XVI

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Un hombre moribundo siempre llama a su madre. Jungkook lo hizo de esa forma, mientras yacía delirante en la fiebre de las heridas y con el corazón agitado a punto de detenerse llamó por su madre. “Mamá” Susurró. “Mamá, ¿dónde estás?”

Algo tan simple tuvo a Jimin con la cabeza pesada y el aire entrecortado, le dolió el corazón escuchar las palabras de un agonizante llamando a su madre.

Y no fue todo, Jungkook no solo llamó por su madre cuando estaba a punto de morir, también llamó por su padre. “Papá.” Susurraba una y otra vez. Buscaba desesperadamente la mano de sus padres para sostenerse a la vida, no encontró ninguna, solo la de Jimin por lo que se dedicó a apretarla mientras llamaba por sus progenitores.

También llamó a alguien más, pero no le interesó pues no había un nombre, solo era un, “amor, perdoname”, y ya.

La noche donde Jungkook cayó herido por sus enemigos fue una larga, una noche que se quedaría marcada en la mente de Jimin porque por primera vez vio a su captor con humanidad. Tan vulnerable al borde de la muerte llamando por sus seres queridos, le recordaba a él cuando perdió todo y a las noches cuando tenía pesadillas en donde se levantaba llamando a sus padres.

Ambos eran dos humanos con el corazón solo hecho por y para los que aman, Jimin lo comprobó aquella noche tan caótica en donde pudo dejar morir a Jungkook, pero no lo hizo. No lo hizo al sentir algo de lástima por el alfa moribundo, recordó todo lo que había visto viviendo en su nación; recordó los ojos tristes y la mirada decepcionada cuando su padre arremetía con palabras en su contra. Recordó la historia de un pequeño alfa líder que fue despojado del calor de su madre para que se formará como su futuro líder y comandante, un cachorro que creció entre la fría indiferencia de sus padres al llevar la carga pesada de ser el futuro líder soberano de su nación.

Sintió pena por Jungkook y le daba mucho asco sentirla. Pero, ¿qué podía hacer? Él no era sentimientos amargos, era una persona hecha de amor y sentimientos dulces.

“¿Por qué no dejaste que muriera?” Pregunto Myungdae mientras aplastaba algunas semillas.

“No podía.”

“¿Por qué?” Soltó una risa ahogada, en burla y sarcástica. “¿Acaso ya te has encariñado con tu alfa?”

“Nada de eso.” Negó la cabeza indignado. “Solo quiero que sufra lo mismo que yo, quiero que pierda lo que yo perdí.”

“Te quieres vengar.” Dijo. “Buena suerte con eso.”

“Gracias.” Le miró a los ojos. “¿Y tu no quieres hacerlo?”

“¿Para qué? Es una partida perdida. Además, tengo una manada que proteger y a una madre a la que abrazar, no quiero perder lo poco que me queda. Pero entiendo que quieras vengarte, después de todo, él te quitó todo y te dejo con nada, no tienes nada que perder al vengarte de nuestro colono.”

Tenía razón, no tenía nada que perder al arriesgar todo por vengarse. Y le causó tristeza. Considerar que no tenía nada para perder le recordaba el vacío de su vida arrebatado por el hombre al que le salvó la vida noches antes.

“¿Y qué piensas hacer?” Le preguntó su primo.

“Quitarle lo que él me quitó, ojo por ojo.” Se encogió de hombros.

“¿Quemarás su nación?”

“No estoy loco para hacer eso.” Rió. “Ellos acabarían conmigo en un chasquido, quiero darle donde más le duele. Le arrebataste a sus padres, las noches anteriores comprobé que él los ama y… bueno, ojo por ojo.”

“¿Y no tiene destinada?”

“No lo sé.” Se encogió de hombros. “Quisiera saber quién es y cómo es, o fue, su relación. También me arrebató a mi destinado y quisiera hacerle lo mismo.” Suspiro. “Donde más le duele, solo eso.”

El canto de los lobos ; km omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora