VI

3.6K 588 63
                                    

Aún escuchaba el parloteo y los aplausos de su mordida, aún había mucho ruido a pesar de estar a solas en una habitación desconocida.

Yacía sentado al borde aún cubierto con el velo manchado de sangre y con las manchas de sangre secas en su rostro, inmóvil y mudo mirando a un punto perdido en el horizonte. No sentía dolor, no sentía rabia, no sentía nada; estaba tan vacío que permanecía estático en su posición esperando a lo que sea que la luna traiga para él.

El shock de lo vivido le había arrebatado todo, lo había dejado vacío; sin el corazón valiente y en llamas que palpitaba en su interior.

Esperando a que su “pareja” viniera e hiciera lo que quisiera con él. Esperando la disposición del líder, esperando que haga y deshaga como en el primer instante en el que sus destinos se cruzaron. Soltó un suspiro, no podía creer que su vida haya acabado tan rápido y ahora vivía en el mismo infierno envuelto en llamas, muerto y vacío.

Escucho más ruido detrás de la puerta, sus fosas nasales se llenaron del agrio aroma, su omega tembló y su corazón empezó a latir como loco. Su cabeza empezaba a girar y sus manos a temblar, su cuerpo le avisaba lo que sucedería el momento en el que aquel hombre entrará, lo tomaría, lo mataría una vez más. No podía permitirlo.

No podía seguir arrebatado por el shock de este momento en su vida, debía pelear y debía matarlo; debía lograr huir de este lugar para encontrar un sitio en el que pudiese evaporarse en el viento para así perderse en el cosmos al lado de su vida pasada.

“Omega.” Se perdió en sus pensamientos, al escuchar su nombre ya tenía al alfa frente a él. El hombre mantenía una sonrisa burlona sobre su rostro manchado por su sangre, llevó su mano pesada al velo y se lo quitó con fuerza tirándolo al suelo, sus dedos alcanzaron sus mejillas y levantaron su mentón para que le mirara. “Quien diría que está preciosura es mía.”

Las palabras le revolvieron el estómago, arrebató su rostro del toque del alfa y cerró los ojos.

“Mírame.” Volvió a tomarlo del rostro implementando más fuerza, marcando sus dedos en la piel tersa del omega. “No me obligues a usar mi voz de mando, mírame.”

Voz de mando. Repitió Jimin en su cabeza.

Hizo caso, no quería sentir como su cuerpo le traicionaba una vez más, no necesitaba sentir como sus sentidos le eran arrebatados y se convertía en un simple muñeco.

Los ojos de Jimin se encontraron con los de Jungkook, esperaba que todo el odio que sentía por su persona lo sintiera en sus pupilas y en la pesada mirada que le entregaba.

El alfa sonrío de lado y una vez más lo besó a la fuerza, esta vez siendo más delicado que en la ceremonia, sosteniendo su rostro y acariciando sus labios con los suyos, arrebatándole los suspiros al omega; logrando tambalearlo de su posición donde solo mandaba la rabia y el vacío.

Jimin temía que su naturaleza le traicionará, temía que el poder del enemigo lo sodomizara, por eso robo la daga con la que cortaron su piel para la ceremonia y ahora que la necesitaba la busco entre sus prendas para herir a quien tenía encima suyo.

Abrió los ojos sin encontrarse con los del alfa pues se mantenía concentrado por el beso impuesto, en el momento que pudo levantó la daga y la estrelló contra el pómulo de su “pareja”, cortando la piel profundamente. No hizo un gran tajo con la pequeña daga pero logró dañarlo tanto, física y mentalmente, que pudo deshacerse de su sostén.

Escuchó el grito de dolor del alfa y se echó a correr, no dejaría que le arrebataran su dignidad y siguiera pisoteandolo. Corrió y corrió, en la noche oscura, sin estrellas en el cielo y solo con la luna acompañándolo. Haciendo añicos a las plantas de sus pies, sangrando con cada pisada que daba sin mirar atrás se perdía en el amplio bosque; no escucho a nadie seguirlo así que supuso que el daño a Jungkook fue tanto que no le dio tiempo para echarse a perseguirlo, aún así continuó corriendo hasta que ya no pudo más al encontrarse con un río caudaloso que amenazaba con llevárselo si se metía.

Miró a la luna por alguna respuesta, pero no hubo ninguna, ni siquiera la brisa o las estrellas; aquella noche desolada donde logró escapar de su captor se sintió aún más perdido. ¿A dónde iría? ¿Dónde se escondería? ¿Que le haría Jungkook si le encuentra?

Pero las preguntas parecieron disiparse en el aire en el momento que sintió un dolor indescriptible, su cuello dolía como si alguien lo estuviera pisoteando, llevo su mano al lugar que le atormentaba y al momento de sentir la herida fresca sobre él recordó algo que había olvidado por el shock de la situación.

Estaba marcado. Jungkook lo marcó.

Le pertenecía a Jungkook.

“No.” Susurró mirando la sangre de su cuello. “No no no.” Trato de limpiar la sangre como si con eso dejará su piel como nueva. “Por favor no.”

La marca sobre su cuello solo significaba una cosa, era la peor, le pertenecía de por vida a Jungkook. Que aunque huyera y se escondiera esa marca le unía a él, era suyo hasta que la vida se fuera de sus manos.

El dolor se incrementó, su corazón estaba roto, su alma y su esperanza yacían en sus pies. Gritó con dolor, gritó con todas sus fuerzas mientras sostenía su cuello, se desmoronaba entre gritos y sollozos, sus rodillas caían contra el suelo mientras escuchaba como el agua corría con el caudal.

“¡¿Por qué me abandonaste?!” Gritó mirando al cielo, refiriéndose a la luna. “¿¡Por qué!?”

Siguió sollozando mientras trataba de abrazarse.

“Me quitaron todo. Me quito todo.” Susurró. “¡Solo déjame devolverle todo lo que me hizo! ¡Déjame arrebatarle la luz de sus ojos y la vida de su alma!” Pidió mirando a la luna. “¡Permíteme vengarme de Jeon Jungkook!”

Entre llantos y susurros siguió rogando hasta que se desplomó por el cansancio. En sus sueños volvió a su hogar, en sus sueños despertó con una sonrisa de su madre, con la risa de su padre y un beso de su destinado.

Pero solo fue un sueño, porque su realidad cambió al despertarse y encontrarse de nuevo en una de las habitaciones que desconocía. En su realidad despertaba viendo el rostro de Jungkook, viendo la herida que le causó en el rostro.

“Aunque huyas y corras lo más rápido que puedas siempre te encontraré.” Dijo. “Eres parte de los Jeon ahora, eres mío, Jimin, aunque corras nunca cambiarás los hechos.”

Y tenía razón.

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora