14. Un postic que guarde.

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[...]

Adrianne era una amante de la literatura, le encantaba leer historias cliche de amor; ya sean ambientadas en la edad media, en futuros tecnológicos,  historias post apocalípticas, reencarnaciones... ¡de todo!

Siempre y cuando tuvieran ese amor perfecto entre un omega delicado, amable, pequeño y de corazón noble...

—¡Dame el maldito collar, Bourgeois, o voy a arrancarlo de tu jodido cuello inerte!— escucha gritar a Mario, justo antes de verlo lanzar una patada que es esquivada por poco.

... y el caballeroso y perfecto alfa que es capaz de todo con tal de proteger a su enamorado del villano más infame

—¿Eso es todo lo que tienes?— reta, soltando un golpe dirigido al rostro. Mario retrocede echando atrás su cabeza, el aire que provoca la velocidad con la que iba el golpe incluso le remueve el cabello. —Un cachorro haría más daño que tu.

Un amor tan idílico como el que sus amigos, aquellos destinados, tenían...

—¿¡Alguien quiere hacer algo, por amor de Dios?!— grita Aly en pánico.

Adrianne quiere detenerlos, pero sólo para matarlos con sus propias garras.

Samuel ha empezado un círculo de apuestas.

En un movimiento rápido, Colín logra poner su mano sobre el cuello de Mario. Lo mira con ojos burlescos al instante, gritándole internamente que lo tiene. Mario reacciona y posa su mano sobre la del otro para detenerlo de arrancar el dulce. Le regresa la mirada, retadora e insistente.

—¿Vas a rendirte?— pregunta el rubio.

—¿Cuando lo eh hecho?

—Nunca. — sonríe.  —Eso es lo que me encanta de ti.

Al parecer, el rubio no nota sus palabras. Mario lo ha hecho, por supuesto.

Suelta un golpe en pánico. ¿Alguien habrá escuchado eso?, ¿quién más que él oyó las palabras de Colín?, ¿y si los rumores empiezan a rondar que van a hacer...

Nota la sangre en el labio de Colín,  que no alcanzó a esquivarlo.

—¿Acabas de golpearme en serio?— pregunta incrédulo.

—Creo que si.

—¿Crees?— pregunta sarcástico, limpiándose con cuidado.

—No lo sé, si, eso parece. Ay Dios mio, te rompí el labio.

—¿Y encima presumes?, eres un...

Colín lo toma bruscamente de la camisa y lo acerca con agresividad a él, eleva el brazo libre dispuesto a golpearlo de vuelta.

Mario se prepara para el impacto. Mierda, no lo ha sentido aún y sabe que va a doler como el demonio. No piensa quitarse, es justo, merece el golpe.

Si bien estaban dando golpes y patadas agresivas, su intención nunca fue hacer daño al otro. Sabe que Colín evitaria a roda costa golpearlo, y él estaba haciendo lo mismo hasta que habló y lo desconcentro.

El golpe que ha recibido es uno pequeño con los dedos en su frente.

Abre los ojos confundido, se encuentra con los ojos azules de Colin mirándolo con burla.

No.

No era burla como siempre, era algo más.

—¿Qué?, ¿no vas a golpearme?

—Ya lo hice.

—No, no, un golpe real. — insiste. —Golpeame.

—¿Para qué?— suelta, alejándose un poco. —Ya gané.— eleva su mano, con el collar de dulces en ella.

Mario se revisa sin cuidado, sintiendo su cuello vacío.

—¿En qué momento?

—En cuanto cerraste los ojos. — se lo coloca, presumido. —Dios, ¿que tan distraído puedes ser?, estás luchando con un formidable enemigo, ¿por qué cerrar los ojos?— niega divertido. —Oh, a no ser que estuvieras esperando algo... ¿esperabas algo?

Mario da el doble de pasos hacia atrás que los que Colín da hacia adelante. El rubio le provoca.

—Eres un idiota.

—Lo soy, en efecto.

—Solo sabes molestar a los demás.

—A ti en especial, de hecho.

—Es por eso que no te quiero cerca de mi.

La expresión del rubio no cambia.

—Soy consiente de eso.— dice, con el tono las monótono que ha escuchado. —Te gané Dupain-Cheng, tienes prohibido jugar de ahora en adelante, asustas a los omegas. — explica.

Mario ve a su alrededor de manera consiente. Muchos omegas asienten dándole la razón al rubio.

—Lo siento, no me di cuenta.

—No te das cuenta de muchas cosas. — se burla. — Ayuda a Sam o a Aly en los puestos, deja que otros disfruten el evento.

Es todo lo que sale de su boca antes de retirarse.

Fue la última vez que Mario le vio ese día.

El día siguiente, Colín llegó primero que todos y se mantuvo con los brazos sobre la mesa y la cabeza escodida; dormido hasta que la profesora llegó.

Mario pensó que no le dirigiría la palabra más por su comportamiento grosero de ayer.

En cambio, en la hora del desayuno le entregó una rebanada de pastel de la panadería más exclusiva de la ciudad.

Decir que le entregó era incorrecto, para ser sincero, la había dejado en su mesa cuando todos estaban afuera en el comedor. Sabía que era suya porque, para empezar, él no había salido del salón y la paso durmiendo y porque tenía un pequeño postic con un lindo dibujo de abeja.

Solo se limitaba a decir en voz alta que se la daría a Aly, para que Colín lo escuchara aunque estuviera recostado. Aunque en realidad, cuando su mejor amigo se la pidió le dijo que no, que era suya.

Mario tenía un plan infalible. Fingir que entre él y Colín no había pasado nada.

Aunque el lunes siguiente una caja de chocolates estaba en su lugar.

El martes recibió una caja de macarons.

El miércoles un cuaderno de dibujo y colores nuevos.

El jueves una malteada y galletas.

Y así, hasta que dos semanas pasaron y los regalos aumentaron. Y lo hicieron, aún cuando le dijo a Colín una y otra vez que no lo hiciera.

Aunque le dijo que todo iría a la basura aunque ni fue así.

Aunque, en secreto, guardo cada postic con dibujos de abejas y cachorros en la libreta que le regalo y que guardo.

[...]

Pêche  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora