XXVIII

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Pasó dos noches en vela por buscar a Jimin, movió a todos sus hombres para encontrar a su omega, lastimosamente ninguno de sus esfuerzos rindió frutos; no pudieron encontrarlo. Era como si la tierra se hubiese tragado a Jimin.

Cabalgaba todos los días por la ruta que conocía bien, creía encontrarlo en la aldea de su gente; pero nadie sabía nada de él. Por más que interrogó a todo el mundo no pudo obtener nada, Jimin se había ido, había desaparecido.

Sentía impotencia, se sentía triste. Con cada segundo lejos de su omega se sentía morir. Tenía que encontrarlo a como dé lugar.

Lo que Jungkook no sabía era que Jimin no deseaba ser encontrado. Había cubierto su aroma, se había perdido en las ruinas de su antigua vida y había planeado como cumplir con el trato que había hecho con la luna. El omega estaba escondido y no saldría a menos que esté todo listo para llevar a cabo su plan.

Al descubrir los nervios del alfa sabía cómo atacar, sabía cómo provocar el mismo dolor que él le provocó aquella vez. Ahora que lo sabía todo, podía arrasar con todo.

Práctico horas seguidas con el arco de su papá, se llenó de rabia y de fuerza para mentalizarse de lo que iba a hacer. Quitar vidas no era sencillo, tal vez para los Jeon, tal vez para los de Byzantaria; pero él no era uno de ellos. Jamás lo sería.

Porque a diferencia de ellos, él cobraba la sangre derramada; no buscaba algún sendero para expandir su maldita raza.

Sangre por sangre. Lágrima por lágrima. Amor por amor.

Y corazón por corazón.

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El omega observaba desde lejos a los soldados que cabalgaban en su búsqueda, se movían en un mismo ritmo y así había podido memorizar sus movimientos. Logrando escabullirse de su olfato. Se ayudó de la oscura noche y de la neblina.

Conocía bien el lugar, había pasado tanto tiempo memorizando cada esquina y callejón que se le hizo muy fácil llegar a los aposentos de los padres de Jungkook. Con habilidad y la adrenalina al tope se escabulló de los guardias que protegían la vida de los líderes, simples inútiles que no lograron detener a un omega de sangre impura.

Con cada paso dado escuchaba el retumbar de su corazón en sus oídos, sentía que sus manos sudaban y escuchaba un leve pitido en sus oídos. No podía creer que había llegado tan lejos, no podía creer que por fin asesinaría a los que dieron el visto bueno a la invasión de sus tierras.

Con cuidado abrió la puerta principal, siendo silencioso como un gato entró a la habitación principal llevándose una decepción enorme. La madre de Jungkook no se encontraba durmiendo al lado de su esposo, ahora no podría matar a dos pájaros de una vez por todas.

Sin embargo, soltó una bocanada de aire y se encaminó a la cama en donde el líder de Byzantaria se encontraba durmiendo. Cuando llegó a su lado se llenó de recuerdos y de irá, los recuerdos de los días en donde casi lo obliga a tener intimidad con su hijo le asaltaron, los recuerdos de su propio padre le atormentaron.

Tomó la daga que llevaba consigo y antes de clavársela en su cuello observó. El viejo alfa se parecía a su hijo, la expresión de paz y calma le recordó la de Jungkook al dormir. Eran padre e hijo, era obvio que se parecían. Eso quería decir que cuando el momento de envejecer le llegará a su alfa sería una copia y pega del hombre más frío que conoció.

Y le llenó aún más de rabia, porque cada arruga que se formaba en sus ojos algún día le pertenecería a Jungkook; al hombre que ama.

El corazón latía como el galopar de un caballo, su cuerpo se movió por sí solo en cuanto la daga se estampó en el cuello del líder alfa.

El hombre se despertó, con desesperación tocó en su cuello y trató de detener la sangre que comenzaba a ahogarle.

“Mi padre también murió así.” Dijo, apuñalando una y otra vez en el mismo lugar. “Ahogado con su propia sangre y con desesperación en sus ojos.”

El sonido de la desesperación por vivir comenzaba a marearle, se comenzó a sentir mal y dejó de apuñalarlo. Con las manos temblando vio como la vida se desvaneció de los ojos del padre de Jungkook.

Al igual que su padre, ambos murieron con desesperación, ahogados en su propia sangre y mirando a su verdugo.

“Uno menos.” Susurró sintiendo como su estómago se volteaba, tenía náuseas y temblaba como si viviera el peor de los inviernos.

Cómo entró a los aposentos, se fue. Con sigilo logró perderse una vez más en el bosque, escondiéndose en las cabañas hechas cenizas. Sintiendo miedo por lo que sucedería después.

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El tiempo no jugó en su ventaja, cuando Jungkook llegó para ver el cuerpo muerto de su padre Jimin ya se había alejado lo suficiente.

Cayó de rodillas cuando vio la escena roja, sus manos temblaron y las lágrimas se acumularon en sus ojos. El vacío de perder a su padre le carcomio entero, los gritos de desesperación de su madre le volverían loco.

Jungkook se aguanto echarse a llorar junto a su madre porque él era un líder, era un alfa y tenía que contener todo lo que sucedía en él. Al perder a su padre, al hombre que había hecho de él lo que es, la luna le mostraba un nuevo camino en el que se convertiría en el nuevo líder de su nación.

El líder que tendría que descubrir a quien había cometido el crimen. Él ya lo sabía. En cuanto entró a la habitación había sentido la ira que había desprendido su omega. Jimin.

Y siguiendo las leyes de su nación, tenía que cazarlo, hacerlo pagar.

¿Más? Ya había pagado por los pecados que no cometería.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora