El beneficio

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Esa mirada entre las dos duró mucho más tiempo del que era necesario. Se estaban admirando mutuamente sin necesidad de decir una sola palabra. Cada una estaba envuelta en un sinfín de pensamientos acerca de la otra hasta que la poca consciencia de lo que estaban haciendo despertó a Marcela. No había olvidado lo que debía decirle a Beatriz, solo se quedó ahí, disfrutando de la vista de la boca expuesta de Beatriz a casi un metro de ella.

Para la reciente presidente de Ecomoda la situación no era distinta. Estaba extrañamente cayendo en una hipnosis al apreciar con tanto detenimiento y sin ningún esfuerzo los ojos de Marcela. Su mirada fue bajando poco a poco hacia su nariz, perfectamente alineada y luego se topó con el esfuerzo que cubría, con una leve presión aquellos delgados y delicados labios.

Pero fue Marcela quien las sacó del trance con un chasquido y reacomodándose en la silla. Apartó la mirada de Beatriz y empezó a juguetear con el bendito lapicero mientras mecía la silla levemente de  un lado a otro.

— No lo sé, doctora— dijo meditabunda— usted está proponiéndome que rompa paradigmas de algo que conozco muy bien y que he puesto en práctica durante todo este tiempo. Ha funcionado bien. Los fracasos de las colecciones anteriores nunca tuvieron que ver conmigo o con Hugo, usted ya sabe cuáles fueron las razones, pero aún así es a nosotros quiénes nos piensa pedir los cambios más drásticos.

—Sí y no, doña Marcela— le dijo una Beatriz que apenas si lograba hilar las ideas tras ese pequeño momento y duelo de miradas— financieramente tendremos que movernos también a través de la estrategia de importación a grandes volúmenes. Eso implica una serie de modificaciones en proveedores y en producción.
— No sé si me estoy haciendo entender, Beatriz— se puso de pie y se recostó en la pared que tenía detrás — yo no me estoy refiriendo a eso precisamente. Lo que quiero que entienda es que, tanto Hugo como yo, somos diseñadores y lo que hemos hecho en Ecomoda no surge de la nada, surge de mucha investigación, de teoría del arte, de la estética... Usted me está pidiendo que vaya en contra de mí misma, de lo que yo, como profesional he Sido, de lo que muestro en esta empresa todos los días.
— Yo no lo veo de ese modo— le dijo mientras retiraba ese coqueto mechón de su frente— por el contrario, veo en esto la oportunidad de que su trabajo también sea reconocido y que, con esta nueva estrategia de ventas, puedan establecerse los puntos de venta de Ecomoda como referentes. Yo sé que para usted, el hecho de que alguien como yo proponga vestir bien a las mujeres a todas las mujeres, suena utópico, pero es la manera más contundente y efectiva que nos garantiza el mercado acorde con la inversión.

— La estrategia, mejor dicho, su estrategia no me disgusta del todo, entiendo los argumentos económicos que subyacen a ella, pero no es tan sencillo materializarla y menos en el mercado internacional como en el de Palm Beach— estaba demasiado inquieta, así que volvió a tomar asiento.

— Si usted acepta mi propuesta, sería nuestra estrategia— le respondió Beatriz en un intento de amenizar para convencerla.
— No lo sé, de verdad, yo... Tendría que pensarlo, me tendría que enfrentar al drama de Hugo y tendría que viajar a Miami para organizar las cosas allá...

Marcela no estaba dándose de cuenta que inconscientemente estaba materializando la propuesta de Beatriz. Pero Betty sí y trataba de no hacer ningún gesto que delatara su satisfacción.

—Piénselo y me da su respuesta antes del comité, para yo saber a qué atenerme, doña Marcela— le sugirió. Parecía que sí, pero no había nada concreto.

— Okay, eso haré, me retiro a mi...

Beatriz se jugó una última carta. Lo dudó mucho durante el camino de los juzgados a Ecomoda, pero al fin y al cabo más que parte de la propuesta era el cumplir con su promesa, así que la interrumpió cuando aún no terminaba de ponerse en pie.
— Doña Marcela, necesito decirle algo más — la miró con cara de "usted ya sabe sobre qué".

— Dígame...— le soltó al advertir la expresión de Beatriz y volvió a tomar asiento.
— Está mañana el doctor Armando me pidió que le dejáramos la oficina del doctor Mario a ellos, para poder trabajar sobre una propuesta que piensan exponer también hoy al comité y le digo esto para que no la tome por sorpresa, ni tampoco quiero que piense que eso pueda dar pie a algo más...
— Yo no le veo ningún inconveniente a eso— en el fondo sí, el temor la invadía, iban a estar cerca todo el tiempo.
— Bueno, pues ellos no creo que demoren en llegar y acomodarse ahí... — respiró pesadamente antes de darle la otra noticia — y otra cosa, doña Marcela es que... —Agachó la mirada y volvió a levantarla con un gesto serio— el doctor Armando estuvo anoche en el lugar al cual fui con mis amigas.
—¿Qué?— la cara de sorpresa y dolor mal camuflado se plasmó en el rostro de la gerente, parecía haber palidecido por un momento.
— Sí y me pidió que habláramos, quiso aclararme cosas, pero yo lo rechacé, pero estaba con el cuartel y prácticamente me obligaron a hablar con él. No tuve de otra, ser más esquiva habría provocado sospechas y no quiero chismes.
— ¿por qué me está diciendo estoy Beatriz? — le dijo Marcela con un hilo de voz.
— Porque le hice una promesa, doña Marcela, y eso incluye que usted sepa la verdad, yo no quiero vivir entre mentira y engaños nunca más... Se lo digo porque usted merece saberlo y porque, además de eso, también le advertí que si intentaba hacerlo otra vez, usted se enteraría...
Un balde de agua fría habría Sido menos impactante. El poco buen humor que tenía se borró de inmediato y en su pecho ardía la ira.

— gracias y perdón, yo me tengo que retirar— se levantó rápidamente y cuando estaba por abrir la puerta de la sala de juntas Betty interrumpió su camino con su voz.
— Doña Marcela... Lo siento, pero pues antes de que se vaya solo quisiera pedirle una cosa...
Marcela volteó a verla con gesto serio — ¿Qué cosa? — el tono de su voz evidenciaba lo vulnerable que estaba.

— Por lo menos, deme el beneficio de la duda...

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora