Final.

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Sin duda alguna, Jungkook hubiese preferido que Jimin lo mate a tener que dejarlo ir. Sentía insulsa su vida al no tenerlo a su lado cuando había hecho absolutamente todo para atarlo a su lado.

A veces los caminos de la luna eran más fuertes, no podía seguir luchando contra el claro destino que ambos seguían: no ser.

La luna no había permitido que sean, es que ella no los escribió entre sus estrellas, fueron las acciones de Jungkook que los llevaron a estar donde se encontraban. Con acciones violentas tuvo a Jimin por un momento de su vida, pero como al viento; no podía mantenerlo a su lado debía dejar que volará lejos a donde pertenecía.

Pero, Jimin no pertenecía a ningún lado. Era un extraño en las migajas de Romanthia; era un extranjero en Byzantaria. No pertenecía, nunca lo haría. Porque había sido el omega del enemigo, porque no tenía la sangre pura, porque no era. No sería.

Así que, ¿cómo?

¿Cómo volaría a un lugar donde no era? Solo se perdería y trataría de echar raíces en tierras ajenas. Trataría de mantenerse en una tierra donde jamás sería igual a los demás por la marca en su cuello, por la historia en su cuerpo.

Ciertamente Jungkook había logrado que Jimin le perteneciera. Era suyo. Quien sea que lo viera sabría que el omega le pertenecía al líder de la sangrienta nación. Porque se dedicó a moldearlo, se dedicó a marcarlo y a pintarlo.

Para ambos, separarse significaba perderse.

Perdían a la persona donde pertenecían, perdían los sentimientos profundos. Lo eran todo, pero también nada.

“Que fácil me perdonaron, creí que no retrocederian. Después de todo soy solo un extranjero.” Dijo Jimin apilando las piedras que tenía enfrente.

“Eres el omega del líder, claro que te iban a perdonar.” Por alguna razón, Jungkook no le contó todo. No le dijo que por poco se puso de rodillas para que lo perdonarán, no le dijo que puso en riesgo la vida de sus soldados y que ahora tendría que hacer lo que sus segundas manos le pidieran.

“Aún así.” No levantaba la mirada, desde que Jungkook llegó no lo había mirado a los ojos.

“Fue lo mejor.” Susurró. “Estarás bien y en paz, al fin saldrás de la pesadilla en la que te metí.”

“No esperes que te agradezca.” Dijo. “La pesadilla sigue, no encuentro un lugar a donde pertenecer y seguirá de esa forma por mucho tiempo.”

“Espero que no.”

“Yo también.”

Ambos se quedaron en silencio. El alfa veía como su omega apilaba las piedras, trataba de encontrarse con sus ojos pero era imposible. Jimin no quería mirarle, no quería que esos ojos redondos marrones le persiguieran por el resto de sus días. Si se iba a ir lo haría sin mirarle a los ojos.

“¿Y qué será de ti? ¿No tienes algún castigo por ir en contra de las leyes de tus antepasados?” Pregunto Jimin viendo cómo las piedras que había apilado se cayeron.

“No pasará nada.” Dijo seguro.

“Claro, las leyes no van para ti.” Volvió a tomar las piedras para apilarlas.

“Claro.” Asintió. Se levantó del lugar, limpio sus pantalones y espero a que Jimin le siguiera, no pasó.

“¿Y qué pasará con tu legado? Es decir, con tus hijos ¿tendrás alguno?”

“Tengo que. Aunque no sea contigo, tengo que tener descendencia y dejar a un heredero.” Suspiro. “Aunque no quisiera tener hijos que no sean contigo.”

Jimin ahogó una risilla, también pensaba igual, no sabía porqué. Supuso que era por los instintos dentro suyo, su lobo a veces era más fuerte cuando se trataba de Jungkook.

“¿Y podrás marcar a alguien?”

“No. Eso te mataría.”

“Eso sería lo mejor, te deshaces de mi y tienes una vida como se debe.”

“Pero yo no quiero eso. Tu eres mi omega y yo soy tu alfa.” Volvió a sentarse de cuclillas delante de Jimin, llevó su mano hacia el rostro del omega y lo acarició con cariño, trato de que le vea a los ojos y lo logró.

Ambos se vieron profundamente, una última vez antes de que se alejaran por completo de sus vidas. Memorizando las pupilas de aquel que les había hecho derramar lágrimas, aquel que les había arrebatado la respiración y absolutamente todo; desnudandolos en la nada y en el inmenso infinito.

Aquellos ojos les atormentarian cuando menos lo esperen, cuando más lo necesiten.

“Te amo.” Dijo Jungkook. Ese amor tan fuerte y tan profundo, ese amor que no cabía en su pecho tenía que expresarlo de alguna forma, tenía que sacarlo de sus entrañas para dejar de estar tan atormentado por el sentimiento no digerido.

“No.” Fue lo único que Jimin podía decir, no se sentía capaz de corresponder a esas palabras a pesar de corresponder al sentimiento. Aún le daba asco sentir todo lo que sentía por el alfa frente a él.

Jungkook mantuvo su mano en el rostro de Jimin, acarició la piel y las cicatrices de los golpes dados aquel día. Observó paciente la piel rosácea y blanquecina, quería besar cada centímetro de él y marcar aún más a quien le pertenecía. ¿Pero para qué? Sus caminos ya se habían separado y hacer una marca más en Jimin sería condenarlo a otro nivel de infierno. Ya fue mucho.

“Pídeme que huyamos.” Dijo Jungkook. Si su omega lo hiciera dejaría todo atrás para esconderse con él. Una vez más perdería todo por Jimin.

“No puedo.” Se separó del toque del alfa. Volvió a agachar la mirada y dar un paso lejos, ya quería irse, no podía seguir con esta tortura.

“Solo pídemelo.” Rogó, una última vez, quería forzar su destino al lado de Jimin.

“No lo haré.” Levantó la mirada. “No somos y no tuvimos que ser. Tu y yo, jamás debimos pasar. Así que por favor. Continuemos como los demás decidieron.*

Jungkook mordió sus labios, suspiró y asintió. Tenía razón, no podían seguir siendo la abominación que eran, tenían que dejarse ir y olvidar lo que pasó. Aunque el último punto resultaba ser imposible, jamás podrían olvidar lo que sucedió entre ellos todo este tiempo; el amor perdura en el tiempo, después de todo.

“Adiós, Jeon Jungkook.” Dijo Jimin, almacenó aire en su pecho y trató de no soltarlo.

“Adiós.” Dijo el alfa, luchando contra su lobo por no correr detrás de su omega.

No podían. Tenían que alejarse y ver sus espaldas a lo lejos, se perderían en el bosque y olvidarian donde encontrarse.

Era hora, lo que empezó con lágrimas tenía que terminar en silencio. Jimin le había prometido a la luna darle su corazón si le cumplía el pedido de venganza, la luna había cumplido; ahora que se alejaba de Jungkook en completo silencio sentía como su corazón le era arrancado con cada paso, soltando lágrimas camino más rápido y sintió el dolor más agudo.

Jimin había pedido un corazón por otro, ambos eran arrancados y dejados en el suelo mientras caminaban lejos. Sangrando y llorando se perdieron en el bosque, supieron que todo había terminado cuando dejaron de sentir el aroma de su pareja.

Acabó todo, entre lágrimas, entre un desastre, se alejaron hasta perderse el rastro. Sin mirar atrás y solo corriendo hacia adelante, pidiendo al cielo que alguna vez el vacío de sus pechos dejará de sentirse.

Tal vez algún día sus corazones vuelvan a sus pechos, o tal vez no. La luna se había quedado con ellos, ahora solo eran seres incompletos sin nada.

Destinados a la nada, destinados a sangrar, eso habían sido. Por lo menos, fueron algo.

Ese amor abominable que nació de las lágrimas y la sangre que no se perdería en el tiempo, porque el amor era eterno; aunque nazca de los arañazos y del vacío.

Serían eternos en un canto de sollozos y de un amor amargo.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora