Derribando antiguos monumentos

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Subieron al auto y por fin Beatriz pudo respirar mejor. Liberó la presión que sentía en el pecho y por ende, cayó en cuenta de lo que acababa de hacer. Cerró los ojos y puso su cabeza sobre el volante.

— Dios mío, lo siento, perdóneme, de verdad que actúe muy impulsivamente...— decía mientras separaba el rostro y se lo cubría con las manos.

Marcela sonrió con picardía y le acarició la cabeza.
— Beatriz, tranquila, yo me di cuenta y solo seguí el juego para provocarla, quería ver cómo reaccionaba— se acercó y le besó la mejilla — estaba jugando.

— Pero eso no quita que actúe como una tonta, es que no sé, me dio rabia, me descontrolé, jamás debí decirle que...
Marcela le tapó la boca.

— shhh, cállese, cállese que adoré cada cosa y yo sé perfectamente que usted no actuaría así, sé que no me ve como un objeto, ni como un trofeo, lo sé, tranquila... — le susurraba al oído.

— Jamás la vi ni la vería de ese modo, Marcela y por eso me siento mal por mi reacción — le tomó el mentón con dos dedos y le dio un beso casto en los labios — para mí usted es una persona hermosa, digna de ser amada y respetada.

Tal vez Beatriz no lo sabía, pero jamás en su vida Marcela había escuchado que alguien la quisiera por eso. Ella siempre estaba en sintonía y dependencia de a quién amaba y quería y de demostrar constantemente afecto y amor. Pocas veces se sentaba a cuestionarse¿Por qué era amada? La forma de querer que siempre conoció era tan obsoleta frente a la nueva forma que estaba conociendo con Beatriz y amaba eso, amaba poder transformar la manera en que veía la vida, amaba, a su edad, tener que cuestionarse lo que toda su vida creyó que era el amor.

Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, era la conmoción, el impactó de tal descubrimiento y su gesto se contrajo un momento.

— Marcela, no ¿Qué pasa? — Betty la abrazó y la recostó en su pecho mientras Marcela le correspondió agarrándola fuertemente — no llore, por favor.

Marcela la abrazó con fuerza y le dejó besos en el cuello.

— Es que siento que estoy descubriendo la vida otra vez con usted. Que estaba tan equivocada respecto al amor. Todo es tan nuevo y tan intenso... Tan hermoso. Gracias, Beatriz, gracias de verdad.

Betty cerró los ojos y se dejó llevar también. La inundó una gran tranquilidad y paz. Ella también estaba aprendiendo y desaprendiendo, también estaba derrumbando muros y construyendo una nueva perspectiva.

— Gracias a usted por compartir conmigo.

Estuvieron así el tiempo necesario y luego se separaron para seguir el camino. Marcela le dio la dirección del lugar para pasear a Beatriz y se pusieron en marcha.

El lugar que Marcela había elegido era una caba donde, además de vinos, tenían una gran oferta de tapas españolas y cervezas artesanales. Era rústico, tal vez bohemio, pero muy elegante. Entraron y Beatriz se quedó un poco admirando la ambientación del primer nivel, paredes casi talladas en piedra, barricas, en fin, totalmente atractivo. Sin embargo, Marcela la tomó de la mano y la guió hastaas escaleras que las llevaron a una terraza hermosa, donde predominaba la vegetación y podían sentarse a disfrutar de la vista de una parte de Bogotá, bajo luces amarillas y parasoles color crema.

Estuvieron allí la tarde entera conversando y conociéndose. Ya sabían el color, película, comida, música que les gustaba, en fin, se dieron a la tarea de entrar en sus respectivas intimidades. Al final de la tarde, las copas de vino comenzaron a hacer mella y las miradas y sutiles caricias comenzaron a aparecer.
Beatriz sentía la sangre caliente gracias al vino, pero también a las miradas provocadoras de Marcela. Le hacía remolinos en la pierna, bajo la mesa y ella solo pensaba en que ya no lo podía soportar más.

Marcela fue consciente de la mirada obscura de Beatriz y quiso llevársela a su apartamento para desnudarla entera y perderse en ese cuerpo que la traía loca. Pero no quería eso, no así, quería tomarse el tiempo suficiente para admirarla y grabarse en la memoria sus gestos, su silueta, su desnudez.

Marcela pagó la cuenta y se encaminaron al carro, que se encontraba en un parqueadero subterráneo. Subieron al auto después de darse besos candentes y cuando la gerente pensó que Beatriz iba a encenderlo, todo pasó demasiado rápido y ya la tenía sentada a horcajadas sobre ella, besándola con el deseo a flor de piel.

Marcela la correspondió, no podía ni quería hacer nada más. Se dejó llevar por el compas de su lengua y le acariciaba la espalda y las piernas con cada mano. Beatriz ya no coordinaba y simplemente se estaba rindiendo. Comenzó a meter una mano bajo el buso lila de Marcela y sintió la calidez de su piel contra la suya, comenzó a subirle la prenda poco a poco mientras no paraba de besarla. Sus labios sonaban, se mordían, se succionaban, sentían la humedad latiendo en sus partes.

Marcela levantó los brazos y dejó que Beatriz le quitara el buzo, quedó frente a ella con el brasier.blanco acunando sus pechos y Beatriz los miró con fervor, llevó una mano a cada uno y los apretó suavemente con las manos, sin dejar de mirar a Marcela.

— Usted es tan divina, tan sexy...

Marcela no dijo nada y se le lanzó a la boca mientras comenzaba a desabrocharle los botones de la camisa negra que llevaba la presidenta. La abrió totalmente, pero no se la quitó del todo, se dejó cautivar por la visión de Beatriz sobre ella, con los senos en ese encaje negro que la invitaban a probarlos, succionarlos. Pasó un dedo desde el hueco de la clavícula hasta el ombligo con lentitud y luego se lanzó al cuello de Beatriz con avidez, mientras le pasaba las manos por la espalda y la pegaba más a ella, para sentir piel con piel.

El sonido de un auto encendiéndose en algún lugar del parqueadero las hizo volver en sí. Beatriz recostó su frente sobre la de Marcela. La cordura le llegó de repente, pero el deseo no se iba. Seguía intacto y más presente.

— Marcela, quisiera hacerlo ahora. Ya, pero este no es el momento ni el lugar — le besó los labios — quiero tiempo y tranquilidad para vivirlo...

— Tranquila, lo sé, solo nos dejamos llevar, pero ya llegará el momento y será inolvidable — le rodeó la cintura con los brazos — quiero que nada nos atormente en ese momento... Lo deseo tanto, Beatriz...

Beatriz se mordió los labios. Algo haría, pero ya no quería ni podía soportar más.

— yo también lo deseo, la deseo, sueño con ese momento...— le pasó una mano por el cuello — solo necesito unos días y lograré que nada nos interrumpa...

Se reacomodaron la ropa en medio de risas y jugueteos, pero con la esperanza de que pronto se unirían en cuerpo y alma, como tanto lo habían deseado.

Partieron a la casa de Marcela y esta le hizo jurar a Betty que harían el amor en su casa por primera vez. Mientras la otra le hizo jurar que no la dejaría dormir esa noche.

Destino - Marcela y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora