lo era, había pasado por mucho y entre sus planes no estaba seguir las órdenes de los que le quitaron su tierra. Tenía el cuerpo magullado y poca energía para seguir, pero podía resistirse y luchar. Lo haría hasta que le quitarán la sangre de sus venas.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora