XVII

2.8K 465 35
                                    

Cada noche era igual que la anterior, las pesadillas le atormentaban constantemente en su intento de descanso. Cada madrugada olía claramente el aroma de madera y caña quemarse, sentía el calor de las brasas del fuego que él encendió y escuchaba las súplicas de la gente a la que martirizo. Todas las noches desde que volvió de la aldea de Jimin soñaba lo mismo, se despertaba a media madrugada sudando y con la respiración entrecortada. Recibía su castigo en forma de tormento por lo que había hecho.

No soportaba el cargo de conciencia por sus pecados, su cabeza pesaba y su pecho dolía. De cierta forma, se arrepentía de haber deshecho tantas vidas por su sola lujuria, fue cruel con quienes no sabían de su existencia; Jimin no merecía esa crueldad sobre los que alguna vez amó y aprecio.

Hoy era una de esas noches, aquella donde su conciencia estaba pesada y fría, le hacía sudar y le arrebataba el respirar. Su castigo le hacía recordar todo lo que había hecho y que por sus actos estaría condenado a una eterna penuria.

Las pesadillas cada vez eran peores, las pesadillas le mostraban a Jimin ardiendo en llamas y extinguiéndose entre la ceniza que quedaba de sí mismo. Tal como pudo haber sucedido en la noche roja.

Despertó de golpe, sentándose en la cama y tocando su corazón que sentía que explotaría por los constantes latidos agitados. Miró sus manos y notó que temblaba, el sudor resbalaba por su frente, espalda y pecho. Estaba devastado y cansado de todas esas pesadillas.

Algo que le sacó del trance en el que la pesadilla le había dejado fue la respiración tranquila de Jimin que dormía a su lado. Su respiración logró que dejara de escuchar el pitido en sus oídos, se dio la vuelta para observarlo con detenimiento; sintió como su corazón se rompió al verlo tan delicado y celestial a su lado. 

Jimin era alguien antes de su arrebató, era sueños, anhelos y sentimientos. En el corto tiempo que pasó en las nuevas tierras de la gente de su omega vio los pedazos que aún acompañaban a Jimin, lo que fue y lo que no pudo ser. El omega era una persona dulce, era fuerte, inteligente y audaz; muy distinto a lo que lo obligó a convertirse por su conquista. El omega era hablador, era soñador y vivía. Era y no fue.

Llevó su mano a la mejilla de Jimin y la comenzó a acariciar, lo tocó suavemente sabiendo que si ejercía un poco más de fuerza lo rompería y se extinguiría. La mano fría de Jungkook despertó al omega, se sobresaltó por la sorpresa y se alejó rápidamente del alfa. Le temía, estando en su estado más vulnerable, huía.

Las tácticas militares que solía efectuar en sus enemigos era atacar cuando todos dormían, así no desperdiciarian fuerza y tiempo, atacar a sus enemigos durmiendo le aseguraba una batalla ganada y sin hombres heridos. En el sueño sus enemigos se encontraban vulnerables, ahora, él comprendía la desesperación de aquella vulnerabilidad durante el descanso momentáneo. Porque al ver los ojos de Jimin comprendió el terror que infringía en sus enemigos, que solo hasta ahora le había importado.

El terror de las pupilas de Jimin rompió una vez más su corazón, rompió en lágrimas mientras temblaba y cubría su rostro. Se sentía fatal, no sabía lo que le pasaba. Porque amaba ser temido por sus enemigos y aliados, pero odiaba el pensamiento de Jimin atemorizado de él.

“¿Estas bien?” Susurró Jimin, no teniendo la valentía de acercarse para comprobar si eran lágrimas verdaderas. De todas formas, ¿por qué fingir lágrimas pesadas?

Jungkook no le respondió, seguía cubriendo su rostro con sus manos pesadas, de vez en cuando negando con la cabeza y frotando sus ojos.

El alfa comprendió cómo es que se arruinó, colocando en sus brazos a alguien que le doblegó sin hacerle nada; alguien que le condenó por toda la sangre que corrió debajo de sus pies. Jungkook al terminar con lo que fue de Jimin; también terminó con lo que sería de él.

Porque ahora que sentía un vacío infernal por descubrir el terror de su omega hacia él, supo que había tocado la última área del infierno.

“Oye…” Jimin estaba consternado, el miedo y la desesperación era un nuevo sentimiento que veía en Jungkook. No sólo era frialdad, enojo y heridas abiertas; sino desesperación y miedo.

Aprendía algo nuevo de su alfa con cada día que pasaba.

Para Jimin, desde el primer momento, Jungkook se había retratado como un monstruo sediento de poder y control. Pero con los días pasando lo vio mejor, solo era un cachorro perdido en su mar de emociones, alguien que había sido alejado por sus padres para ser el líder que todos necesitaban; despojando al hijo que nunca sería.

Ambos habían sido moldeados en los sentimientos agrios en la misma tierra que despojó a los hijos para convertirlos en los líderes que todos esperaban.

Esa noche la distancia entre sus cuerpos resultaba abismal, sus espaldas se sentían romperse con el deseo de voltearse, pero durmieron en esa posición; dándose la espalda y buscando en un punto infinito las respuestas a los desconocidos palpitares.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora