21. Te extraño.

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[...]

—El doctor dijo que esta semana reaccionaste más a los estímulos... — le explica, mientras seca su brazo derecho con el paño húmedo. —Estás haciendo un gran progreso, corazón...—le coloca la bata limpia y lo acomoda correctamente en la cama.

Mario había terminado de hacerle su baño en cama. El enfermero le había dicho que procurara hacerlo cada tercer día, pero a veces no hacia caso y lo hacía dos o tres días seguidos pues sabía que a Colin le gustaba mantenerse limpio.

—En la mañana vino Samuel a visitarte, ¿charlaron mucho? — acomoda las cosas en el carrito que estaba cerca que contenía todo lo que usaba para bañarlo. —Me dijo que le sonreíste cuando te contó de nuevo sobre la primera vez que vino a verte y que me dio un golpe que me rompió el labio... — recuerda sonriendo.

Claro, ahora reía sobre eso, pero aquel día pedía internamente a Samuel que no sólo lo golpeara, que de ser posible lo asesinara.

Se fija en el pecho de su alfa, que sube en un compás calmado y sereno. Se sienta en la silla que está al lado de la cama, aquella que se había vuelto su hogar desde aquel día.

—Sam estuvo enojado conmigo muchos días, y lo entiendo, pero creo que ya se calmó. El otro día me trajo de postre un trozo de pastel de fresa... — ríe de nuevo. — Por cierto, tu eres muy bueno en matemáticas ¿recuerdas? — busca en la mochila que tiene al lado su cuaderno. Saca la tarea. — ¿Puedes despertar y ayudarme?... ¿sí?... ¿por favor?

Suspira.

Lo seguiría intentando, tal vez algún día funcione eso de extorsionarlo.

—Mario, niño, ¿no te has ido a casa? — la puerta de la habitación privada se abre.

—Señora Bourgeois.

—Oh, no, quedamos en que me llamarías mamá, ¿recuerdas?

-—¿Cómo podría? — dice. —No creo tener derecho siquiera de llamarle con apodos a él... seguro que me golpea cuando se entere.

—Tonterías. Se pondría a llorar de la emoción.

Mario guarda de nuevo sus cosas y le sede la silla a la mujer. Ella deja las flores nuevas en el florero que Adrianne había traído y le entrega al chico una bolsa.

Él la sostiene, pero no le presta atención.

—¡Colín!, ¿podrías decirle a tu omega que no sea tan ingenuo y que no acepte todo lo que le dan sin preguntar qué es? — dice, Mario siente sus mejillas sonrojarse.

—¿Qué es esto? — pregunta entonces.

— ¡Colín, tu omega es tan obediente con otros omegas!, seguro que a ti siempre te lleva la contraía... —le da unas palmadas en el pecho a su hijo, burlándose. Gira su vista a Mario. —Es una ensalada, te la traje para que comieras, seguro que no has siquiera desayunado...

—Lo hice, el enfermero me trajo un desayuno.

—¿Desayunas comida de hospital a propósito?, Colín, tu omega está loco.

Ambos quedan en silencio unos segundos. Esperando cualquier respuesta que no fuera el sonido del monitor.

Pero ésta no llega, como siempre.

—Iré por un café, ¿gusta que le traiga algo?

—Me gustaría que fueras a casa. —le dice.

—Fui ayer...

—Solo fuiste a bañarte y a cambiarte de ropa, como haces diario, pero nunca tardas más de una hora cuando ya estás de vuelta...— le regaña. —Tienes que descansar.

Pêche  [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora