16. La muerte prematura del amor.

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[...]

Mentía.

Por primera vez en toda su vida, desde que le conoce, leyó como una vil mentira salía por parte de Colín.

Se sintió como si algún villano super poderoso le hubiera golpeado. Se atrevería a decir que había dolido incluso más que eso.

¿Por qué?, ¿qué estaba ocurriendo?

Podía sentirlo, sabía que no lo estaba, ¿por qué le había mentido?, él nunca lo había hecho. Lo detestaba, Colín odiaba con su ser entero las mentiras, entonces ¿por qué?

Intenta rememorar o encontrar razones por las que se justifique que él hay hecho eso y no encuentra nada.

— ¿Mario?, ¿todo bien? Mmescucha a Aly.

—Si, no pasa nada es solo que...

—¿Estás preocupado por algo?

—Creo que sí. Me siento muy inquieto.

— ¿Por qué?

—Digamos que alguien que odia hacer algo de pronto lo hace, ¿sabes por qué?

—Eso es muy ambiguo. ¿Hacer qué exactamente?

—No... olvídalo Aly, no pasa nada...— intenta caminar, pero su amigo lo toma de la muñeca y lo detiene.

— ¿Sabes, Mario?, a veces es mejor preguntar directamente, aunque de miedo la respuesta a quedarse especulando razones. — dice. —Si tu no eres honesto, si no preguntas o dices lo que sientes los demás no lo harán. A veces solo necesitas ser valiente y atreverte a hacer o decir lo que a ti te haría feliz sin fijarte en los que te rodean. No puedes complacer a todo mundo, Mario, ¿por qué no enfocarse en hacer feliz solo a quienes te hacen feliz a ti?

El azabache lo escucha atentamente, sorprendido. Es como si su amigo raro de los superhéroes, aquel a quien tanto amaba, de repente fuera otra persona. Sus ojos lo ven fijamente, como rogándole por una respuesta.

Pero no sabe que responderle.

—Creo que no es justo. —confiesa entonces en voz alta.

—No lo es, seguramente, pero ¿no te has preguntado si realmente lo es para alguien? —deja de tomarlo de la muñeca y lo toma de la mano. —Mario, las cosas no son justas para nadie nunca. No importa lo mucho que quieras algo, no importa si estuviste ahí antes, no importa si estuviste ahí todo el tiempo o si estás seguro de ser merecedor de algo al cien por ciento, siempre la vida te va a recordar que no es así, que no mereces nada de lo que crees...

Mario siente sus ojos cristalizarse.

— ¿Qué merezco entonces?, dime Aly, porque yo ya no estoy seguro.

—No mereces lo que crees, porque... —siente un pequeño nudo en la garganta. —Mereces más.

— ¿Qué?

—Mereces más Mario, más de lo que puedes imaginar.

— ¿Y lo voy a obtener con él? —pregunta incrédulo.

— ¿Con quién más sino?, ¿conmigo? —ríe sin gracia. — ¿De verdad es tan injusto como crees?, ¿eres el único que puede decir que lo es?, ¿solo es injusto para ti?

Trata de pensar un poco y se da cuenta de que no es así. Probablemente sea incluso peor para Colín, ¿cuántas veces desde que se enteraron que están destinados ha pasado él por injusticias?, ¿no estaba él también en contra de todo esto desde el inicio?, ¿no estaba el sufriendo incluso más?

Era un egoísta, después de todo, justo como Colín siempre le decía que era.

Estaba tan aterrado de salir lastimado por todo esto que ni siquiera se preocupó si Colín se lastimaba en el proceso.

— ¿Puedes decirle al profesor que estoy enfermo? — pide entonces.

Aly nota que los ojos de Mario brillan en ese bonito azul después de todo este tiempo, ¿cuándo fue la última vez que lo vió tan decidido y firme?

—Le diré.

Y piensa en soltarlo, dejar que se vaya.

Sabía con quién iría, sabía perfectamente a qué brazos correría, y por supuesto que sabía que una vez en ellos no saldría nunca más.

Aly sabía que, al soltarlo, Mario nunca más volvería a él.

Y él estaba feliz con la persona que le había ganado, porque en el fondo, siempre le admiró por su convicción y fuerza. Se sentía hasta indigno de decir que perdió, porque, para empezar, nunca tuvo una oportunidad de competir.

—¿Me sueltas? — pide Mario, al ver que no lo ha hecho por estar perdido en sus pensamientos.

—No. —responde sin querer. Mario le mira confundido. —No sin antes un abrazo de buena suerte. —completa, soltando y abriendo sus brazos a más no poder.

Mario lo ve enternecido y lo abraza sin dudar.

—Te quiero Aly.

—Puedo asegurarte de que no más que yo a ti.

El azabache sonríe.

—Estoy seguro de que no, yo te quiero más. —dice al alejarse un poco y verlo a los ojos.

Aly ríe.

—No. Yo te amo más, Mario.

—Te veo después. —corta la pequeña discusión que han empezado porque sabe que de ser posible, discutirían esto por horas y horas sin llegar a un acuerdo y el necesita irse ahora. Necesita ir con Colín cuanto antes.

Y Mario se marcha.

Y Aly siente que la muerte prematura del amor le asecha.

[...]

Pêche  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora