3. Alfa traidor.

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[...]

Todo le duele.

El cuello por haber dormido sentado, el trasero por haber estado toda la noche en el suelo, la cabeza por la adrenalina de la noche anterior, la boca por sus colmillos que aún no se iban, pero por sobre todo... dolía su orgullo.

Dolía como nunca había hecho.

Suspira en cuanto el sol de la mañana se vuelve lo suficientemente molesto, ¿cómo diablos iba a bajar del balcón?, ¿y si abría la puerta para entrar y Lordbug volvía a saltar sobre él?

Tenía clases, ¿por qué justo hoy tenía que pasarle esto?

Ni siquiera tenía su celular a la mano para avisar o algo. Estaba encerrado en su propio hogar.

Se levanta y se acerca a la puerta de cristal, la abre lentamente siendo lo más cauteloso que puede. De nuevo, las feromonas dulces le invaden, menos que ayer pero aún así son muy notorias.

Busca al chico con la mirada, esperaba no verlo de alguna manera indecorosa. Después de todo, el celo no duraba solo una noche, para ser sincero no sabía siquiera cuánto duraba un celo de omega.

No ve rastro alguno de él, así que entra. Obviamente deja la puerta abierta solo por si acaso.

Todo parece estar en orden, a excepción de su ropero y la extraña montaña de ropa que hay en su cama.

—¿Qué diablos? — se acerca.

Quita un par de sacos, y justo cuando parece encontrar algunos mechones azabaches una pequeña cosa roja sale de la nada, asustándolo.

—¡Detente! — ordena, sin gritar, pero si autoritaria.

—¿Qué? — Colín no puede despegar su vista de la criatura, parece realmente fascinado. —¿Qué eres?

—Soy Tikki, el kwami de Lordbug — se presenta rápidamente. —No deberías quitar más prendas, Lordbug no está transformado.

El rubio parece regresar a la realidad.

—¿Yo no debería? — pregunta hostil. —¿Quieres que recapitulemos quien no debería siquiera estar aquí?

—Oh, bueno...— el chico a sus espaldas se remueve soltando pequeños quejidos. —¿Podemos ir a otro cuarto?, será un problema si él despierta.

—¿Por qué no mejor se van los dos de aquí? — se cruza de brazos, molesto.

—Colín, no puedes hacer eso.

—¿Estas retándome?

—Estoy suplicándotelo.

El rubio suspira de nuevo. No por la petición del bicho, no porque le tuviera lástima al héroe. Sino por su lobo que seguía retorciéndose en su pecho. Él era quien insistía en obedecer cualquier cosa con tal de mantener cómodo al otro.

—¿Cuánto durará así?

—Tomó sus medicamentos, para esta noche ya debería estar lo suficientemente bien como para irse.

—¿Tomó toda mi ropa?, ¿qué se supone que voy a usar yo hoy?, ¿iré a la escuela en pijama?

Tikki busca por la habitación, y cuando parece ver algo vuela hacia él.

Son unos segundos, pero Colín los aprovecha para cubrir su nariz.

Las feromonas seguían siendo muy dulces, no tan intensas, pero le seguían provocando ese picor en el pecho y boca. Agradece que el azabache esté debajo de toda esa ropa porque sabe que si lo ve así sea un segundo su lobo comenzará a comportarse como un imbécil, justo como ayer.

Pêche  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora