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Lleva quince o veinte minutos, no tiene idea en realidad, viendo esa mancha en el techo. Despertó justo cuando su alarma sonó exactamente a las cinco de la mañana.
Normalmente se hubiera puesto de pie al instante, se hubiera lavado la cara rápidamente con su jabón favorito, hubiera enjuagadado su boca con aquel enjuague bucal que compraba solo porque su tono azul era lindo, se hubiera puesto su ropa deportiva negra favorita y hubiera ido al gimnasio del hotel a ejercitarse como de costumbre.
¿Era una mancha o un hoyo en realidad?
Hubiera tomado el ascensor del personal solo para no toparse con ningún huésped y hubiera tomado su ducha matutina con calma, se hubiera arreglado como de costumbre para mantener su atractiva aura e imagen intachable y luego iría en contra de su voluntad a la universidad en su automóvil (en uno de los más modestos que tenía, después de todo solo era la escuela).
Es un hoyo, en definitiva, llamaría a Jena, su mayordomo y ex compañera de juegos, para que avisara a mantenimiento de inmediato.
Da vuelta en la cama para recostarse de lado, nota entonces que su reloj no indica las cinco con veinte como suponía, sino las seis y media.
Ni siquiera se sobresalta, para ser sinceros, Colín no tiene ánimos de nada. Desde que despertó y notó que su cama estaba vacía sus ánimos cayeron al subsuelo.
¿Razones?, ninguna en realidad.
Su lobo se comportaba como un infantil cachorro abandonado y desolado.
—¿Cachorro?— pregunta al aire al notar sus pensamientos. —¿Dónde estará el cachorro ahora?, ¿se siente mejor?, le ayudé, al menos hubiera agradecido...
Ignora sus berrinches y se levanta de mala gana, pero solo pasa a sentarse al borde de la cama para tomar su celular. Avisa con un mensaje a Samuel que llegaría para la segunda hora, si es que tenía suerte.
Sabe que es estúpido porque ¿quién en su sano juicio abandonaría a Colín Bourgeois?, un alfa puro... no, esperen, ¡nadie le había abandonado!, ¿qué diablos estaba pensando?
Se encierra en el baño y trata de quitarse todo rastro de feromona que pudiera quedar en él con una toalla húmeda, aunque su lobo le pedía que no lo hiciera.
Toma las cosas con calma, después de todo ya va tarde.
Quita las sábanas y las pone en el cesto de ropa sucia, las cambia él mismo por unas nuevas que solo huelen al suavizante de mandarina que habían estado utilizando últimamente y que raramente le parecía de lo más exquisito.
A mandarina y no a durazno.
Jena llega unos minutos después de que termina con la cama, la deja entrar y le indica el desperfecto a ella y al señor de mantenimiento. El señor parece consternado por el aroma a feromonas que aún queda, después de todo, toda la ropa que había usado Lordbug para hacer su nido seguía en unas bolsas que él mismo había preparado para que las llevaran a lavar.
Jena le entrega el cambio de ropa nuevo que ordenó y se lleva con ella todo rastro de que el omega estuvo en la habitación.
Entra a la ducha y limpia cada parte de su cuerpo. En contra de su voluntad evoca incluso la sensación que las manos de Lordbug dejaban en su piel.
¿Habrá llegado bien a casa?, ¿sus familiares estaría preocupados porque no estuvo en casa dos días enteros?, ¿su cachorro también sentiría que algo hace falta?, ¿o solo él?
Llega a la universidad antes de que la tercera clase empiece, la que va después de la hora del desayuno, y se dirige a su asiento junto a Sam, quien lo ve preocupado.
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Pêche [Omegaverse]
FanfictionEra difícil imaginar quien era el gran héroe de París detrás de esa máscara, más no suponer que en definitiva se trataba de una alfa. Aunque, si prestabas un poco más de atención, podías notar su sutil aroma a durazno. Colín lo notó. [...]