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Tenía que admitir una cosa; empezaba a entender porqué Mario insistía tanto en negar sus sentimientos, esos que sus lobos les provocan. Él los había aceptado porque, para ser sincero, siempre tuvo interés en Mario (nunca imagino que sería ese tipo de interés, pero no le daba importancia), y creyó que nada malo podía pasar.
Y que equivocado estaba.
Mario le había negado... rechazado... ¿no aceptado?, daba igual el termino, el hecho era el que le tenía en cama acostado sin energía de siquiera levantarse.
El estar de pie le cansaba, el caminar le hastiaba, el ir a clases le daba dolor de cabeza y el existir, para ironía suya, le estaba doliendo.
Estar vivo comenzaba a asfixiarlo.
Es tan tonto, estúpido y sin sentido, ni siquiera habían hecho un lazo. No estaban conectados, nunca le mordió, nunca hizo nada para reclamarlo como omega....
Y, aún así, Mario había dicho que no.
Su lobo agonizaba, y Colin no podía hacer nada.
La semana fue pesada y deseo muchas veces el no levantarse y quedarse a dormir, pero el rostro del azabache aparecía día con día en su memoria y solo podía pensar en una cosa:
Quiero verlo.
Así que se vestía en contra de su voluntad, subía a su limusina en contra de su voluntad, manejaba hasta la escuela en contra de su voluntad...
... Se desviaba del camino para comprarle algo con una sonrisa en los labios...
Llegaba al salón en contra de su voluntad...
... dejaba el regalo en su asiento con una nota...
Y después escuchaba clases en contra de su voluntad.
Lo que lograba escuchar antes de quedarse dormido, claro. No era mucho, no podía recordar nada realmente.
Su pecho dolía, constante y punzante, todo el día, pero cuando Mario veía su obsequio y decía en voz alta que lo odiaba, Colin podía sentir en su corazón lo contrario.
Sentía el corazón de Mario inundado en felicidad y, entonces, el corazón propio tenia unos momentos de tranquilidad.
Colin amaba sentir que el lobo de Mario le quería, aunque fueran unos segundos.
Nada más importaba además de eso.
¿Qué importa si fallecia de un lazo roto?, había leído que esa era la manera más romántica de morir. ¿Qué importaba si Mario nunca le corresponde?, más increíble seria que lo hiciera, ¿no es así?
De eso se trataba la vida de Colin Bourgeois, de hacer hasta lo imposible por los demás sin recibir reconocimiento por nada ni por nadie.
Estaba acostumbrado, un día mas no haría la diferencia.
—Estás mal, Colin, ve al médico. — había pedido Adrianne al verlo. Y él sólo atinaba a negar con lentitud.
Se le notaba preocupada, cada vez que le preguntaba al respecto lo tomaba del brazo y Colín podía sentir su mano temblorosa, veía sus ojos cristalinos e insistía una y otra vez con un hilo de voz.
—Estoy bien, Adrilinda, no me ocurre nada. —explicaba. —No eh podido dormir bien por culpa del insomnio, sabes que le gusta hacerme compañía.
¿Qué más podría decir?
En efecto, había hecho aquello que más odiaba; mentir. No podía aceptar que había cometido la idiotez más grande que un alfa puede hacer, seria humillante. Mentir era la mejor opción.
¿Qué más daba?, incluso si tuviera la oportunidad de viajar al pasado y evitarlo; sabía perfectamente que no lo haría.
Estaba bien.
Incluso si esas machas debajo de sus ojos se hacían más notorias, incluso si ya no tenía apetito en absoluto, incluso si dormía todo el día en contra de su misma excusa o incluso si había vomitado sangre en un par de ocasiones.
Odiaba a los subgéneros, eran tontos y tenían una jerarquía estúpida.
Él, un alfa puro, que debía estar por encima de todos, estaba muriendo a causa de un omega que lo aborrecía.
Reía al pensarlo, porque siempre supo que algún día, de algún modo, Mario sería la causa de su muerte. Para ser sincero, creyó que se verían envueltos en alguna discusión que terminaría en pelea.
Hasta hace poco creyó que al menos le daría batalla a su archienemigo y que no le permitiría librarse de él tan fácil.
Qué bobo, ni siquiera había hecho el intento de defenderse.
Toda esa semana, escuchó el latido de Mario siendo indiferentemente atento a su ser.
La semana que siguió, no fue capaz de seguir.
Se quedó en su cama, abrazando la almohada que aún tenía una pizca de su olor a durazno.
El primer día pareció dejar de existir, porque ni siquiera Samuel se puso en contacto con él. Tal vez quería darle espacio para descansar, para estar solo porque se veía a kilómetros que lo necesitaba.
Al día siguiente, justo cuando dedujo por la hora que la campana de inicio de clases sonó lo sintió. Aún a esa distancia, lo sintió llamarle con preocupación.
Mario... no, el lobo de Mario aulló en busca de su respuesta. Quiso responder, hacerle saber que no tenía que ponerse ansioso de esa manera, que no sintiera tristeza por nada porque de sólo imaginarlo sería capaz de comprar o hacer hasta lo imposible por verle reír.
Pero no pudo.
Su lobo ya ni siquiera despertaba.
Esa mañana Colín sintió su pecho arder profundamente, soltó unos gritos y gruñidos que le rasgaron un poco la garganta y le robaron una que otra insignificante lágrima.
Le llegó un mensaje de texto en ese segundo, casi al instante en el que un vacío le invadió.
"¿Estas bien?"
Preguntaba Mario."Colin, respóndeme por favor, ¿estas bien?"
Quería responder tantas cosas; decirle que no era de su incumbencia, que era algo ajeno a él, que por favor dejara de actuar como si le importara aún después de todo, que dejara de jugar con él y con su lobo, que si había decidido odiarlo se dedicara de lleno a ello solamente, que no le mensajeara, que no le llamara, que le dijera a su lobo que tampoco él tenía permitido buscarlo, que él por decisión propia había renunciado a ese y a todos los demás derechos desde el momento en el que supo que eran almas gemelas, que ni siquiera se atreviera a actuar como un amigo porque jamás en la vida lo serían, que le dejara estar solo y que con el pasar de los días le olvidara, que le permitiera culparlo de todo y volverlo villano de la historia que el mismo se encargaría de inventar aún si no tenía imaginación alguna...... Quería gritarle y reprocharle que él era la causa del dolor que un lazo inexistente le provocaba.
"Lo estoy ahora, no te preocupes por mí, cachorro."
Escribió entonces.Porque, aún así, no quería preocuparlo por una estupidez.
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Pêche [Omegaverse]
FanfictionEra difícil imaginar quien era el gran héroe de París detrás de esa máscara, más no suponer que en definitiva se trataba de una alfa. Aunque, si prestabas un poco más de atención, podías notar su sutil aroma a durazno. Colín lo notó. [...]