XIV

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Las dos noches que paso en las montañas las pesadillas y los sueños no se detuvieron; soñaba con su familia y lo arrebatado de sus manos todos los anhelos llegaban a visitarlo cuando las estrellas brillaban; el sonido de la agonía de su muerte hacía un ruido demasiado fuerte en sus oídos recordándole las muchas formas que murieron en su realidad y en sus recuerdos. Se levantaba empapado en sudor y lágrimas, parecía que las montañas estaban embrujadas de sus recuerdos perdidos en su huracán.

El segundo día despertó con ojeras oscuras debajo de sus ojos, cubriéndose la marca de unión fue a pasear por el pequeño y escondido lugar. Dejó flores en el lugar del eterno descanso de sus amados y hablo con ellos, pidió que lo dejarán en paz con todos los sueños y los gritos de agonía, pero no eran ellos quienes le atormentaban por las noches: era su alma envenenada de odio quien le pedía que cumpla con lo acordado con la luna. Se enfermaba de su odio y rabia, muchas cosas en la aldea le recordaban todo lo que perdió.

Ese no era Jimin, no era está persona llena de rabia, odio y trauma; él había crecido en un lugar donde el amor sobraba, fue comprendido desde muy corta edad hasta su último día junto a sus padres. Jimin era amor y felicidad, no era este animal herido lleno de rencor y odio. Lo hicieron así.

Y cómo el animalito herido que era corría sin rumbo, buscando algún propósito, buscando como volver a sanar y buscando desesperadamente el tacto que esperó toda su vida.

En su caminata pérdida se metió donde trabajaban para construir más cabañas para el frío tan cruento de la montaña, pasó por el lugar en el momento exacto en donde cortaban madera con un hacha; así logrando que vuelva al momento preciso donde perdió a su destinado y a cuando escucho como el arma golpeaba a su alfa quitándole la vida, perdiendo la cabeza.

El pánico le invadió, perdió el aliento y sintió cómo su corazón iba a explotar. Salió corriendo del lugar, espantado y buscando algún lugar para esconderse. Deteniéndose de golpe al escuchar una voz conocida y al oler un aroma imponente. Ahora más que nunca tenía que esconderse, meterse en la tierra y abrazar a sus muertos para no volver al lado del causante de esta falta de aire en sus pulmones.

“¿¡Dónde está!?” Escuchó en la lejanía, comenzó a correr en dirección del acantilado, si lo encontraría sería muerto.

Su tía lo tomó del brazo y lo arrastró con ella, el omega lleno de pánico quiso gritar y soltarse pero ella le tapó la boca para esconderlo, no dejaría que otro miembro de su familia fuera arrebatado de su lado, mucho menos el único hijo de su hermana mayor. Lo tomó con todas sus fuerzas y lo metió a sus aposentos, lo cubrió con lana de oveja, sangre de lobo, composta y otros aromas para que el alfa puro no lo encontrará.

“Quédate aquí, no salgas por nada del mundo, él no te encontrará.” Susurró. “¿Entendido?”

Jimin asintió, sintiendo que pronto vomitaria por todo el acumulado de emociones. Pidió que fuera así, para no verse obligado a salir de su escondite.

Aura salió del lugar y fue con su hijo que con otros pocos guardianes de la aldea rodeaban al alfa. Cuando se acercó vio a su colonizador, los ojos los tenía teñidos de rojo y estaba empapado de sudor, parecía un perro envenenado.

“¿A quién buscas?” Preguntó la omega.

“¡Saben a quién busco!” Grito. “¡Jeon Jimin sal de donde estés!”

“¡Él no está aquí! ¡Él está muerto!” Grito Aura.

Logró que el rojo se fuera de las pupilas del gran lobo delante suyo, pero aún así se veía envenenado y desesperado.

“Mientes.” Dio un paso frente a ella. “Aún lo siento.”

“Está muerto, se quitó la vida al ver las tumbas de sus padres y destinado.” Continuó con su mentira.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora